El
color llegó a Buenos Aires como todos los años de la mano de las más hermosas y numerosas flores que tiñen toda la ciudad.
Semanas atrás, el rosa vino junto al florecimiento de los lapachos, brindando un espectáculo urbano digno de admirar. Estos árboles llegaron desde el norte argentino gracias a Carlos Thays. El más conocido es el lapacho de Ezcurra, que está en Figueroa Alcorta y Ramón Castilla.
Y ahora, llega mediados de noviembre y los casi 19000 ejemplares de jacarandá despliegan sus flores convirtiendo las calles, las plazas y los parques porteños en el escenario natural de una sinfonía azul violácea. Más que una flor bonita, la geometría de sus copas, la arquitectura de sus ramas y la textura de sus hojas son parte de la identidad de la Ciudad.
El jacaranda mimosifolia cuenta con 18.921 ejemplares en territorio porteño. De esta cantidad, 13.872 están en las veredas y 5049 en los espacios verdes. Como muestran los datos recogidos en los últimos censos de arbolado urbano realizados por la Ciudad, es la segunda especie que más creció entre los árboles viarios y la segunda más frecuente en los parques y plazas.
Florece a comienzos de noviembre y sus flores violáceas llueven sobre las veredas y las plazas en los últimos días del mes. El verde de sus hojas se manifiesta en todo su esplendor a partir de diciembre. Durante febrero, en pleno verano, presenta una segunda floración más limitada en intensidad y duración.
Con este escenario de fondo, el reportero gráfico Juan Obregón recorrió las partes más verdes de la Ciudad para obtener las mejores imágenes y que los lectores de PERFIL puedan recrear la vista.
En su recorrida por avenidas como la parte norte de la Ciudad, Obregón tomó fotografías que no sólo disfrutó él, sino también quienes observaban su trabajo. Los testigos ocasionales de sus capturas, se apresuraba luego a seguir sus pasos para tratar de obtener un resultado similar a lo que había llamado la atención del fotógrafo de PERFIL.
“Los ceibos y jacarandás invitaban a hacer las imágenes, y la gente tampoco se podía resistir a sacar su celular y seguir mis pasos”, comentó al recordar que no son pocos los fotógrafos que comienzan de manera similar. Es usual en las primeras prácticas de la fotografía artística o profesional tratar de copiar las técnicas o estrategias de los grandes fotógrafos.
Buenos Aires se presta a eso, y mucho más. Posa con juntos con sus miles de especies para las lentes de quien se disponga a detenerse un segundo y capturar una escena única y colorida.
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JO / EA
