La Casa Blanca había recortado los fondos a las asociaciones que se dedican a luchar contra la radicalización y el asunto estaba fuera del radar del gobierno, que circunscribió el problema
al extremismo islamista, pero no escapó de la atención de Larry King, el legendario presentador de televisión fallecido este sábado a los 87 años.
“Pasé casi ocho años de mi vida odiando a personas con las que ni siquiera me había molestado en hablar. Era pura ignorancia. No eran lo que yo esperaba ni lo que me habían dicho que eran”, le confesó hace exactamente un año la ex neonazi Angela King, cofundadora de Life After Hate (La vida después del odio).
La pregunta que entonces se hacía el presentador es la misma que ahora, tras el ataque al Capitolio y el tumultuoso relevo de poder en la Casa Blanca, se hace colectivamente Estados Unidos: “¿Qué lleva a una persona a sumarse a grupos de odio y, más importante, cuánto cuesta salir de ellos?”.
El presidente Joe Bidencalificó el asalto de “terrorismo doméstico” y una de las primeras medidas que tomó en sus primeras 48 horas en la Casa Blanca fue encargar una evaluación a fondo del problema.
El presidente Joe Biden pide investigar el extremismo de derecha en Estados Unidos. Foto: Bloomberg
Los planes del nuevo gobierno
En una muestra de la relevancia que da al tema, la responsabilidad recaerá en el Departamento de Seguridad Nacional y el FBI, que realizarán sus propias investigaciones y se apoyarán también en el trabajo de organizaciones no gubernamentales, explicó la secretaria de Prensa, Jen Psaki.
“El asalto al Capitolio y las trágicas muertes y destrucción que sucedieron subrayan lo que hemos sabido hace tiempo: el auge del extremismo doméstico violento es una grave y creciente amenaza para la seguridad nacional”, afirmó Psaki.
A partir de esa evaluación, el Consejo de Seguridad Nacional desarrollará medidas para prevenir la radicalización y desmantelar redes de extremismo violento. “La administración Biden va a afrontar esta amenaza con determinación y con los recursos que sean necesarios”, recalcó.
La implicación de Seguridad Nacional, una agencia federal creada a raíz de los atentados del 11 de septiembre del 2001, refleja un giro en la estrategia antiterrorista de EE.UU. para centrar la atención en la violencia generada en el interior del país. Expertos en terrorismo consideran el asalto la culminación de años de radicalización de ciertos sectores de la sociedad estadounidense.
Los seguidores de Donald Trump tomaron por asalto el Capitolio el 6 de enero. Foto: REUTERS
Además de personas con camisetas con lemas antisemitas y banderas de las cruzadas y QAnon (la última gran plataforma conspirativa, que sostiene que Trump luchaba contra una red de pedofilia dirigida por los demócratas y estrellas de Hollywood), entre los insurgentes había miembros de grupos de extrema derecha y supremacismo blanco. Decenas de ellos estaban ya en las bases de datos de alertas terroristas del FBI, según una investigación de The Washington Post.
La insurrección fue la demostración, denuncian analistas y políticos, de que el gobierno federal de Donald Trump no se ha tomado en serio las señales de alarma que llegaban: la masacre contra hispanos en El Paso, el atentado contra la sinagoga de Pittsburgh…
En la mayor parte de los más de mil casos de terrorismo doméstico del año pasado había motivaciones racistas, advirtió en otoño el director del FBI, Christopher Wray.
“Esto no ocurrió porque no tuviéramos los recursos para anticiparlo, o porque no tuviéramos informes de inteligencia o las leyes adecuadas”, sostiene la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez.
Banderas confederadas en la marcha de apoyo a Donald Trump que terminó en el violento asalto al Capitolio. Foto: AP
Ayuda para salir del extremismo
Los demócratas reclaman que se aumenten los recursos para financiar programas de desradicalización, como Life After Hate.
Fundada en Chicago hace 10 años por Angela King y otros ex miembros de bandas de skinheads y grupos supremacistas blancos, ofrece ayuda a personas que quieren salir de grupos extremistas y fue una de las organizaciones afectadas por el recorte de fondos de la administración Trump. Su análisis del proceso y causas de la radicalización no son muy distintos a los que se han hecho en Europa y EE.UU. en el pasado sobre los yihadistas.
El asalto al Congreso demuestra cómo las injusticias, reales o imaginarias, pueden conducir a la violencia pero también “cómo pueden y van a ser explotadas para radicalizar a otros hacia la violencia” dirigida contra grupos señalados como enemigos, afirma la organización, ya que “les da una falsa sensación de alivio”. Sea la manipulación de creencias religiosas o de la explotación del patriotismo.
El Congreso pidió a la directora de Inteligencia Nacional nominada por Biden, Avril Haines, que dedique los recursos de las agencias federales a investigar el problema del extremismo y la desinformación.
Las miradas de aprensión de Europa hacia EE.UU. son mutuas. “Hemos visto crecer grupos de extrema derecha similares en varios países europeos y hay cierto trabajo en red entre lo que pasa allí y lo que está pasando en este país”, afirma el senador Mark Warner.
El Southern Poverty Law Center (SPLC), centro especializado en el estudio de grupos extremistas, identificó a más de una docena de ellos en el asalto al Capitolio, por ejemplo los Proud Boys, que solo admite hombres, los Boogaloo Boys, pertenecientes a la corriente “aceleracionista”, que busca una segunda guerra civil, o los Oath Keepers, formación que intenta reclutar especialmente a veteranos.
Aunque “no parece que haya ninguna organización de arriba abajo”, el hecho de que algunos de estos extremistas estén organizados en milicias o tenga formación militar es “una preocupación añadida” en comparación con los “a menudo incompetentes yihadistas americanos” que surgieron tras el 11-S, afirma Daniel Byman, analista de Brookings Institution.
En el 2019, la cifra de grupos de nacionalistas blancos identificados por el SPLC aumentó por segundo año consecutivo, hasta un 55% respecto al 2017, afirma la organización en su último informe, que destaca que ya se partía de niveles récord después de la presidencia de Barack Obama, el primer presidente negro.
“Estos grupos de odio, envalentonados por el presidente, plantean una amenaza directa para las vidas de millones de negros, indígenas y otras personas de color en todo el país. No desaparecerán después de la toma de posesión del presidente Biden”, advirtió su presidenta, Margaret Huang, después del ataque al Capitolio. Entre sus recomendaciones, poner más énfasis en la prevención de la radicalización, más que en los castigos.
Aunque EE.UU. puede extraer lecciones de 20 años de lucha contra el terrorismo islamista, los hechos del Capitolio exponen una situación mucho más compleja, escribe Byman. “Los mitos sobre el fraude electoral abrazados por muchos líderes republicanos y medios de comunicación es un trasfondo problemático. Afrontar este desafío es una auténtica hazaña dada la polarización en EE.UU.”, concluyó.
Por Beatriz Navarro, corresponsal de La Vanguardia en Washington
CB
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