“¿Qué onda la joda? ¿Está todo re matado este año, no?”, se presenta un chico en la lonita que comparten tres amigas de Rosario. Cuando eso del levante está complicado, hay
que aprovechar cualquier excusa para iniciar conversación. En Villa Gesell, no solo hay que respetar el distanciamiento social, tampoco se puede ingresar a la playa con alcohol ni poner música en parlante. No es solo letra muerta de una norma: la policía bonaerense patrulla la orilla del mar.
Un grupo de agentes de las fuerzas especiales UTOI revisa los bolsos, mochilas y heladeritas de quienes se acercan a la playa por la 104 y la 105. Son los ingresos a los paradores más populares entre los jóvenes: Windy y Pleno Sol.
Otros caminan por la arena y, sobre todo, a partir de las 18, cuando se empieza a llenar, vigilan que nadie tome alcohol o ponga música.
Villa Gesell está teniendo una temporada con menos veraneantes que el año pasado. Foto: Fernando de la Orden
Milena, Nazarena y Morena, de 21 años, llegaron este lunes y toman sol mientras escuchan cumbia en un parlante chiquito. “Nadie nos preguntó que traíamos, pero fue porque llegamos más temprano”, explica una de ellas.
El domingo a la noche salieron a un bar, hasta que a la 1 del lunes pasó una inspección municipal para aplicar la restricción comercial nocturna y el local tuvo que cerrar. “En la plaza cercana al Paseo de los Artesanos, los comerciantes habían salido a hacer una manifestación contra la medida”, cuenta la chica.
A diferencia de 2020, cuando se produjo el asesinato de Fernando Báez Sosa por parte de un grupo de rugbiers frente al boliche Le Brique, 2021 recibió a los más jóvenes con fuertes operativos de seguridad, tanto de día como en la noche, para desbaratar fiestas en casas.
Gesell, además, negó la habilitación a discotecas como Le Brique, ni en sus espacios abiertos ni con servicio de mesas, como ocurre en algunos boliches de Pinamar.
En las playas de Villa Gesell se ve que los veraneantes respetan el distanciamiento social por la baja ocupación y los fuertes controles. Foto: Fernando de la Orden
En la playa, Sebastián (18) toma sol sobre una toalla. “El alcohol lo entiendo, pero ya no poder escuchar música es una depresión. ¿En qué les molesta? A lo sumo alegramos un par de pescados”, bromea Sebastián (18).
Está con varios amigos de Venado Tuerto y también escuchan música en un parlante, a pesar de la prohibición. Jerónimo, del mismo grupo, cuenta que “con lo del virus” ya se esperaban que no hubiera nada de “joda”, pero decidieron viajar igual para descansar y disfrutar la playa.
Villa Gesell con muchas familias, en la primera quincena de 2021 y con los boliches cerrados. Foto: Fernando de la Orden
“¡Hay chuuurroooooos! ¡Crocantes, son rellenos, los chuuurroooos!”, llega Marcos Ribera. La canasta –$380 la docena- sigue medio llena, porque “se vende ‘tranqui’” este verano. “Acá a la tarde era la parte mas fuerte de la playa y los pibes hacían fiestas todo el tiempo, era todo alegría, traían bebida y los parlantes”.
El vendedor recuerda que en 2020, para pasar por la zona, había que caminar con los pies en el agua. El alcohol corría fuerte y este diario registraba cómo los chicos revoleaban botellas de cerveza vacías al aire donde se encontraban otros adolescentes bailando.
Fuertes controles policiales en los accesos a las playas de Villa Gesell. Foto: Fernando de la Orden
Hacia el sur, la playa conserva un ambiente más tranquilo. Una familia trazó un cuadrado de 2×2 metros en la arena para remarcar su burbuja. Otros se esconden del sol bajo una sombrilla. En Puerto Bonito, uno de los paradores más familieros, Guillermo Peñaloza (44) y su esposa Julieta Gómez (42) terminan de comer en una mesa frente al mar.
“Vinimos en auto desde Mendoza capital y la verdad es que hasta último momento dudamos si venir, porque nos daba miedo que se cerrara todo a partir del 15 o que hubiera un toque de queda, pero está todo perfecto para nosotros para veranear”, cuenta Guillermo.
Guillermo (44), Julieta (42) y Guillermina (9), de Mendoza, en el parador Puerto Bonito, de Villa Gesell. Foto: Fernando de la Orden
La pareja cuenta que en comparación a 2020, hay poca gente, sobre todo menos jóvenes, y cerraron muchos hoteles y restoranes. “El año pasado, yo salía a correr por la playa bien tempano y los veía madrugados, hoy no hay nada de eso”, dice. Guillermina, de 9 años, agrega que “no está la casa de jueguitos” a la que iban antes.
Para su mamá, Julieta, la restricción horaria afectó mucho al turismo. Por ejemplo, en lo hostería donde se hospedan “les suspendieron muchas reservas” porque la gente tenía miedo de que se volviera a una fase 1.
“Tenemos en promedio un 50 por ciento de ocupación hotelera en la primera quincena”, informó a Clarín el secretario de Turismo de Villa Gesell, Emiliano Felice. “Es una cifra más que aceptable, teniendo en cuenta este contexto”, aseguró.
La playa de Villa Gesell, este verano, con más espacio para estar en la arena. Foto: Fernando de la Orden
En función a los permisos de ingreso, el municipio contabilizó más de 100 mil ingresos tramitados para enero, que equivalen a 100 mil personas que entraron o planifican entrar. “Creo que vamos a finalizar enero en no menos de 400 mil turistas”, estimó.
“Gesell trabajó muy bien porque no estamos teniendo inconvenientes ni con aglomeraciones por fiestas clandestinas, ni en playas ni médanos, y somos el municipio de la Costa Atlántica con menor cantidad de contagios diarios”, señaló.
En la segunda quincena de enero, aseguró, esperan más cantidad de turistas, sobre todo de jóvenes, aunque este año no contarán con la “oferta de nocturnidad adaptada a ellos” que había siempre en Gesell. “Es el público que se podría restringir un poco más. Al resto, las restricciones horarias no le afectan en nada”, señaló.
Villa Gesell. Enviada especial.
DD
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