Ginés González Garcíaempezó el día sabiendo que lo terminaba mal. Era viernes. La noche anterior, tarde, desde la Casa Rosada le habían pedido el listado de vacunados de la
política que se inocularon contra el Covid-19 gracias a gestiones del Ministerio de Salud.
Al mediodía siguiente, ya circulaba por varios medios la entrevista-confesión en la que el fundador del portal de noticias El Cohete a la Luna, Horacio Verbitsky, develaba la trastienda de las vacunas anti coronavirus habilitadas por el ministro a personalidades afines al oficialismo.
Verbitsky cometió sincericidio autoinculpándose en una aplicación irregular de la Sputnik V. Había lacerado no solo a su propia reputación: también a González García. Era el funcionario quién había montado un vacunatorio en su organismo público para beneficio de influyentes K.
El Presidente habló con su ministro cuando la polémica escalaba en la opinión pública y dentro de la propia coalición de Gobierno. Se enojó con sus explicaciones. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, lo llamó al poco tiempo para pedirle la renuncia.
El enojado entonces fue González García. Pasó horas encerrado en su despacho del Ministerio de Salud, reunido solo con sus asesores de mayor confianza, dolido con Fernández, su amigo, porque lo sacaba del cargo en medio del escándalo por las vacunas VIP.
Empezaba a ser el máximo protagonista de un affaire de consecuencias aún difíciles de mensurar.
“Ginés”, a partir de ese momento, fue el imán de todas las críticas de los medios de prensa y las audiencias de las redes sociales. Su cara aparecía en las pantallas de tevé como en una especie de cadena nacional cada vez más caliente en la que se iba cocinando de a poquito.
“Me dejaron solo”, se quejaba, según fuentes inmejorables de su entorno. “Me están haciendo pagar todo el costo a mí”, insistía, palabras más, palabras menos.
González García creía en esas horas de vértigo lo mismo que un día después, ya en el cruel y reciente llano, fuera del poder: “Me usaron en una operación para tapar lo que todos sabían que estaba pasando“, argumenta frente a sus conocidos, no de modo textual, pero sí en el mismo sentido de esa frase.
González García le reprocha al Presidente que buena parte del poder K sabía de la vacunación facilitada a los propios, salteando todo protocolo y plan sanitario. El ahora exministro deja trascender que efectivamente cometió un error grosero con el vacunatorio que montó en su ministerio.
Sus allegados admiten que se inoculó con la Sputnik a sus principales asesores, sus secretarios, un chofer, y sobre todo a los empleados que trabajan en el programa Detectar, dedicado a buscar “en territorio” a positivos de Covid-19.
González García también le explicó a funcionarios que dos de los vacunados en el Ministerio de Salud, los legisladores Jorge Taiana y Eduardo Valdés, fueron atendidos allí porque así se lo indicaron desde la Casa Rosada debido a que iban a participar del viaje a México que encabezará Alberto Fernández a principios de esta semana. Ya no irán a ningún lado. Desatada la polémica por las Vacunas VIP, Fernández ordenó que los dos beneficiados por su influencia se queden en Buenos Aires.
González García está cada vez más convencido que la Casa Rosada “aprovechó” el escándalo para acomodar la interna del poder K.
Consejeros del Presidente explicaron ayer que el drástico pedido de renuncia a González García fue un gesto de liderazgo de Fernández que sirve como mensaje a los diferentes referentes del Frente de Todos.
González García fue hasta el viernes un funcionario emblemático del Gobierno. Lideraba las políticas para combatir la pandemia.
Pero también era uno de los ministros que se había ganado el fastidio de la vicepresidente Cristina Fernández, y de la dirigencia de la agrupación que lidera su hijo Máximo, La Cámpora. Ese sector del poder lo presionaba desde hace largos meses para que dejara su puesto.
El Ministerio de Salud era, al menos hasta hoy, uno de los principales organismos del Estado en el que La Cámpora no había logrado designar a funcionarios en los cargos jerárquicos.
González García no dejó entrar a los “camporistas” a Salud. Y se llevaba mal con el ministro de Salud de Buenos Aires, Daniel Gollan, y también con su viceministro, Nicolás Kreplak, Tenía más afinidad con su colega porteño, Fernán Quirós.
Imperdonable para Fernández (Cristina).
Hasta que González García fuera despedido, las críticas por los vacunados VIP se enfocaban en la provincia de Buenos Aires.
