Hubo un tiempo en que los clubes de Sudamérica jugaban finales contra los europeos y las ganaban. En los épicos años 60 y 70, por supuesto, pero también no hace tanto,
a principios de siglo, cuando empezaba a asomar el Mundial de Clubes y la Copa Intercontinental ofrecía sus últimas ediciones. Ahí está el recuerdo del Boca de Carlos Bianchi ganándole al Real Madrid (2000) y al Milan (2003) para confirmarlo.
Pero ese tiempo ya no existe. Lo que sucedió esta semana con el Palmeiras –eliminado en semis por Tigres de México y luego derrotado ante Al Ahly por el tercer puesto– vino a validar una tendencia: los equipos de la Conmebol se alejan cada vez más de los de Europa, e incluso se alejan de los campeones de otros continentes.
De las últimas cinco ediciones del Mundial de Clubes, en tres los equipos sudamericanos quedaron eliminados en el primer partido que jugaron, la semifinal del certamen. En 2016, Atlético Nacional cayó ¡3-0! ante el Kashima Antlers de Japón. En 2018, el River que venía de ganarle a Boca la final de la Libertadores en Madrid no pudo vencer al Al-Ain de los Emiratos Árabes Unidos y quedó afuera por penales. Y ahora, Palmeiras –quizás el campeón de Libertadores más gris del último tiempo– perdió ante el Tigres mexicano y luego ante Al Ahly.
Si los clubes de Sudamérica antes perdían las finales, ahora casi ni las juegan.
En esos tres años, como en los últimos ocho, el campeón del Mundial fue el participante europeo. Para encontrar al último campeón sudamericano del Mundial hay que viajar hasta 2012, cuando Corinthians superó 1-0 al Chelsea en Yokohama. Brasil es el único país de la Conmebol que pudo levantar este trofeo: además de Corinthians, los otros que lo ganaron fueron San Pablo (en 2005 frente al Liverpool) e Inter de Porto Alegre (en 2006 contra el Barcelona).
La diferencia tiene su lógica: los mejores jugadores del sur del mundo juegan en las ligas de afuera, sean europeas o norteamericanas. Los equipos de aquí están condenados a fabricar y exportar jugadores, y seducir a los más veteranos para que terminen sus carreras en los países de origen.
Eso tiene su correlación en el presupuesto del fútbol profesional de los clubes, que aportan algunas pistas para explicar este desbalance deportivo. Mientras que el Bayern Munich, reciente campeón, destina a los salarios de su plantel 336 millones de euros anuales (400 millones de dólares), Palmeiras apenas reparte 98,4 millones de reales por año (18,2 millones de dólares).
Tigres, reciente finalista y el más poderoso de la Liga MX, destina más del doble que el campeón de la Libertadores: 40 millones de dólares.
Pero si la diferencia es abrumadora entre Europa y Brasil, la diferencia con la Argentina es casi obscena. Según el último presupuesto, los sueldos de los futbolistas y el cuerpo técnico de River representarán un gasto de 247.091.000 pesos (2,8 o 1,6 millones de dólares, según la cotización que se tome). Una realidad que aleja cada vez más a los equipos de aquí de la crema del fútbol internacional.