El viernes es el día clave. Alberto Rodríguez Saá sabrá entonces si se oficializa su lista, presentada al filo de la medianoche del lunes, con la que buscó desafiar
la unidad del PJ, acompañado por un grupo de dirigentes y ex funcionarios K de paladar negro como la extra partidaria Milagro Sala, Gabriel Mariotto, Julio de Vido y su esposa Alessandra “Lali” Minnicelli. Amparados -con dudosa legitimidad, según fuentes legales del partido- por nueve cajas y unos 85 mil avales. Necesitan, para empezar, el difícil respaldo de cinco presidentes provinciales del partido.
Sergio Berni fue mucho más pragmático. Antes del fin de semana reservó número -400- y color -rojo punzó- de su lista “Orden y trabajo”, mandó a entregar una decena de cajas con los avales, que ayer se acumulaban en la sede de la calle Matheu, amagó con presentar su postulación y viajó a descansar a Bariloche, a esperar que le sonara el teléfono. Pasó lo que el propio ministro provincial intuía: se excusó por la inclusión de Axel Kicillof como uno de los cinco vicepresidentes de la nómina oficial que candidatea a Alberto Fernández. Con la promesa, dicen, de un casillero en el peronismo bonaerense, la pelea que se aproxima tras el cierre de estas horas del PJ nacional.
El Fernández presidente del PJ -la elección está pautada para el 20 de marzo-, un cargo que, como la Presidencia del país, no estaba en su radar hasta hace poco más de un año y medio, se terminó de plasmar al cierre del lunes por la necesidad del Frente de Todos de mantener la unidad en año electoral y apuntalar la figura del jefe de Estado, cuyo liderazgo no terminó nunca de consolidarse.
El gobernador de San Luis quiso quebrar esa búsqueda, rodeado por dirigentes que, como mínimo, piden el indulto de Milagro Sala. Nunca hubo posibilidad de acordar, a pesar de la charla, amistosa según cuentan, que Rodríguez Saá y Fernández mantuvieron en noviembre pasado, una vez que se postergó el calendario electoral del PJ. Gastón Harispe, del movimiento Octubres, trató de practicar el mismo pragmatismo de Berni: entregó documentación -“incompleta”, confiaron desde la junta electoral partidaria- y le escribió a Santiago Cafiero para negociar. No tuvo demasiado éxito.
Junto a Cafiero -también colaboró Juan Manuel Olmos, el asesor presidencial con agenda acotada-, pero con más protagonismo, el ministro Eduardo “Wado” de Pedro se puso al hombro las negociaciones con el sindicalismo y, en especial, con los gobernadores. José Luis Gioja, actual presidente del PJ, con COVID aunque asintomático, siguió las conversaciones desde su domicilio de San Juan.
Con Cristina Álvarez Rodríguez, Kicillof, Analía Rach Quiroga -vicegobernadora de Jorge Capitanich-, Juan Manzur y la catamarqueña Lucía Corpacci como vicepresidentes -primera vez con paridad de género-, y las nominaciones de Héctor Daer, Alicia Kirchner, De Pedro, Cafiero, Hugo Yasky, Pablo Moyano, Omar Perotti, Gustavo Bordet, Gustavo Menéndez y Víctor Santa María, entre otros, el Frente de Todos aglutinó detrás de Fernández la unidad casi completa de todos los sectores del frente.
Sin la presencia de Cristina Kirchner, a quién nunca le agradó el PJ pero que, a diferencia de Fernández, no necesita de la estructura partidaria para ocupar la centralidad del poder y ejercer su liderazgo.
Máximo Kirchner tampoco se guardó un lugar: espera por el PJ bonaerense para terminar de afianzar su rol como dirigente de peso en la provincia de Buenos Aires.
Lo intentó a fines del año pasado, animado, en parte, por Martín Insaurralde, cuyo vínculo con algunos de sus colegas está quebrado y que hace tiempo responde sin escalas a La Cámpora, por sobrados motivos: le cedieron el control de la cámara de Diputados provincial y de Lotería a través de dos de sus hombres de confianza. El “operativo clamor” de diciembre fue más tibio de lo que se esperaba. Se plantaron Fernando Gray, Gustavo Menéndez y Juan Zabaleta. Se resolvió entonces esperar un tiempo.
En territorio bonaerense estiman que el jefe del bloque del Frente de Todos en la Cámara baja y la cúpula de La Cámpora deberán sentarse con los intendentes del conurbano a la mesa de negociaciones en las próximas semanas.
De todos modos, la jefatura partidaria de Máximo Kirchner ya es un hecho. “A menos que planteen una locura“, explica un intendente cercano a la Casa Rosada. El menú de la mesa de discusiones va desde los casilleros y los apoderados y las listas legislativas de este año hasta la pelea por la Federación Argentina de Municipios (FAM), por la que pugnan Fernando Espinoza, el candidato de Kirchner, y Zabaleta, por la Casa Rosada.
Una organización vaciada desde hace rato, que Néstor Kirchner revitalizó durante su gestión y que ahora se transformó en otro ámbito atravesado por las internas oficiales.
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