“Nunca pensé en boletearme”: la reaparición de Fito Frati después de la crisis que atravesó por ganar medio millón en la tele

Siempre fue un misterio su vida, aún cuando estaba en la cresta de la ola, rodeado de la creme de la creme del rock, que tenía a sus pies por ser

uno de los fotógrafos más reconocidos de los ’80 y ’90. Se vanagloria Mario Rodolfo Frati de haber sido un indescifrable y de ser un lobo solitario ahora.

Tiene 61 años y es protagonista de muchas vivencias increíbles que lo han señalado como “un charlatán, un trucho”, “un chanta que se aprendió la letra que le dio el canal”, cuando participó del ciclo “¿Quién quiere ser millonario?”. Él sabe que aún hoy muchos no creen su historia de resiliencia, pero con una suficiencia que marca su ADN responde “me ne frega un cazzo”.

Después de recorrer el mundo como fotógrafo de rockstars, de haber vivido en Italia, de moverse en el jet set de Punta del Este como un bon vivant y de codearse con celebrities del poder, Fito entró en una espiral descendente, se cayó del sistema, se hundió de golpe, sin previo aviso, o al menos él no la vio, y pasó seis años subsistiendo en la calle, durmiendo a la vera de la Panamericana tapado con cartones.

En mayo de 2019 su figura, que transmitía sapiencia y que nadie imaginaría que se trataba de un mendigo callejero, irrumpió en “¿Quién quiere ser millonario?”, el ciclo de preguntas y respuestas que conducía Santiago del Moro y luego de sortear las distintas etapas y contestar correctamente se hizo poseedor de 500 mil pesos. Desde entonces su vida volvió a dar un vuelco radical, dejó la calle y después de esa fugaz notoriedad que se le hizo muy cuesta arriba “decidí desaparecer, mi cabeza estaba detonada, me borré”.

“Fue mucho tiempo durmiendo a la intemperie, pidiendo ir al baño en los bares y manoteando las sobras que dejaban en las mesas”, describe Fito Frati.Foto: Fernando de la Orden

Un viejo amigo suyo de las épocas doradas, Bobby Flores, reconocido musicalizador, hizo una pintura muy gráfica de Frati: “Fito era un dandy, un capo que estaba a otro nivel… Recuerdo que una vez me mantuvo día y noche durante dos semanas en Punta del Este a todo trapo, yo no le podía seguir el ritmo… Pero Fito era un barco a toda velocidad que tenía un iceberg a lo lejos… no pudo volantear y se lo tragó”. 

Asiente y reconoce Fito los dichos de Flores. “Así fue mi vida, me mandé muchas cagadas y también me cagaron, pero no guardo rencor, no tengo odios ni bronca. Por boludo bajé a los infiernos y callejeé seis años, pero casi nadie se enteró, no quise llevarle mis problemas a los amigos, quizás pequé de omnipotencia, de orgullo. pero me hizo bien, aprendí“, sostiene en un café de Palermo, en charla con Clarín.

“Fue muy duro todo lo que pasé aunque siempre supe que iba a salir adelante, confiaba en las herramientas que tenía, que me habían inculcado mis padres, mis estudios, pero es cierto que se hizo más largo de lo pensado. Fue mucho tiempo durmiendo a la intemperie, pidiendo ir al baño y manoteando las sobras que dejaban en las mesas. Pero nunca di lástima, o al menos eso creía, siempre defendí mi estatus en las formas, en la manera de hablar, chapeaba en la indigencia“.

Una mañana de marzo de 2019 su suerte empezaba lentamente a cambiar. Había pasado la noche en el hall de Aeroparque, llovía a cántaros, y ese era el refugio elegido para las veladas de inclemencia. Fito apareció en el horizonte de un conocido suyo que era un productor de Telefé, quien lo reconoció. Gran simulador, Fito fingió que estaba por viajar, pero esta persona, un tal Luis, le dijo “vení, vamos a desayunar” y no preguntó nada.

“Él creo que se dio cuenta de todo, pero respetó mi discreción. Así fue que me enteré que era productor de ‘¿Quién quiere ser millonario?’ y me invitó a participar. Fui el 2 de mayo y la historia es conocida, cuatro semanas después tenía depositados los 500 mil pesos en la cuenta de un amigo. Recuerdo que pasó mucho tiempo hasta ir al programa porque la propia producción del programa me investigó de pies a cabeza, buscaron testigos, claro, tampoco creían cómo era mi vida”.

Provincia de Buenos Aire,s localidad Martinez, mayo de 2019, Fito Frati duerme en la calle, en Panamericana y General Paz. “Por la educación que me dieron mis padres y mis estudios sabía que iba a salir adelante”.Foto: Rolando Andrade Stracuzzi

La última noche de Frati en la calle fue el 24 de mayo de 2019. “La recuerdo nítida, se llovió todo, parecía a propósito… Estaba en la rampa de un garage en Martínez pero los cartones que me tapaban se empaparon igual. Me pegué una gripe de aquellas y un gran amigo mío, un empresario que se llama Juan Villar, que me dio miles de manos, me consiguió un lugar en el hotel La Perla de Once y allí estuve varios días. Después anduve boyando en zona norte, en Villa Elisa bancado por amigos y terminé en una pensión en Olivos, hasta que superado por el estrés me mandé a mudar“.

