Entre ceja y ceja
La crisis del gabinete ofrece una radiografía de las fortalezas y debilidades del oficialismo y la oposición. Es útil para entender sus efectos en este
lapso preelectoral. El peronismo gobernante exhibe de la manera más cruda su principal pasivo: no tener un liderazgo que contenga las contradicciones entre las tribus la trifecta presidencial. La salida del ministro de Salud corona una crisis entre sectores encontrados del oficialismo, sobre cómo enfrentar no sólo la peste sino la administración del sector.
Esa falta de un liderazgo fuerte le brindó a la oposición una victoria descomunal: la cabeza del uno de los ministros del gabinete mejor valorados en las encuestas. Ginés González García también es el conductor de la guerra contra el virus. Cualquier manual de estrategia recomienda como herramienta clave dispararle a la cabeza del jefe enemigo. Es la manera de dislocar psíquicamente al enemigo.
La oposición de Juntos por el Cambio lo tenía apuntado desde hace meses a Ginés y lo hostigó con todas las herramientas que tuvo a mano.
La más eficaz, la tarea de la diputada Graciela Ocaña. La legisladora reemplazó a Ginés en 2007, cuando Cristina Kirchner la designó ministra de Salud en su primer gabinete. Desde ese cargo, Ocaña levantó el pliego de críticas a Ginés, con los mismos argumentos de sus adversarios del grupo de la “soberanía sanitaria”: Gollán y Kreplak – ministro y viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires. En esa maniobra de pinzas lo arrinconaron y tumbaron a Ginés del gabinete.
Ginés González García al retirarse del Ministerio de Salud. Foto Enrique García Medina.
Del nepotismo a la vacuna para la corona
La oposición siguió otra recomendación estratégica de, entre otros, sir Basil Liddell Hart – maestro de esa disciplina-: llevar al enemigo al territorio más ventajoso para la batalla final. En el libro “Estrategia: La aproximación indirecta”, Liddel Hart describe la acción de Escipión para derribar a Aníbal el cartaginés: “Logró conducirlo a una zona de su propia elección, donde Aníbal carecía de refuerzos materiales”.
En este caso, la zona más débil del oficialismo es la corrección política, el reproche ético. En ese territorio, que es también el del voto moderado de las grandes ciudades – la CABA, por dar un ejemplo – el peronismo es más que débil. Esta fuerza exhibe el nepotismo como una herramienta de conducción.
Hoy el modelo es Máximo Kirchner, que ya va por un segundo mandato como diputado nacional y es el jefe del bloque, por el solo hecho de ser el hijo de la vicepresidenta. Ella, por su lado, accedió a la presidencia en sucesión casi regia de su marido. Si se atribuyen los cargos del poder con tanta liviandad, ¿cómo no se iban a repartir las vacunas?
Esas “travesuras” no son exclusivas del peronismo. El problema que tienen es que no se cuidan. Ayudó a esta crisis la falta de otro insumo tan escaso como las vacunas, que es la lealtad. Para quienes miran con lupa las conductas, el minué de disculpas de los funcionarios y amigos del gobierno para justificarse en la cola de los vacunados son un festival de la deslealtad. No se salva nadie, ni en el área presidencial de Olivos.
Con una lealtad de tan baja intensidad, lo peor que le puede ocurrir a un peronista es encontrase a un compañero en el ascensor de un hotel alojamiento. Sos boleta.
El cristinismo festeja junto a la oposición
Lo demás es anecdótico, si alguien habló de más sobre lo que ocurría detrás de los biombos de las enfermerías del Posadas o del Ministerio. Si hubo fuego amigo o ajeno. Acá se encontraron dos grandes enemigos de Ginés: los adversarios del Gobierno, que lo acusan de la cuarentena eterna y de los efectos sobre una economía que ya venía chocada; y la oposición interna, que le reprocha desde 2007 ser un abanderado de las obras sociales, de los laboratorios y las prepagas.
La tribu de la “soberanía sanitaria” le critica no avanzar en una estatización total del sistema, unificando todas las cajas de recaudación en un sistema nacional integrado de salud, del tipo que el peronismo intentó imponer en 1973 con José López Rega en el gabinete de Perón.
Este sector cree, además, que el Estado debe asumir la fabricación de medicamentos y abandonar los sueños de una economía de mercado en el área de salud. La tribu de la soberanía sanitaria dice expresar las ideas de Cristina, incluso en la preferencia por alguna vacuna.
Ahora le cercan la plaza a Alberto, que eligió a Carla Vizzotti como reemplazante para no entregar el Ministerio. Ginés estaba en el cargo porque Alberto, cuando asumió, no tenía candidato a ministro, salvo Pablo Yedlin, del sector de Juan Manzur, que también es un heredo-ginesista.
