Hacia una pesca más ecológica

Si vos creés que en la pesca deportiva no se le hace ningún daño al pez, entonces, te recomiendo que sigas leyendo: esta nota no perpetúa esa mentira. Es absolutamente imposible,

desde que se usa un anzuelo y se fuerza a un pez, no causarle algún impacto negativo. Aclarado esto, sin embargo, podemos pensar en cómo minimizar esa huella humana.

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Menor pelea

Durante muchos años se habló del gran mérito del pescador en utilizar los nailons más finos para darle más oportunidades al pez de que lo cortara y ganara su libertad. Eran épocas en que se mataba casi todo lo que se pescaba y, por tanto, esta pauta implicaba un gran avance. Los estudios biológicos demostraron que se trataba de un error: hay que reducir lo máximo posible la lucha del pez por librarse el engaño.
Con este fin no conviene utilizar una línea tan fina que achique la posibilidad de traerlo lo antes posible para liberarlo, ni trabajar con el freno del reel tan suelto que el pez siempre saque línea y no se lo pueda arrimar. Peces más grandes y batalladores exigen un mayor tiempo de pelea, pero exagerarla le proporciona un mayor desgaste de energía, lo que se convierte en un estrés que puede llevarlo a la muerte.

A su medio

Lamentablemente, no tenemos en la Argentina un informe de qué porcentaje de peces sobreviven a la devolución. Por el contrario, especies como el black bass o la trucha, que mueven millones de dólares en los Estados Unidos, han sido objeto de estos estudios. Recuerdo, por caso, un informe que señalaba que un 43 % de los bass moría. También es importante considerar cuánto tiempo después de la devolución se hace el estudio.
El biólogo Alec Krüse Zeinad, en el libro Peixes fluviais do Brasil, deja en claro que, por el período crítico de mayor mortalidad verificado en salmónidos y el tucunaré amarillo, “el mínimo para observar la mortalidad poscaptura hecha con equipos deportivos debe ser de, por lo menos, 48 horas”.
Si el número de peces que sobreviven es similar en las especies que pescamos habitualmente en nuestro país, quiere decir que, al menos, sobrevivirá más de la mitad de los ejemplares que restituimos. Y sin caer en fanatismos exagerados, como todos los fanatismos, mi consejo es pescar con devolución, sobre todo, en el caso de especies de alto valor deportivo (dorado, tararira, surubí, trucha, etc.) y, más aún, las que no tienen reproducción en cautiverio o es mínima como para repoblar un ambiente.

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“¿Entonces no puedo comer un pescado cuando hago una salida, que tanto me cuesta en dinero y tiempo?” Sí, claro: un puñado de bagres fritos o una palometa grande asada no destruirán el medio ambiente, pues abundan y no constituyen especies de alto valor deportivo aunque salvan más de una jornada.
“Pero si los pescadores comerciales matan todo, ¿por qué yo no me voy a llevar una fila de tarariras para casa?” Legalmente, si el reglamento lo permite está bien. Mi consejo es una cuestión de conciencia y, por tanto, apela a la voluntad de cada uno. ¿Hay obligación en ayudar a alguien que se cae en la calle? No. Pero si lo hago me siento mejor. El argumento que indica que puedo hacer algo porque otros lo hacen solo conduce al caos y justifica hasta la peor de las acciones, no solo en la pesca sino en la vida. Total, el otro lo hace.

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