El ex vicepresidente y “amigo” de Barack Obama, Joe Biden, recurrió a su experiencia y moderación para presentarse como el candidato demócrata ideal para enfrentarse al populismo
del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en unas elecciones condicionadas por la crisis y la pandemia de coronavirus, que golpeó con violencia la economía del país.
Biden, de 77 años, lidera las encuestas antes de las elecciones y podría convertirse en la persona de más edad en asumir la presidencia de Estados Unidos.
Si gana, heredaría una nación agitada por una pandemia que avanza y ha dejado más muertos que en ningún otro país y dividida luego de un año marcado por las mayores manifestaciones contra el racismo y la brutalidad policial, a partir de una serie de casos que desataron la furia.
Pero, si pierde ante un presidente impopular como Trump, sería posiblemente el final de una extensa carrera política marcada por el esfuerzo.
Después de que su campaña se diera prácticamente por muerta en las primarias de su partido, Biden resurgió de las cenizas y arrasó en el llamado “supermartes” en los estados del sur, con los que ahora cuenta para arrebatar la presidencia a Trump.
El candidato demócrata, Joe Biden, y su esposa Jill, en un acto de campaña. Foto: AP
“Hace solo unos días la prensa y los tertulianos declararon esta campaña muerta (…) Estamos creando una campaña que puede unir al partido y batir a Donald Trump”, exclamó entonces un eufórico Biden en un acto en una cancha de básquet de Baldwin Hills, uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles.
El amigo de Obama
Biden esgrime con insistencia sus ocho años al lado de su “amigo” Barack Obama en la Casa Blanca, como el plato fuerte de una larga trayectoria política en el Senado de EE.UU. (1973-2009).
Suele recordar, además, sus orígenes humildes en Scranton (Pensilvania) -su padre era vendedor de automóviles- en pleno corazón del cinturón industrial, que en 2016 dio la espalda a los demócratas y se decantó por Trump por poco más de 40.000 votos.
Así apeló a dos sectores que serán claves para definir las elecciones de este martes: la comunidad afroamericana y los votantes blancos de clase trabajadora, cuya confluencia permitió las holgadas victorias del demócrata Obama en 2008 y 2012.
A ello se suma su histórica selección de Kamala Harris, senadora por California, como su compañera de fórmula presidencial.
Joe Biden, junto al entonces presidente Barack Obama, en una imagen de enero de 2017. Foto: AFP
Harris, de 55 años, es la primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática en ser nominada a la vicepresidencia por uno de los dos grandes partidos, y con la que Biden buscó aportar energía a su imagen de curtido y veterano político.
Peleas internas
En las primarias progresistas, el aspirante presidencial demócrata tuvo que hacer frente a un adversario interno insospechado hace apenas una década: el fulgurante ascenso del ala más izquierdista dentro del partido encarnada por el senador Bernie Sanders, que lo acusaba de carecer de la valentía para enfrentarse a los poderes establecidos, como el financiero de Wall Street, y de no querer llevar a cabo los cambios estructurales que requiere el país.
La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, una de las estrellas progresistas en ascenso y que hizo campaña por Sanders, aunque luego lo hizo por Biden, reconoció la creciente grieta abierta entre los demócratas al asegurar que “en cualquier otro país sería impensable” que ambos estuvieran “en el mismo partido político”.
El ex vicepresidente, por su parte, se encargó de reforzar su imagen de pragmático moderado, en contraste con la ambiciosa propuesta de Sanders de implementar un sistema de salud universal en EE.UU., dio marcha atrás a propuestas como prohibir la fractura hidráulica (“fracking”) para la explotación de petróleo y ha ido acomodando sus posturas al sector más tradicional de su partido.
Precisamente, Sanders y Ocasio-Cortez, que han reconocido sus notables diferencias con Biden, le prestaron su apoyo en la campaña porque, según reconocieron, lo principal ahora es sacar a Trump de la Casa Blanca.
