El depósito de Mike Bowen, en las afueras de Fort Worth (Texas), estaba repleto de cajas de barbijos N95 de calidad médica. Su empresa, Prestige Ameritech, puede producir un millón de
mascarillas cada cuatro días, pero no tiene pedidos que se acerquen a esa cantidad. Por eso, hace poco obtuvo la aprobación del gobierno para exportarlas.
“Estoy tapado de barbijos”, dice Bowen.
Ese mismo día, 1.600 kilómetros al norte, Mary Turner, enfermera de terapia intensiva de un hospital de las afueras de Minneapolis, se colocó el único barbijo N95 descartable asignado a todo su turno.
Antes de la pandemia de coronavirus, Turner habría tirado su mascarilla y tomado una nueva después de cada paciente para evitar la propagación de la enfermedad. Pero hoy llevará ese barbijo de una persona infectada a la siguiente porque los N95 –que filtran el 95% de las partículas infecciosas– supuestamente escasean desde marzo pasado.
El empleador de Turner, North Memorial Health, informó en un comunicado que las reservas se han estabilizado, pero la empresa sigue limitando su uso porque “debemos seguir siendo cuidadosos con esas reservas” para garantizar la seguridad de todos.
Un año después de iniciada la pandemia de Covid-19, muchos millones de barbijos N95 salen de las fábricas estadounidenses y se almacenan. Sin embargo, médicos y enfermeras como Turner afirman que todavía no hay suficientes en las “salas de terapia intensiva con oxígeno de alto flujo y gérmenes de Covid por todas partes”.
Médicos y enfermeros atienden a un paciente con coronavirus en un hosptial de Houston, Texas. Foto: The New York Times
Aunque los problemas de oferta y demanda en torno a los barbijos N95 están bien documentados, hasta ahora no estaban claras las razones de esa discrepancia.
¿Escasez o errores logísticos?
La debacle logística tiene su origen en los errores federales del año pasado a la hora de coordinar las cadenas de suministro y proporcionar a los hospitales normas claras sobre cómo gestionar su equipamiento médico.
Correos electrónicos internos del gobierno obtenidos por The Associated Press muestran que hubo decisiones deliberadas de retener información vital sobre los nuevos fabricantes y la disponibilidad de las mascarillas.
Datos comerciales exclusivos y entrevistas con fabricantes, gerentes de compras de hospitales y personal médico de primera línea revelan una falla en la comunicación -no una escasez real- que está privando de una protección de primera calidad a los médicos, las enfermeras, los paramédicos y otras personas que corren el riesgo de quedar expuestos al Covid-19.
Antes de la pandemia, los proveedores de servicios médicos seguían las directrices de los fabricantes y del gobierno que exigían que los N95 se desecharan después de cada uso, en gran medida para proteger a los médicos y enfermeras de contraer ellos mismos enfermedades infecciosas.
¿Es seguro reutilizarlos?
Cuando los N95 se agotaron, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por la sigla en inglés) modificaron esas directrices para permitir un uso prolongado y la reutilización sólo si los suministros “menguaban”, término que no se definía.
Los hospitales reaccionaron de diversas maneras, según ha averiguado AP. Algunos han vuelto a los protocolos de N95 anteriores al Covid-19 que fijan un solo uso por paciente, pero la mayoría entrega una mascarilla por día o menos a cada empleado. Muchos gerentes de compras de los hospitales afirman que se basan en las directrices de los CDC respecto de la reducción de existencias, aunque las propias sean abundantes.
Chester “Trey” Moeller, funcionario político que fue subdirector de personal de los CDC hasta la asunción del presidente Joe Biden el mes pasado, dijo que los esfuerzos para aumentar la producción de mascarillas en EE.UU. fueron exitosos, pero que desde entonces ha habido una desconexión federal en la relación entre quienes las necesitan y este nuevo suministro.
“Estamos obligando al sector sanitario a reutilizar N95 desinfectadas o, lo que es peor, a llevar una N95 el día entero”, afirmó.
Una protesta de enfermeras en Faribault, Minnesotta, días atrás, para reclamar equipamiento y medidas de seguridad contra el coronavirus en los hospitales. Foto: AP
Demanda y más producción
Antes de que la pandemia se extendiera por los Estados Unidos, la demanda de mascarillas N95 era de 1.700 millones por año, de los cuales el 80% se destinaba a usos industriales y el 20% a los médicos, dicen las asociaciones profesionales. En 2021, fuentes de la industria estiman que la demanda de barbijos N95 para uso médico será de 5.700 millones.
Ante el aumento de la demanda y el estímulo del gobierno federal, los fabricantes estadounidenses decidieron dar un paso al frente. La empresa de Bowen, Prestige Ameritech, aumentó la producción de 75.000 mascarillas N95 mensuales a casi 10 millones durante la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, muchos hospitales están acumulando existencias por temor a una futura ola y restringen la cantidad que se entrega directamente a los trabajadores sanitarios.
