El enemigo del pueblo y de la patria comprendió que la gran operatoria que necesitaba realizar era, a la inversa, fomentar nuestra división.
Por Gabriel Fernández|Las temáticas particulares con desacuerdos deben formar parte de una polémica interna que, asentada en la valoración de la unidad, permita considerar los distintos intereses. Quienes rechazaron al kirchnerismo por considerarlo no peronista, hoy lo reivindican para oponerse a Alberto Fernández. Ni siquiera consideran la presencia de CFK en el gobierno (FOTO).
Después de la unidad, promovida por el movimiento obrero en 2018 y concretada en la victoria de 2019, empezaron a surgir las descalificaciones.
Primero y hasta el hartazgo el año pasado, sobre el espacio de centroizquierda del Frente de Todos.
Se puso de moda, con gran énfasis, combatir al progresismo.
A tal punto que quienes veníamos debatiendo fuerte con el feminismo radicalizado, contra el lenguaje inclusivo y en rechazo del pre juzgamiento, advertimos que una cosa era discrepar y otra, romper.
Si el peronismo rompe con la centroizquierda que (al fin), se aproximó gracias al perfil ofrecido por el kirchnerismo, fuerza a que esa corriente retorne a la cola de las construcciones liberales.
Allí recaló por décadas y por eso resultó de gran importancia contenerla tras banderas nacional populares.
Con ella, cuyas falencias son nítidas, es preciso seguir discutiendo sin quebrar.
Ahora, los anatemas van contra el Frente Renovador.
Ese lugar político también fue recuperado para integrar el espacio, después de sus intentos por elaborar una fuerza anti kirchnerista.
Obvio que se la integró en base a poder numérico: sus miembros se convencieron de la imposibilidad de crecer a solas.
Es decir, por las dos vías se pudo armar, sindicalismo mediante, un frente toma todo listo para ganar elecciones.
Esto resulta imprescindible porque el peronismo nunca logró por si solo superar en los comicios a una fuerza liberal coaligada.
Somos mayoría relativa, pero necesitamos vertebrarnos en Frente para sumar los respaldos necesarios. Desde el origen, el peronismo fue absorbiendo lo que se desplazaba a los costados.
El proceder exitoso, ayer y hoy, es contrastante con la idea del partido ideológico chico y cerrado, donde sólo tienen pase a tribuna los que están bien de acuerdo.
Ese tipo de construcción, a diestra y siniestra, siempre tuvo el problema de estar alejada de las concreciones y por lo tanto de la potencia para impulsar transformaciones.
Como el espacio construido entre peronismo, progresismo y Frente Renovador tiene contradicciones ostensibles, el avance se genera al ritmo de la ecuación.
Así fue con el Frejuli y las distintas construcciones históricas.
Si se quiebra por esos dos costados ¿Qué queda?
Una corriente cerrada y con menor respaldo electoral.
Lo curioso del presente (2001 hasta la actualidad, eso es presente), es que quienes rechazaron al kirchnerismo por considerarlo no – peronista, hoy lo reivindican para oponerse a Alberto Fernández.
Ni siquiera consideran la presencia de CFK en el gobierno.
Cuando negaban el caracter peronista al kirchnerismo, lo hacían idealizando un ayer que nunca fue.
El peronismo siempre tuvo una articulación pragmática.
Esto lo hemos señalado en el texto Idealizaciones, publicado meses atrás: https://revistamugica.com.ar/idealizaciones/ .
Por entonces también indicamos que la gran tarea del movimiento nacional radicaba, junto con poner de pie al país -recuperar la producción industrial y desalentar la especulación- dividir la alianza Juntos por el Cambio que congregaba las zonas antinacionales.
El enemigo del pueblo y de la patria comprendió que la gran operatoria que necesitaba realizar era, a la inversa, fomentar nuestra división.
Ese enemigo es la oligarquía, por llamar de un modo conocido al ensamble grandes exportadores, grandes bancos, medios monopólicos, empresas concentradas.
Por supuesto que esos sectores operan al interior de nuestras corrientes.
El modo de interceptar esa acción no es excluir todo lo que se detecta influido por las mismas, sino avanzar en conjunto para que las políticas dinámicas tengan amparo para desplegarse.
Es que a pesar de sus deficiencias, progresistas y renovadores necesitan del mercado interno para vivir políticamente.
La renta absoluta también los excluye.
Así aparecieron esas dos oleadas; contra el progresismo y contra el Frente Renovador.
No para debatir, lo cual es sano, sino para romper.
Como sabemos, un sector medio activo en redes, es muy proclive a fundamentalizar las modas y considerar «inadmisible» marchar junto a los señalados como el Mal.
En las horas que transcurren nos encontramos en el cenit de esas campañas.
Las temáticas particulares con desacuerdos son elevadas al absoluto para explicar la importancia de fracturar el Frente de Todos, en vez de formar parte de una polémica interna que, asentada en la valoración de la unidad, permita considerar los distintos intereses.
Así lo señalamos al observar que si el primer paso general era la promoción del crecimiento para acabar con la recesión, el siguiente e inmediato, contrastar sin quebrar la dualidad peronismo – desarrollismo que late en el seno de la coalición propia.
Es decir, además del impulso productivo, la lucha distributiva interna en la cual nos alineamos con el movimiento obrero y sus cercanías.
Quienes evalúan que el espacio elaborado estos años carece de sentido porque no debería tener los componentes que posee y señalan que «ya perdimos» porque estiman la orientación como perjudicial para los intereses nacionales y populares contribuyen a cerrar los debates internos y a limar la potencia masiva necesaria para poder avanzar, en el ritmo impuesto por la síntesis, hacia un país mejor.
GF/N&P: * Director La Señal Medios