Casi en puntitas de pie Fito se fue a Mar del Plata en octubre de 2019, yendo a buscar vaya a saber qué, aunque tenía grandes recuerdos de La Feliz de sus tiempos de bonanza. Con unos pesos en el bolsillo, había invertido en algunos dólares, el panorama le permitía una relativa tranquilidad para un par de meses. “Necesitaba parar un poco, bajar los decibeles, la notoriedad que viví en el programa y el cambio radical de vida me sacudieron, me desestabilizaron”, grafica este hombre de gestos delicados.

El 2 de mayo, Fito se trajeó y concurso en el ciclo “¿Quién quiere ser millonario?”, que conducía Santiago del Moro. Esa noche contestó todas las preguntas correctamente y se hizo acreedor de $500 mil pesos.

Estuvo varios meses en Mar del Plata, donde escribió dos guiones para teatro, ofreció charlas motivacionales y dio clases particulares de italiano, que le permitieron no desangrarse. Hasta que la pandemia lo acorraló, decidió quedarse allí por fuerza mayor pero se tuvo que mudar “a una hotel digno de una película de Fellini, habitado por prostitutas, trapitos y ex presidiarios. ‘¿Qué hago acá?’, me preguntaba. ‘Boludo, ¿de qué te quejás si pasaste seis años en la calle?’, me respondía. Y paradójicamente en ese antro escribí ‘Hotel Inferno”, una tragicomedia que le llevé a mi conocido Manuel Callau (actor y director).

“Fotógrafo que siempre amó escribir”, se define Mario Rodolfo, como casi nadie lo llama. “Yo tuve una gran formación literaria que comenzó en el colegio Ward, de Ramos Mejía, adonde estuve pupilo toda la secundaria. Tuve una profesora maravillosa que me insistió, me pulió, lo que me permitió tener facilidad para desgranar historias”, narra Frati, que también escribió en su exilio marplatense “Casa Di Risparmio”, sobre un grupo de amigos veteranos que se compra una casa en Sierra de los Padres y se instala allí antes de que sus hijos los manden al geriátrico.

Con naturalidad, Fito mecha el italiano en su speech y es porque vivió varios años en Roma durante los años 80. Allí se especializó en fotografía y como quien no quiere la cosa se quedó más tiempo del previsto porque “de Tagliacozzo Societá Sportivo, un club de fútbol regional vieron picados en los que yo jugaba bien y me propusieron quedarme con un sueldo. Imaginate, estaba en mi salsa”, revela Frati, que fue un destacado número diez y llegó a hasta la séptima de Platense, pero abandonó “porque me re puteé con el técnico, que me volvía loco, un tipo insoportable e histérico”.

Fito Frati nació en Tucumán y fue adoptado por el médico clínico Silvio Frati y su mujer Aurea. “Para mí soy fruto de una aventura amorosa de mi viejo”, percibe.Foto: Fernando de la Orden

Va y viene Fito con sus miles de historias personales, con la música, habla con familiaridad del Flaco Spinetta, Cerati, Manal, los Gatos (dice que “en los ’70 esos monstruos eran la única manera de canalizar los sueños y las energías”) aparece el tema Maradona, sobrevuelan otros personajes de su adolescencia como Campanella, Juan Carr y hasta Horacio Conzi. Es disperso, un nombre lo lleva a una ciudad, de allí a una anécdota, a otra vivencia y así la charla transcurre por los andariveles más inimaginables.

Sin embargo no es de explayarse sobre su vida familiar, aunque con cuentagotas entreabre la puerta de su privacidad. “Yo nací en Tucumán, pero a los pocos meses mis padres adoptivos me trajeron a Buenos Aires. Silvio Frati, un prestigioso médico clínico, premio nacional de medicina, y Aurea, mi mamá. Para mí soy fruto de una aventura amorosa de mi viejo, tengo esa percepción, más de una vez me dijeron que tengo la cara de papá”, sorprende con la revelación.

Sus padres murieron. Silvio, en 1997, sufrió un aneurisma, y Aurea en 2001, por demencia senil. A partir de la orfandad, Fito, sin hermanos, empezó a tambalear. “Mamá era dulce, cariñosa, una ama de casa pendiente de mí. Papá era de otra época, pero un padrazo, un tipo duro, exigente y riguroso. No le gustaba que yo me destacara jugando a la pelota y una vez me hizo devolver una medalla de goleador del colegio. Él quería que yo fuera abanderado, pero con mi mala conducta eso era imposible. Igual él me inculcó la cultura del esfuerzo, que nada es gratuito y eso me sirvió mucho”.

¿Por qué no tuviste hijos, Fito? Pausa larga. “Sí, tuve, tengo dos hijas, pero prefiero no hablar, en serio, ​para cuidarlas a ellas, no exponerlas”. Otra pausa, retoma. “Una vive en Madrid, tiene 28 años, la otra es camarera, tiene 22 y está en Mar del Plata. Son hijas de madres distintas y con una no tengo casi vínculo, te pido no hablar más del tema”, remarca. Se le respeta su decisión.