Ya no. Los enemigos del oficialismo bonaerense de Ginés celebran su “caída”. ¿La habrán alentado?
El exministro fue uno de los pocos que se animó a contestarle a la vice cuando ella pidió en un discurso público que los ministros que tienen miedo deberían renunciar a su cargo.
González García dijo sobre esa crítica al Gabinete que “jamás” se “iría en el medio de esta situación”. Y agregó: “La peleo todos los días y la voy a seguir peleando. ¿Cómo me voy a ir en este momento?”.
El ex ministro sumó más inquina en el Instituto Patria, la sede política de la vicepresidenta, cuando resistió el avance de un plan de la propia Fernández quien en un acto en La Plata, a fines del año pasado, lanzó una propuesta que tenía bien estudiada: modificar el sistema de salud de la Argentina para que sea el Estado el que tenga el poder sobre las obras sociales sindicales e incluso también de las prepagas, compañías con propietarios del ámbito privado. González García era un ministro de Salud con muy buen diálogo con los gremios más poderosos de la CGT peronista.
Fue también la vice quien le ordenó al Presidente que frene un aumento que el Ministerio de Salud habia habilitado para las empresas privadas que brindan servicios sanitarios.
Todo se canceló mediante un decreto que firmó González García un día después de haber aprobado la suba de las cuotas que le cobran a sus millones de clientes.
Tan vertiginoso y problemático fue ese ida y vuelta, que el Superintendente de Servicios de Salud, Eduardo Zanarini, terminó internado por una afección cardíaca.
Ninguno de esos conflictos o disensos entre González García y Fernández (Cristina) no exculpan al ex ministro del escándalo de las Vacunas VIP, del que se hizo responsable aceptando el descalabro en su carta de renuncia.
González García tardó varias horas en hacer pública su dimisión aunque el Presidente le había pedido que se fuera el viernes al mediodía.
Sorprendido por el desenlace que tuvo la polémica por las vacunas VIP, el ex ministro pasó toda la tarde del viernes, hasta pasadas las nueve de la noche, encerrado en su despacho pensando en cuál sería su descargo, y esperando algún respaldo del Presidente, que nunca le llegó.
Otros tiempos. Alberto Fernández abraza a Ginés González García en un acto en la Facultad de Medicina. Fue el 3 de diciembre de 2019 y allí lo confirmó como ministro. Foto Martín Bonetto.
En la oficina del ministro de Salud, en la que deslumbra un enorme mural de Quinquela Martin, González García insistía frente a sus allegados: “Tengo que hablar con Alberto”. En un instante de enojo e impaciencia incluso se paró de su silla y soltó: “Bueno, me voy a la Casa Rosada para verlo al Presidente”.
Los funcionarios de su mayor confianza lo convencieron de que no tenía sentido intentar conciliar nada con el jefe que se había hartado de él, tanto como para cortarle las comunicaciones y alentar las críticas en su contra filtrando información dañina sobre él a los periodistas que intentaban saber qué pasa en la Casa Rosada en ese viernes rabioso.
Aunque jamás lo va a admitir en público, el exministro se sentiría dolido porque su secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, aceptó la propuesta del Presidente y hoy es la nueva ministra del área. Aunque fue González García el que la hizo crecer en la función pública, Vizzotti hace varios meses tenía mala relación con su jefe directo.
Incluso con otros empleados jerárquicos del Ministerio que ahora conduce.
El quiebre de ese vínculo se dio al mismo tiempo en que Vizzotti empezó a acercarse a la vicepresidenta Fernández.
La funcionaria fue la elegida por ella para encabezar la primera visita a Rusia para acordar con el gobierno de Vladimir Putin el abastecimiento para la Argentina de la vacuna Sputnik V.
“Bueno, andá y fijate qué pasa con eso”, habría sido la respuesta de González García cuando su subordinada le informó que viajaría a Moscú por impulso de la vicepresidenta.
Los asesores incondicionales del exministro dejan trascender que el tiempo demostrará que los funcionarios de La Cámpora terminarán ascendiendo en el Ministerio de Salud.
González García acepta que se equivocó feo. Pero no está dispuesto a ser maltratado por la opinión pública en soledad, frente al silencio de un Gobierno que conocía lo que hacía, según su versión de los hechos. Él conoce todos los secretos de la gestión de la Casa Rosada en pandemia.
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