Los barbijos N95 no deberían reutilzarse, según los estándares de los expertos en salud. Pero ante la escasez, no hay otra opción. Foto: AFP
AP habló con una decena de gerentes de compra que adquieren suministros para más de 300 hospitales de todo Estados Unidos. Todos dijeron que ya tienen almacenados suficientes N95 para entre dos y 12 meses.
Aun así, todos esos sistemas hospitalarios salvo dos entregan a sus médicos, enfermeras y otros trabajadores una mascarilla por día o incluso una por semana. Algunos dicen estar esperando a que el suministro aumente aún más, mientras que otros no planean volver nunca más al uso anterior al Covid-19.
Dean Weber, vicepresidente de gestión de la cadena de suministro corporativa de Sanford Health en Sioux Falls (Dakota del Sur), dijo que las directrices de un N95 por paciente se establecieron con ayuda de los fabricantes.
“Los fabricantes de mascarillas se dedican al negocio de venderlas”, declaró Weber. Dijo priorizar la seguridad sobre el costo, pero no cree que haya que desechar estos barbijos después de cada uso. “De hecho, todos nos enamoramos de un N95”, remarcó.
Pero John Wright, vicepresidente de cadenas de suministro de Intermountain Healthcare, con sede en Salt Lake City, afirma que reutilizar las mascarillas o usarlas durante más tiempo “no sería apropiado” una vez que tengan suficientes suministros. Espera que en dos semanas sus 23 hospitales y cientos de clínicas vuelvan a utilizarlas una sola vez.
Compras al exterior
A medida que el coronavirus se extendía durante la primavera y el verano boreales, la demanda de barbijos N95 aumentaba a niveles sin precedentes y éstos desaparecieron de los depósitos de los distribuidores. Los hospitales y distribuidores buscaron en el extranjero para cubrir las necesidades.
En marzo de 2020, sólo llegaron a Estados Unidos seis contenedores de mascarillas N95, y casi todas eran para uso industrial, no médico. En septiembre de 2020, las órdenes de compra se habían disparado: en un mes, llegaron a los puertos estadounidenses casi 3.000 contenedores de N95, casi todos de uso médico.
El organismo federal que supervisa a los fabricantes de N95, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH por la sigla en inglés), aprobó 94 nuevas marcas, incluidos 19 nuevos fabricantes nacionales, según los correos electrónicos internos del gobierno.
Durante el otoño y el invierno, estos fabricantes nacionales contrataron a miles de empleados e invirtieron millones en insumos para producir barbijos.
Fabricación nacional
Mientras la producción estadounidense aumentaba durante el otoño y el invierno, las importaciones se desplomaban. Los datos sobre remesas que registran ImportGenius y Panjiva Inc, servicios que rastrean de forma independiente el comercio mundial, muestran que las llegadas cayeron bruscamente a unos 150 en enero de 2021.
En Shanghái, Cameron Johnson, asesor comercial de la empresa de selección de personal Tidalwave Solutions y miembro adjunto del cuerpo docente de la Universidad de Nueva York, dice que “el mercado de mascarillas se ha desfondado”.
Pero el gobierno estadounidense no ayudó a vincular a los compradores con los crecientes suministros. Ahora, algunos de los fabricantes con sede en Estados Unidos se enfrentan a grandes pérdidas financieras, posibles despidos y quiebras.
En diciembre, Moeller, designado por el presidente Donald Trump, se sintió cada vez más frustrado mientras trabajaba en la oficina del director de los CDC, el doctor Robert Redfield.
El depósito de una fábrica de barbijos en Richland Hills, Texas, repleto de cajas de los N95. Foto: AP
“(El NIOSH) había aprobado a casi 20 fabricantes estadounidenses para que fabricaran barbijos N95, pero no había publicado ninguna guía o aviso de que más de 100 millones de capacidad de fabricación de máscaras N95 por mes quedaban sin vender”, dijo Moeller a AP.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por la sigla en inglés) supervisaba las cadenas de suministro de N95 y recibió 80 millones de dólares en fondos de emergencia para la pandemia “para prevenir, preparar y responder al coronavirus”. De esa cantidad, unos 38 millones de dólares se destinaron a esfuerzos relacionados con el seguimiento de la escasez de productos médicos.
Pero el organismo aún no ha resuelto el problema. “Se ha concedido buen número de nuevas aprobaciones de NIOSH (mascarillas)”, dijo Suzanne Schwartz, directora de la Oficina de Asociaciones Estratégicas e Innovación Tecnológica de la FDA. “Sin embargo, en cuanto al acceso a esos nuevos fabricantes, parece haber un obstáculo allí. La FDA está tratando de identificar esa traba”.
