Aferrado a su propósito defensivo, el cholismo superviviente de las grandes noches continentales pasa por el tamiz hoy (21.00 h, Allianz) del campeón de Europa y del delantero perfecto. El Bayern Múnich
se sustenta en una robusta maquinaria y en los goles de Robert Lewandowski (Varsovia, Polonia, 32 años), el mejor delantero del momento y probable Balón de Oro si no fuera porque la pandemia ha eliminado del calendario este premio tan controvertido. El polaco es hoy la máxima expresión del arte del gol. Una historia que se construyó a partir del rechazo y la opresión. No hay un relato truculento detrás de Lewandowski. No hay guerras, hambre o marginalidad, sino andanzas de alta gama en la Polonia postcomunista. Nació un año antes de la caída del Muro de Berlín en una familia acomodada, de padre exfutbolista profesional y excampeón de judo (Krzysztof Lewandowski), y en una atmósfera ligera de vicios que solo se torció por el acoso escolar que padeció el pequeño Robert. Lewandowski (1,85 metros, hoy 78 kilos) era delgado, flacucho y desgarbado. Un Julio Salinas polaco, muy tímido, que provocaba risas entre sus compañeros de colegio. Nadie, ni sus profesores deportivos, lo veían capaz de ser futbolista o atleta profesional. «Sus piernas parecían palos. Le recomendé que comiera panceta», ha confesado Krzystof Sikorski, técnico de las categorías inferiores del Legia Varsovia. Los complejos convirtieron a Lewandowski en un adolescente rebelde. Carreras ilegales de coches sin carnet de conducir, altercados con la policía, agresión por lanzamiento de una mesa a una profesora por un suspenso… En vez de compadecerse, el delantero se fabricó otra vida. Horas y horas en el gimnasio para ganar masa muscular, estudios universitarios de Educación Física y Deporte, un trabajo final de carrera sobre su propio episodio de bullying y posterior preparación física. La muerte de su padre por un infarto alimentó el deseo del adolescente polaco por vivir del fútbol profesional. Progresó con goles (Legia, Znicz, Lech Poznan), pero sobre todo, con el empeño en moldear su escuálido esqueleto en el gimnasio. Ganó tanta masa muscular que invirtió las chanzas en el Borussia Dortmund (lo apodaban «chancentod», malgastador de oportunidades) hasta convertirse en «el cuerpo». Así se le conocía en su época dorada con Jurgen Klopp, Gotze y Marco Reus. En el Bayern Múnich desde 2014, Lewandowski ha elevado su historia de superación personal. En seis años ha fluctuado en una cifra, más de treinta goles cada curso en la Liga (34, en el último). Y explotó en la Champions (15 dianas, más que nadie) para coronar al Bayern campeón en Lisboa. La marca Huawei utilizó su pasado en una acción publicitaria: le cobraban más por ser flaco y débil y él conseguía la mejor tarifa telefónica con horas y horas de gimnasio…
Fuente La Razon: