A mediados de los ’80, Los Ángeles tenía motivos para sentirse orgullosa como ciudad. Había organizado con gran éxito los juegos olímpicos, el crimen se había reducido y las grandes inversiones
en carreteras lograban llevar algo de alivio a un tráfico históricamente endemoniado. Pero detrás de ese mundo, lejos del glamour de las estrellas de Hollywood, una persona mantenía en vilo a la ciudad, a partir de una sucesión de homicidios y agresiones sexuales, que comenzaron en 1985.
La historia de ese caso criminal es el eje de Acosador nocturno: a la caza de un asesino en serie, producida por Netflix. La miniserie, que tiene cuatro capítulos de cuarenta minutos, está construida principalmente a partir de las voces de Gil Carrillo y Frank Salerno, los dos investigadores del caso.
Uno es un mexicano por el que nadie daba nada; el otro, una leyenda en la resolución de crímenes en los Estados Unidos. Gil es un hombre regordete, muy enamorado de su mujer; Frank encarna al detective duro, como el Philip Marlowe de las novelas de Raymond Chandler.
“Acosador nocturno: a la caza de un asesino en serie” se extiende a lo largo de cuatro episodios.
A lo largo de los capítulos, se repasan los ataques, van a la escena del crimen a partir del material de archivo y dan voz a quienes estuvieron cerca de los casos: familiares de las víctimas, sobrevivientes, periodistas y otros integrantes de las fuerzas de seguridad de Los Angeles y San Francisco. Además, claro, se intenta completar el rompecabezas de las agresiones.
El relato de la docuserie es clásico, con entrevistas a cámara, archivo de los noticieros de la época y el uso de algunas viñetas de ficción.
A diferencia de Seven, la película en la que Kevin Spacey interpretaba a un asesino en serie que mataba a personas de acuerdo a los pecados capitales, el asesino Richard Ramírez no tiene nada de metódico y no sigue ningún patrón. Mata sin importar condición social, edad ni raza. Ataca a ancianos y a niños con diferentes objetos. Viola, roba -a veces, otras no-, maltrata y aniquila.
Quizás el gran desacierto de Acosador nocturno… es poner el foco principalmente en el accionar policial y no equilibrar el eje también en la vida de Ramírez. La historia va en una sola dirección: calificar al asesino de monstruo adorador de Satán y apoyar ese concepto en algunas declaraciones de los entrevistados, del tipo “hay maldad en su mirada”. Salerno, en otra parte de la miniserie, dice: “Asesino detenido, asesino muerto. Eso es todo”.
Esa simpleza puede servir para la lógica de un investigador policial, pero es poco efectiva para construir una historia interesante y que escape a las que ya existen sobre asesinatos en serie. “¿Qué lleva a una persona a hacer estas cosas? Creo que el demonio existe. El mal existe”, dice uno de los entrevistados, sin demasiada intención de escudriñar en la mente del asesino. El rol de la prensa también es calificado siempre como un obstáculo molesto para la investigación.
La docuserie está sostenida por los relatos de los dos investigadores de los casos de Ramírez.
Todos podemos ser malvados de una manera u otra. Mirar de cerca ese comportamiento puede resultar intrigante y, quizás, dar como resultado una buena serie policial. Un mundo que no sea presentado sólo en blanco y negro.
Ficha
Calificación: Regular
Documental Protagonistas: Gil Carrillo, Frank Salerno y Tony Valdez Creadores: James Carroll y Tiller Russell Emisión: Netflix Duración: cuatro episodios de cuarenta minutos.
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