Caos en Washington: un epílogo coherente para un gobierno que siempre desafió las reglas de la democracia

Las imágenes sin precedentes de violentos manifestantes ingresando en banda y trepándose en los muros del Parlamento, en medio de gases, balas de goma y de verdad dentro del recinto, con

un vicepresidente evacuado de emergencia y congresistas desesperados buscando refugio es una postal tan inédita y vergonzante que Estados Unidos jamás olvidará.

Este miércoles es un día shockeante, históricamente negro para la primera potencia del mundo. Pero no sorprende: es el epílogo más demoledor y dramáticamente coherente para un gobierno que en cuatro años ha hecho todo para romper las instituciones y violar las reglas de la democracia. Donald Trump no podía terminar su ciclo de otra manera, porque alimentó todo el tiempo este caos desde la Casa Blanca.

Trump, que siempre se ha jactado de ser un winner, buscó con desesperación todos los artilugios para no admitir su derrota el 3 de noviembre y denunció fraude masivo sin aportar jamás pruebas.

Su batalla judicial quedó enterrada con la abrumadora negativa en tribunales a todas sus demandas. Incluso la Corte Suprema de mayoría conservadora, con tres jueces que el mismo Trump nominó, le dio la espalda a sus demandas. Así y todo, jamás concedió.

Apretó a congresistas, a autoridades en los estados, los amenazó en público y en privado. Tampoco resultó: salvo algunos, la mayoría apoyó la institucionalidad.

Mientras tanto, Trump buscaba mantener vivo entre sus seguidores el relato de que le habían robado la elección, derramando fake news y mentiras por Twitter. Convocaba a marchas para resistir, alentando a milicias y grupos ultraderechistas y violentos como los Proud Boys, a quienes se les veía pasear alegremente por Washington y participar en algunas escaramuzas.

Los duros enfrentamientos de este miércoles frente al Parlamento, en Washington, causaron conmoción en Estados Unidos y el mundo entero. Foto: AFP

Un dato alarmante: a pesar de que el fraude fue totalmente descartado por todas las vías, más del 70% de los republicanos creen que les robaron la elección. Son más de 50 millones de personas. Por eso, y para mantener sus chances ante una eventual candidatura en 2024, el presidente sigue promoviendo esa insólita realidad paralela.

Pero este miércoles Trump jugaba su última chance real en el Congreso, que debía certificar el ineludible triunfo de Joe Biden, como ya lo había hecho sin sorpresas el Colegio Electoral. Un grupo pequeño de senadores republicanos buscaba presentar una moción para auditar resultados en algunos estados, una maniobra que solo entorpecería la ceremonia porque no tenía ninguna posibilidad de prosperar ya que buena parte de los republicanos apoyarían la certificación de Biden.

Pero el vicepresidente Mike Pence le dijo a Trump lo que no quería escuchar: ya no había chances de revertir nada. El relato acababa, la realidad se imponía.

Una jornada de caos inédita en Washington. Foto: REUTERS

El control del Senado

Además, las noticias que llegaban desde Georgia eran alarmantes para el partido republicano. Allí estaban ganando los dos senadores demócratas y por lo tanto el Senado nacional pasaría a manos del partido de Biden, quien gobernaría con las dos cámaras a su favor.

En ese marco de derrota total, Trump continuaba arengando a sus seguidores y vapuleando a los republicanos que no lo apoyaban. Incluso sugirió que los acompañaría a marchar. Era ineludible que la furia estallara. Tardó una eternidad en llamar a la calma.

Así, el presidente termina su mandato con su sello de caos, en medio de un gravísimo ataque a las instituciones y a la democracia. Perdió el voto popular y también fue derrotado en el Colegio Electoral. Su partido pasará a ser minoría en el Senado y deberá reamarse para un futuro sin un líder personalista y rupturista como Trump. El magnate hoy solo se refugia en sus bases, que lo consideran un semidiós, y que se atreven a asaltar el Congreso, en una postal inédita incluso en el Tercer Mundo.

Biden deberá ser un gran equilibrista para aplacar esta violenta llamarada que seguramente continuará, incluso cuando él ya ocupe la Casa Blanca.

Washington, corresponsal

CB​

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