Pablo Marti es actor y periodista. En 2019 empezó a entrevistar a Barreda con la intención de contar suhistoria. Fue la última persona que lo visitó y quien se ocupó de que
“Lo conocí en julio de 2019. Pasé toda mi adolescencia con el caso y un día dije: ‘lo tengo que conocer aRicardo Barreda’. Él vivía en San Martín, en una pensión. Un día me toca ir a grabar una participación paraun programa de Canal 13 que se filmaba en El Palomar y me dije: ‘hoy es el día’”, recuerda Marti.
Barreda junto a Berta “Pochi” André, su última pareja. Se fue a vivir con ella al salir de la cárcel, en2008. La mujer murió en julio de 2015. Sufría problemas neurológicos.
“Si bien él no dijo nada diferente respecto de los crímenes, sí me contó otras cosas que quizá nunca sehubieran sabido sobre él”, detalla Marti, que lo visitó al menos una vez por semana durante ocho meses. Sesentó, incómodo, al costado de la cama y esperó a que él quisiera hablar. Lo interrumpieron médicos y compañerosde habitación. Pero logró acumular 200 horas de grabación que algún día serán undocumental.
“Adelante mío, jamás hubo alguien que le tuviera miedo a Barreda. Es más, había mucha gente que entraba a lahabitación a saludarlo. La gente lo iba a saludar, se sacaban fotos, tenían buena onda con él. Pero lo ibancambiando de habitaciones, por ahí entraba un jueves y veía la cama de él vacía y decía: ¿Qué pasó?Siempre era que lo trasladaban a otro lugar”, recuerda.
Para Pablo, esto ocurría cuando demasiadas personas sabían que estaba ahí. Aunque se cree que también teníanque ver con el reclamo de las enfermeras y las médicas del piso, que se cansaban de sus comentariosmisóginos.
A su tiempo en la cárcel, Barreda lo recordaba como el período en el “que estuvo guardado”. Hablaba de sushijas y de su esposa cuando contaba anécdotas y se refería el cuádruple femicidio como “lo que pasó”, aveces “el hecho”. No estaba cómodo hablando del crimen, al menos no tanto como cuando alardeaba sobresus amantes.
Pablo cuenta que durante las entrevistas que tuvo con Barreda se detenía a mirar sus manos porque “conesas manos se cargó a una familia”.
“Una vez, no sé si se equivocó o por qué, le pregunté qué nombre le íbamos a poner al libro. Y me respondió:‘No me olviden’. Cuando me dijo eso me quedé mudo. Él disfrutaba de eso (que lo conozcan), disfrutabamucho eso. Para mí, en esa casa murieron cinco personas. Y no cuatro, él también murió: después se tuvo quereinventar”, analiza el periodista, que está escribiendo un libro con la historia del femicida.
El femicida pasó sus últimos años entre hospitales y geriátricos. Murió a los 84 años, en soledad.
Su tumba en el cementerio municipal de José C. Paz tiene una cruz de madera y el epitafio que puso subiógrafo, Pablo Marti: “Arrepentido de mis pecados cometidos”.
Barreda sabía que “era famoso” y aunque le costaba cada vez más enfrentar la mirada del otro, noquería morirse y ser olvidado.
Para Marti, en la cárcel Barreda había encontrado un refugio. A pesar de que otros presos lo cuestionaban porhaber matado a su familia, estaba “a resguardo”. “A él no le fue mal con la sociedad. Creo que hoy hubieratenido otra respuesta. Hoy lo hubieran linchado, se lo hubiese matado. Pero a él había gente que lo saludaba, que le pedía fotos. Fue un fenómeno aparte, la gente losaludaba, le pedía fotos. No lo puedo entender”, confiesa.
Barreda quería que lo enterraran en el panteón de su familia en La Plata o que desparramaran sus cenizas enla cancha de Estudiantes de La Plata. Nada de esoocurrió. La dirección del club rechazó esa idea apenas se deslizó en redes sociales. El geriátrico en el que estaba internado decidió, sinconsultar a nadie, que fuera trasladado al cementerio de José C. Paz, a 115 kilómetros de su casa.