Carisma “virtual”
El carisma es otro de sus puntos fuertes, algo que demuestra en sus cálidas y espontáneas interacciones con los ciudadanos. Pero la inusual situación derivada de la pandemia del coronavirus supuso un fuerte obstáculo en su campaña.
Con excepción de las últimas semanas, en las que encabezó una cantidad de actos en varios estados -casi siempre con barbijo y con lugares marcados para mantener la distancia- durante los primeros meses de la campaña prácticamente no se mostró en público.
Joe Biden y su esposa Jill, con la candidata a vice, Kamala Harris, en un acto a fines de septiembre. Foto: AP
Por la pandemia, Biden, que fijó su centro de operaciones en su casa de Wilmington (Delaware), localidad en la que reside, pasó de desarrollar una campaña totalmente virtual a otra en la que el público asiste a sus mítines dentro de sus vehículos, como en los autocines.
Pese a las limitaciones que eso representa, su propósito ha sido marcar diferencias entre su campaña y la de Trump, que llevó a cabo actos multitudinarios, al aire libre pero sin respetar las distancias de seguridad ni la obligatoriedad del uso de mascarillas.
Pero esa prudencia frente a los riesgos del coronavirus -él mismo un potencial paciente vulnerable por su edad- puede haber sido una ventaja.
Gracias a su menor exposición pública, pudo controlar una de sus principales marcas, que han sido objeto de críticas y hasta de burlas de su rival republicano: sus frecuentes meteduras de pata verbales.
“Soy una máquina de pifias. Pero, por Dios, qué cosa maravillosa comparada con un tipo que no puede decir la verdad”, ironizó a finales del pasado año al compararse con Trump.
Una de las noches de campaña de las primarias llegó a confundir antes de empezar a hablar a su mujer, Jill Biden, y a su hermana, Valerie Biden.
Pero también ha estado en la vanguardia de su partido y ha incentivado cambios que ahora lo enorgullecen: en 2012 afirmó que se encontraba “absolutamente cómodo” con el matrimonio homosexual, lo que forzó a Obama a acelerar su apoyo explícito a esas uniones y contribuyó a su legalización final por parte del Tribunal Supremo en 2015.
Datos biográficos de Joe Biden. Fuente: AFP
Tragedias familiares
Biden llegó a la política nacional a los 29 años cuando logró sorpresivamente ser elegido senador por Delaware en 1972.
Pero sólo un mes después una tragedia destrozó su mundo cuando su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija de un año murieron en un accidente de coche cuando iban a comprar un árbol de Navidad.
Sus dos hijos quedaron heridos de gravedad, pero sobrevivieron, aunque el mayor, Beau, murió joven víctima de un cáncer en 2015.
Estas tragedias ayudaron a cimentar la empatía con la opinión pública estadounidense.
En 1975 Biden conoció a su segunda esposa, Jill Jacobs, una profesora con la que se casó dos años después y tuvo una hija llamada Ashley. Ella fue ahora un gran sostén en su campaña.
Ya no tiene la misma fuerza que durante los ocho años en los que fue vicepresidente de Barack Obama y aunque conserva una sonrisa de publicidad, su paso es más frágil.
El mandatario de 74 años explota esta veta, lo llama “Joe el dormido” y lo acusa de sufrir un deterioro cognitivo.
Sus elecciones en su larga carrera le valieron críticas de los demócratas, incluyendo de su actual compañera de fórmula, Kamala Harris, que recordó que como senador se opuso a un sistema contra la segregación en las escuelas que consistía en llevar a niños negros a escuelas predominantemente blancas.
También le llovieron críticas por ayudar a la redacción de una ley en 1994 que muchos demócratas creen que llevó a encarcelar a una cantidad desproporcionada de ciudadanos negros. Recientemente Biden reconoció que esta iniciativa fue un error.
Otros episodios en el Senado también hacen sombra a su campaña, como su apoyo a la Guerra de Irak en 2003.
Fuente: EFE y AFP
CB
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