Los chicos estuvieron un año en sus casas. Les sacaron los viajes de egresados, la fiestas de graduados, el uso de uniformes, los encuentros con sus compañeros, entre otros activos. Acaban
de terminar un año de mucho sufrimiento.
Once meses sin acordarse de los jóvenes, sin incluirlos en el problema aún cuando el mismo era de toda la sociedad, sin preguntarles ¿Qué harían? ¿Qué propuestas tenían? Los dejaron encerrados en su habitación y les dieron directivas: quedarse en casa, resolver sus tareas por zoom, no tener contacto con sus compañeros, etc.
Tuvieron síntomas, sufrieron angustias, patologías, nadie se preocupó por darles salidas, cada quince días les estiraron la cuarentena, y así sufrieron un año encerrados, con mucho sufrimiento, sin recuperar sus hábitos de vida. No pudieron elaborar su futuro en los estudios, en el trabajo, en la separación con su familia.
Después de un año de encierro sin escucharlos, una vez que les dieron un poco más de libertad, que los dejaron empezar a moverse para recuperar algunas prácticas vitales, les dicen que no pueden hacer lo que querían hacer, y que deben volver a guardarse.
¿Alguien los invitó a participar?¿ Alguien les preguntó que se podía hacer? ¿Alguien acordó con ellos modos de ir saliendo?¿El jefe de gabinete encontró alguna relación entre sus problemas de contención de la pandemia y las escuelas? No la hay en principio, pero el decidió amenazarlos: no se abrirán las escuelas.
Hasta ahora no hemos visto nada de eso, las escuelas no muestran ser un foco de contagios, pero el jefe de gabinete nos chantajea diciendo que volverán a guardar a los jóvenes si la sociedad no encuentra un modo de resolverlo. No han podido encontrar otras salidas, otras medidas, ni siquiera conversar con ellos incluyéndolos en la solución de la crisis que enfrentamos.
En medio de la desesperación por la crisis, por las medidas de salida que el gobierno no encuentra, después de un año de encierro, el jefe de gabinete ha decidido que volverá a castigarlos. Los jóvenes no pueden hacer nada más que esperar y aguantarse lo que Cafiero y sus amigos resuelvan.
Los jóvenes saben que el virus no les hace demasiado daño, probablemente puedan contagiar a algún otro, pero a sus pares no les trae mayores dramas. Es decir, el pedido no tiene que ver con ellos sino con un pedido de solidaridad, con un gesto hacia una sociedad que no ha hecho ninguno por ellos.
Quizás haya llegado el momento de escucharlos, pedirles ideas, buscar otras salidas, otros caminos. Tenemos que darles razones para hacer el sacrificio que les estamos pidiendo.
La trama vital de los adolescentes es pelearse con los adultos, no se trata de escuchar directivas y obedecerlas porque sí. El problema es que hoy la pelea con los adultos aparece como un enfrentamiento con la muerte. Pero su identidad se construye en ese enfrentamiento.
Dejemos de echarles culpas, probemos con escucharlos, preguntarles, integrarlos. De nada sirve seguirles dando directivas con las que no pueden hacer nada más que obedecernos.
Y si Cafiero prueba hablar con ellos antes de tomar medidas y chantajearnos, sería mejor para ellos y para todos.
Director de la Escuela de Gestión Educativa- ESEADE
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