Patio de comidas del Unicenter, en Martínez, lugar familiar para Fito, ya que allí era conocido por los mozos, que miraban para otro lado para que él pudiera comer los restos que dejaban en las mesas.Foto Rolando Andrade Stracuzzi

Sobrevuela el nombre Soledad y con llamativa timidez dirá que fue su mujer, el amor de su vida y con quien estuvo a punto de casarse. “Murió en 1999 en un accidente de tránsito y me liquidó. Ella era hermosa en todo sentido, bastante más joven, personal trainer y la conocí en el aeropuerto de Barajas. Nos miramos, fue un flechazo y estuvimos cinco años juntos… Su partida fue un punto de inflexión en mi vida… En cuatro años se me murieron mis padres y mi amor, estaba demolido”.

Cree Frati que la educación familiar y el exigente servicio militar fueron “fundamentales” para construirlo fuerte y soportar los seis años desgastantes durmiendo a un costado de la Panamericana. “¿Sabés? Nunca pensé en boletearme, nunca eh, ni aún en los momentos de mayor hambre... Creo que porque mis viejos estuvieron muy presentes en mis pensamientos durante ese tiempo, sobre todo papá, que nunca se quejaba ni ponía excusas, eran síntomas de debilidad, decía... Y eso lo heredé, nunca quise victimizarme, así fue que me curtí, viejo”.

Los momentos más insoportables, recuerda, “eran los días de mucho frío y lluvia, con la panza que me pedía comer mejor. Yo llegué a pesar 110 kilos porque morfaba chatarra en el patio de comidas del Unicenter, mi restorán preferido -ironiza-. Pero cuando vos tenés hambre no te fijás qué tiene el plato. Yo me sentaba a una mesa, siempre aspectando el look de un caballero… y cuando veía que algún comensal se levantaba, allí iba, a la caza de lo que hubiera, con naturalidad, arreglándome el cuello y acomodándome la campera. Un dandy que tenía bien estudiado el papel”.

Con su entrañable amigo Marcelo Baffa, periodista deportivo que murió en agosto de este año. “Yo muchas veces iba a su programa, ‘El Alargue’, en radio La Red, y él fue uno de los que me ayudó mucho. Su muerte me mató”.

Insiste en cómo le costó empezar a comer mejor. “Fue de los cambios más difíciles, porque era increíble poder comprarme verdura, un pedazo de carne, fruta… Así me empecé a cuidar y sumado a caminatas marplatenses adelgacé como 25 kilos y hoy me siento fenómeno”.

Amante de la música, se define como “un beatlemaníaco spinettiano”. Dice conocer muchísimas melodías pero “nada como los Beatles y el Flaco Luis Alberto, pero reconozco que ‘La mano de Dios’, que Rodrigo le hizo a Maradona me pone la piel de gallina”. Si tuviera que hacer un podio de álbumes, del cuarteto de Liverpool elige “El álbum blanco”, “Abbey Road” y “Revolver”. ¿Del Flaco? “Privé”, “Invisible” y “Almendra”.

“¿Puedo pedirme otro café?”, consulta Fito al cronista de Clarín, en el encuentro en bar de Palermo. “Hoy miro para adelante, me siento fuerte física y mentalmente, no pienso en la muerte”.

A Spinetta lo conoció mucho, “un artista enorme, tan grande como sanguíneo era el Flaco, con el que jugué mucho al ping-pong en su casa y al fútbol. No quería perder a nada, como yo, dos competitivos al mango. Lo extraño tanto… y yo no era su gran amigo, pero en su casa siempre era bien recibido. Lo primero que me decía cuando llegaba era ‘¿Comiste Fito? ¿Qué te sirvo?’. Generoso, atento al detalle, su muerte tambien fue un mazazo. Pensá que en los años ’80 mi viejo, que era médico, ya lo atendía… Fumaba mucho y empezaba a tener un fuerte catarro”.

Fito recibiendo el año junto a su amiga Paula Diagosti, la recordada “Profesex” del ochentoso ciclo “Noti Dormi”.

No sabe qué será de su futuro inmediato, pero Mario Rodolfo Frati cuenta que tiene “varios proyectos dando vueltas que pronostican un 2021 con buenas perspectivas. Ya lo empecé bien, en casa de mi amiga Paula Diagosti, la profesex de ‘Noti-dormi’, ¿te acordás?, el ciclo de Raúl Portal. Después tengo planes teatrales con las obras que escribí, un casting en pocos días para un programa de música en un canal de aire y me encargaré de la programación del Teatro Sociedad Italiana de Morón, que además será mi nuevo domicilio“.

“¿Mis deseos para 2021? Salud, ya que sin ella no se puede hacer nada… Espero poder mantenerme en este eje, este equilibrio tan frágil, que depende pura y exclusivamente de mí y ojalá poder concretar alguno de mis proyectos como una persona digna… Ah, y le pido a todos los santos no volver nunca más a dormir en la Panamericana, ​creo que no lo podría soportar, por eso pido no cometer tantos errores”.

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