Schwartz señaló que el organismo está trabajando con el equipo de respuesta a la pandemia del presidente Biden y la industria sanitaria para encontrar respuestas.
Capacidad de producción sin aprovechar
Los correos electrónicos internos muestran que Moeller alertó en diciembre al jefe del NIOSH, el Dr. John Howard, sobre la capacidad de fabricación de N95 no utilizada en Estados Unidos.
En un correo electrónico del 22 de diciembre, Howard reconoció que seguía oyendo hablar de escasez: “Aparentemente, hay una importante capacidad de producción nacional que no se utiliza por falta de pedidos y hemos intentado solucionar esa desconexión entre proveedores y compradores”.
Unas semanas más tarde, como sugerencia para solucionar el problema, Howard dijo que se había publicado la lista de fabricantes nacionales de N95 para los posibles compradores. Pero la lista aparece en la página 3 de un oscuro boletín publicado por un toxicólogo de la Universidad de Cincinnati, después de una columna satírica sobre los “cuellitos de abrigo” o mascarillas quirúrgicas mal colocadas.
El NIOSH no promocionaba activamente a los nuevos productores de mascarillas, escribió Howard, diciendo que “para no dar la impresión de que hay un trato no equitativo y debido a lo dinámico del panorama de producción, no hemos publicado en nuestro sitio web información sobre la disponibilidad de barbijos”.
A través de un portavoz del organismo, Howard rechazó un pedido de entrevista. En un comunicado, el NIOSH también reconoció que existe “una desconexión entre la oferta y la demanda” y dijo estar trabajando con la FEMA (Agencia Federal de Gestión de Emergencias) y otros organismos federales, así como con plataformas de venta online como Amazon.com Inc. para conectar mejor a los compradores con los productores de mascarillas fabricadas en Estados Unidos.
“¿Cómo puede ocurrir esto? Hay una necesidad evidente y tenemos un enorme motor de suministro”, dijo Tony Uphoff, presidente y director general de Thomas, una plataforma online para el abastecimiento de productos. Uphoff señaló que durante décadas el mercado de N95 fue estable, así que, cuando el virus puso patas arriba la cadena de suministro, los gerentes de compras no estaban preparados para responder.
Entretanto, Estados Unidos se halla en una paradoja. Cuanto más se racionan los N95 para paliar una supuesta escasez, menos mascarillas llegan realmente al frente de batalla.
Los N95 siguen apareciendo en la lista de elementos escasos de la FDA, en parte debido a los informes de médicos y enfermeras que dicen que aún no tienen los suficientes. Haciendo referencia a la demanda mundial, la Asociación Estadounidense de Hospitales también afirma que hay escasez de N95. Pero la lista de elementos escasos del gobierno hace que los distribuidores limiten la cantidad de mascarillas que pueden vender a cada hospital.
“El concepto es similar a cuando se detiene la negociación en Wall Street“, explicó David Hargraves, vicepresidente sénior de cadena de suministro de Premier, organización de compras grupales que ayuda a miles de hospitales de todo Estados Unidos a comprar equipos y suministros.
Los riesgos
Pero sin una orientación clara, los hospitales no tienen otra opción más que tomar sus propias decisiones.
Algunos gerentes de compras son reacios a confiar en las mascarillas de proveedores desconocidos. Otros se resisten a recurrir a los fabricantes nacionales aprobados por el gobierno, algunos de los cuales cobran más que los fabricantes internacionales. Y agregar nuevos productos al inventario de un hospital puede ser complicado: cada trabajador sanitario debe someterse a una prueba de ajuste antes de utilizar una nueva marca.
“No es fácil pasar de una marca a otra”, afirma Katie Dean, directora de cadena de suministros sanitarios de Stanford Health Care de California, donde han vuelto a utilizar una mascarilla N95 por paciente, según las necesidades.
El Dr. Robert Hancock, médico de urgencias y presidente del Colegio de Médicos de Urgencias de Texas, dijo que los hospitales corren riesgos al seguir racionando los N95, incluso cuando tienen suficiente cantidad. Dijo que algunos médicos le dicen que reciben una mascarilla N95 cada cinco a siete días.
“Todas los N95 que hay actualmente fueron diseñados para ser usados una vez. Nunca se diseñaron para ser reutilizados”, remarcó Hancock. Y agregó: “Los hospitales van a tener que aportar datos sólidos que respalden que una mascarilla fabricada para un solo uso puede utilizarse repetidas veces si hay otras mascarillas disponibles. Una cosa era cuando no teníamos opción. Pero no se puede decir que algo funciona porque te favorece económicamente”.
Por Jason Dearen, Juliet Linderman y Martha Mendoza, The Associated Press
Traducción: Elisa Carnelli
CB
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