Existió una vida en la que Iliana Calabró se desangraba en textos de Lope de Vega, subía al escenario del San Martín con palabras de Eugène Ionesco, dejaba tripas
y lágrimas en las materias del Conservatorio de Arte Dramático. Un limbo al que regresa como en esas terapias de hipnosis que revelan estrambóticas vidas pasadas. Sabe que todo ese material que su hipocampo cerebral guarda un día le servirá como base para reeditar a la actriz dramática. Mientras la vida le da limones, “La Tana” exprime el jugo y avanza.
En el intervalo entre lo que proyectó y lo que la vida propone, Iliana hace uso de la morisqueta. Ahora atraviesa la pandemia en Carlos Paz, con un protagónico en La mentirita. En su decálogo invisible antes de salir a escena memoriza la regla número uno que le enseñó su padre: “No te pases de macchietta”. Traducción: la comedia en su punto justo. Difícil tarea para Madame Intensidad, la mujer que le enseñó a Juan Carlos Calabró a llorar.
De “Masterchef” a Carlos Paz, Iliana, todotereno.
-¿Juan Carlos no sabía llorar?
-No. No lo he visto llorar a mi padre. No podía conectarse con su sensibilidad, aflojarse. De tan sensible que era, no lo lograba. Un día, cuando protagonizaba Campeones, en Polka, viene a decirme: “Hija, me tenés que ayudar”. De grande lo habían convocado para el gran papel dramático y no sabía manejar una escena: ir a llorar a la tumba de su papá.
-¿Y cómo lo resolvieron?
-Le pasé la técnica de la memoria emotiva. Le sugerí lo de conectarse con algo personal. Lo logró y volvió emocionado: “Lloré a moco tendido”, me dijo. Él había estado toda la vida conectado con el humor. Después fue su enfermedad la que le permitió abrirse a la lágrima y al abrazo. Fue duro que tuviera que aprenderlo con una enfermedad larga, pero venció esa barrera. Yo soy la antítesis.
-¿Demasiado llorona?
-Sí, ni prefabrico la emoción ni la contengo. A mí me gusta conectarme con la sensibilidad y dejarla salir para que no me pase factura el cuerpo. Llorar es señal de que vivimos, de que hay un recorrido que hiciste y ahora ya no está y te duele.
Iliana Calabró (Instagram)
Iliana Ethel, nacida un 1° de junio, como Niní Marshall, 54 años, 37 en el medio, promedio 9 en el Conservatorio, medio millón de seguidores en Instagram, atraviesa la etapa “nido vacío”. Nicolás y Stéfano volaron, terminó el vínculo con Antonello Gandolfo y el coronavirus cercenó su posibilidad de la vida social no virtual. La cocina se convirtió en su flota flota: las viandas desbordantes de amor viajaban desde su heladera a la casa de sus amigos. Enviar comida se transformó en su metier terapéutico hasta que los planetas se alinearon otra vez con las hornallas y fue convocada para MasterChef Celebrity.
Conserva un cuaderno Laprida de más de 50 años en el que la abuela paterna Nela, siciliana, dejó la herencia culinaria de puño y letra. Recetas “de posguerra, económicas y efectivas”, como “usar el pollo desde la cabeza a las patas”. Las pastas rellenas y las salsas son la especialidad de Iliana, pero también los platos atravesados por la memoria del estómago y el corazón, la pizza a lo Alfonso (su abuelo), el puré Manu (su bisabuela), los ravioles “descansados” a lo Porota (su abuela materna). Su don, sin embargo, apunta a “lo dulce”: el tiramisú, el rogel, la torta invertida de manzana, el lemon pie, la bomba brownie, el pan dulce.
“¿Pronóstico de la final de MasterChef? Belu Lucius y Claudia Villafañe”, augura la mujer que conoció a Diego Maradona por su padre, en épocas de El Contra. “Siempre generoso, humilde, estaba en su mejor época y jamás pidió un peso para ir al programa”, cuenta. “Él se manejaba con todo el mundo igual, sea con un presidente o un operario”.
Juan Carlos Calabró en familia, junto a Iliana, Marina y Coca.
Mucho de la historia de Juan Carlos y su personaje ochentoso Johny Tolengo roza lo maradoneano: Iliana confiesa que el actor inspiró el juego del tapado de piel y ciertos rasgos narcisos en “El Diez”. Épocas en que ella, la primogénita, explotaba su personaje de Gitana Monserrat en Calabromas.
“Estaba hablando con vos sobre mi papá y se posó un colibrí. Dicen que cuando se posa un colibrí viene a dar un mensaje de que el alma del que amamos está bien”, llora del otro lado de la línea. “Se cumplieron siete años de su partida. Esta semana lo soñé y lo soñé bien. Yo lo siento incondicional, porque alguien que te amó tanto no puede dejarte a la deriva. Suerte que no tuvo que ver la pandemia. Hubiera sido doloroso el encierro en un hombre que vivía paseando por el barrio”.
Villarreal, Calabró, Bertrand, Bruni, Noya y Morena Rial en la obra “La mentirita”, en el Teatro del Lago en Carlos Paz.
Especialista en secarse las lágrimas y hacer de su sonrisa el centro de su cuerpo, un canje de productos comestibles o el sostén en un reality de canto, Iliana, la topadora, no frena. Detrás de la curva facial que no se aplana, la ilusion de enamorarse “otra vez” y varias tristezas bien camufladas. Lo habló en terapia hace unos años y terminó soltándolo como un volcán en un programa de televisión. “A los cinco o seis años sufrí un abuso”.
¿Cómo se construye una vida marcada por un delito que a esa edad no puede ni ser manifestado en palabras? “Todavía recuerdo el vestidito amarillo mío, iba en el ascensor, y me encontré con un señor que trabajaba en la librería cercana que me empezó a tocar. Me fui llorando, ya era una mujer cuando me bajó la ficha. Lo importante sería contarlo en el momento, pero puede pasar una vida hasta que lo procesás y lo decís. Ojalá sirva de algo a otras haberlo contado”.
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