La necesidad imperiosa de ganar las elecciones choca con la pandemia y la economía

“La victoria, es decir, el éxito táctico, en principio es tan sólo un medio para la estrategia”, reflexionaba el filósofo y militar alemán Carl Von Clausewitz. La disputa por las elecciones

de octubre ya se inició pese a la incertidumbre por la pandemia y el rebrote de contagios. Ocurre que Alberto Fernández y en particular Cristina Kirchner, ponen todo en juego y su perspectiva cambiará radicalmente con un triunfo o una derrota. Juntos por el Cambio, también medirá fuerzas en una pelea por la Cámara de Diputados.

Dos escenarios posibles ponen en vilo a la clase política. Un triunfo de la oposición –más bancas de las que tiene- acotarían la gestión del Poder Ejecutivo y de Cristina en el Legislativo: Una situación similar a la derrota del kirchnerismo en las elecciones de medio termino de 2009. En aquél entonces Néstor Kirchner implementó las candidaturas testimoniales –candidatos que no iban a asumir sus bancas- y se postuló al igual que Sergio Massa y Daniel Scioli, entre otros. Perdió en la Ciudad, provincia de Buenos Aires y los principales distritos.

La oposición tuvo mayoría en Diputados pero de nada le valió esa ventaja inusual porque estaba atomizada y los egos personales pudieron más que cualquier construcción política. Hoy es diferente, la oferta está polarizada entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio.

El otro escenario, para el que ya trabaja el oficialismo, es repetir lo ocurrido en 2011 cuando en las elecciones generales el 54% de los votos con el que se alzó Cristina le permitió tener mayoría en Diputados y el Senado. Cualquier proyecto era un trámite. La expropiación del 51% de YPF o la reforma judicial para elegir por el voto popular a los miembros del Consejo de la Magistratura fueron algunas de las leyes. “¡Vamos por todo, por todo!”, arengaba la entonces presidente a la multitud en el acto por el Día de la Bandera en Rosario, en febrero de 2012.

“Si el Frente de Todos obtiene la mayoría en Diputados, obviamente que Alberto tendrá más poder pero la que se lleva todo es Cristina”, advierte un opositor. En un contexto de esas características, crear un tribunal que recorte el poder a la Corte puede ser un mero trámite legislativo, por ejemplo.

Juntos por el Cambio ya empezó a monitorear la situación electoral en cada provincia y los posibles candidatos para establecer un mapa nacional. El problema de la oposición es que necesita hacer una muy buena elección y mejorar la performance que tuvo en 2017, cuando obtuvo 60 diputados frente a los 51 del peronismo que compitió dividido entre Cristina, Massa y Randazzo.

Cumbre del PRO en Vicente López

A tal punto se anticipó la pelea electoral que un sector del oficialismo busca capitalizar hasta la campaña de vacunación. En municipios bonaerenses gobernados por la oposición se multiplican las denuncias de sus intendentes por la injerencia de La Cámpora que va desde enviar las vacunas a otros hospitales en lugar de los centros de vacunas de los municipios, hasta manejar la aplicación de las dosis a través de concejales camporistas, del IOMA, Anses o el Pami, excluyendo del operativo a los jefes comunales. Esto ocurre en Olavarría, Villarino, Maipú, Lobería, General Alvear, Suipacha, entre otros distritos.

Pero para que el Frente de Todos acceda a un panorama favorable son necesarios dos factores, no menores: que la pandemia no se agrave ni se extienda demasiado, y que se perciba la sensación de un “veranito económico”, aunque en números reales le llevará varios años al Gobierno volver a la situación de la pre pandemia, que de por sí era mala.

Congelamiento o aumento en cuentagotas de las tarifas, e incremento del consumo en el mercado interno es la vieja fórmula que se repite. Esquema que implementó como presidenta Cristina junto a su ministro de Economía de entonces, Axel Kicillof. Aquélla política económica terminó con una alta inflación, las arcas del Banco Central vacías y cuantiosos subsidios con un retraso de tarifas y de inversiones fenomenales. Aseguran que el gobernador bonaerense le dedica varias horas diarias a monitorear los números de la economía del país, para mantener al tanto a Cristina sobre los vaivenes de la gestión de Martín Guzmán.

El kirchnerismo apuesta todo a la sensación de mejora económica por la apertura de más actividades cerradas en la cuarentena, el ingreso extra por las retenciones al campo engordado por el alza de los commodities con la soja a más de 520 dólares. Y, desde ya, la emisión monetaria.

La proyección que hace la Casa Rosada está sintetizada en el diseño de la nueva fórmula jubilatoria en base al incremento de los salarios y de la recaudación, pero no de la inflación. Es eso. El Gobierno cree que crecerán más los salarios y el consumo que los precios. Por eso Guzmán proyecta una inflación para 2021 del 30% mientras que las estimaciones privadas la llevan al 50%.

“No hay muchos motivos para que la inflación este año baje. De hecho en 2020 estuvieron pisadas las tarifas, hubo precios cuidados y sin embargo fue de 36 puntos”, afirma un economista peronista. Y eso con una cuarentena que planchó el consumo porque durante varios meses la gente sólo compraba alimentos y medicamentos.

“Si la inflación fuera del 25% anual el país estallaría por los aires”, decía Cristina en el 2012, al inicio de su segundo mandato. Una de las frases que sin duda están en el top ten de las reflexiones desafortunadas de los gobernantes. De hecho, su gestión en 2015 culminó sin Indec y con una suba que se estimó entre el 27 y 30%. Y en 2014 había sido de 38,5%.

En cuánto a los salarios, no es sencilla su recomposición en medio de una crisis económica, por más que los gremios reclamen y presionan con medidas de fuerza. Durante 2020 cerraron al menos unos 90 mil locales comerciales y 41.200 pymes. Ya no es una cuestión de poder adquisitivo si no de desempleo.

“La lógica del mercado interno no funciona porque con inflación no se gana poder adquisitivo. Me parece que el Gobierno va a tener como pauta que el tipo de cambio no se desborde y que la inflación esté mas cerca de 40 puntos”, admite un funcionario que no forma parte del equipo económico.

También se repite la lógica kirchnerista del 2008 cuando no aprovechó el boom de la soja y terminó encerrado en la pelea con el campo por la resolución 125. Hoy, con el precio de la soja por las nubes el riesgo país es de 1400 puntos. Un reflejo de las limitaciones del Gobierno y de las expectativas que genera.

“Cuando el kirchnerismo tiene alta inflación y problema de precios entra en conflicto. Ahora el Gobierno está pateando el problema hacia delante, escondiendo otra vez la basura debajo de la alfombra. La decisión que tome va contra el déficit fiscal y afectará la negociación con el FMI”, sostiene un opositor.

Es un interrogante qué exigencias en cuanto a metas fiscales fijará el Fondo. Está claro que la falta de avance de un acuerdo con la Argentina responde al accidentado cambio de gobierno y al arribo de Joe Biden. Aún no hay directivas del nuevo gobierno hacia el FMI respecto de la negociación con Argentina. Tampoco América Latina es una prioridad para los demócratas.

¿Qué pasa con esta estrategia si una segunda ola extiende la cuarentena? Es el peor escenario para el Gobierno.

La duda reside en si la sociedad experimentará a la hora de votar en octubre una sensación de “mejora de la economía” que la empuje a apoyar al Frente de Todos. O, por el contrario, castigará a Alberto Fernández y Cristina Kirchner por la debacle económica y por el avance contra la Justicia motorizado por el interés de la vicepresidenta.

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