Cuentas viejas: paga Olivos
Con este envión, las cuadrillas de la soberanía sanitaria acampan en las puertas del Ministerio de Salud. Los uniforman las consignas del Instituto Patria, que destilan distancia respecto de las víctimas de este momento. Ginés representa al peronismo vetero-cafierista que tiende un hilo histórico que viene de Antonio, gobernador de Buenos Aires, sigue por Duhalde y termina en Santiago, jefe de gabinete.
Representan todo lo contrario al peronismo cristinista. Otro golpeado de la jornada del viernes es Gustavo Béliz. Era su día, porque iniciaba la navegación del Consejo Económico y Social con el gran sarao en el CCK, con gobernadores y todo el oficialismo alineado. Ni salió en los diarios. Lo tapó la trama de Vacuna para la Corona, atentado o accidente precipitado por Horacio Verbitsky.
Hay que recordar que, en julio de 2004, en aquel programa de Mariano Grondona en el cual Béliz mostró la fotografía del espía Stiuso, también se refirió a Verbitsky. Reprodujo palabras de Néstor Kirchner que lo descalificaban. Lo debe haber recordado el viernes, en el momentum de Béliz, otro allegado a Olivos, que es una colonia afectada por la responsabilidad de aquel caso, un emblema de lo que es la política: una anécdota puede convertirse, cuando estás en el plano inclinado, en una tragedia. Y una lección: nunca dejes que se te junten todos los enemigos.
Un golpe a Alberto en su peregrinación a México
Esta crisis golpea al Presidente cuando está subiendo al avión hacia México. Ese país es parte, junto con la Argentina y Estados Unidos, del proyecto de fabricación de la vacuna AstraZeneca. Surgió de un acuerdo cerrado en la Casa Blanca. Fue parte de la campaña de Donald Trump a la presidencia. Trump homenajeó al mexicano Andrés López Obrador el 8 de julio del año pasado, en una cena junto a un seleccionado de empresarios de Estados Unidos y México.
Los dos países venían de firmar, una semana antes, el nuevo tratado que reformaba al NAFTA. Allí Carlos Slim pudo comprometerse a participar del consorcio que integra Estados Unidos como “funder” de la vacuna de Oxford. Los negociadores de ese acuerdo, el canciller Mike Pompeo con el yernísimo Jared Kushner, de un lado, y el canciller mexicano Marcelo Ebrard del otro, pudieron convenir en que la vacuna debía panamericanizarse, por lo menos hacia Canadá y México.
Un intento de crear una burbuja para frenar el contagio hacia el continente.
México reclamó que la fabricación de la vacuna se hiciera fuera de México. AMLO estaba en guerra con los laboratorios de su país. Por eso su gobierno compra remedios a laboratorios extranjeros a través de la Organización Mundial de la Salud.
Slim integra un club de amigos con Hugo Sigman, fabricante en el país de la vacuna en la planta de Garín. Con el triunfo de Joe Biden, Alberto y López Obrador buscan rehacer sus vidas. El presidente mexicano lo recibe al argentino este lunes, con una agenda que los va a mostrar juntos todos los días que dura la visita.
Uno de los encuentros es para visitar la planta en donde se envasa la vacuna. Lo pidió AMLO, que introdujo en el léxico y los documentos de esta visita un lema nuevo: la mirada austral. Un intento de atornillar un nuevo espacio de relaciones, que aproveche el cambio de los factores en las pujas continentales entre EE.UU., Cuba, Venezuela y – hacia afuera – China y la UE. México preside hoy la CELAC, la OEA sin EE.UU. y Canadá, y la Argentina tiene el mismo cargo pro tempore en el Mercosur.
La agenda es riquísima, pero Alberto llega con los papeles mojados. Se le cayeron los legisladores de la delegación y, con la renuncia de Ginés, quien era el valedor de las relaciones con el grupo fabricante de la vacuna.
El PRO premió a la ministro más prestigiosa, el Gobierno lo castiga
¿Cómo no va a festejar la oposición este cañonazo al corazón de la administración gobernante? ¿Cómo no va a festejar la tribu de la “soberanía sanitaria” que entorna a Cristina y a Kicillof? Una radiografía del oficialismo: tumba al funcionario estrella y le regala el triunfo a la oposición, con tal de despachar una pelea interna. Eso es lo que significa ausencia de liderazgo y falta de estrategia. Sacrifican gobernabilidad por internismo.
La oposición mira con gracia estas divisiones del oficialismo, porque sabe que un peronismo dividido es un adversario más vulnerable. La coalición se lleva la cabeza de Ginés, que era junto a Sergio Berni, uno de los funcionarios mejor valorados en la encuesta de diciembre pasado de la Universidad de San Andrés. Por encima de Martín Guzmán, en el promedio de valoración positiva y negativa. Un gobierno con conducción y estrategia hubiera preservado esa figura, para no regalarle triunfos a la oposición, que muestra reflejos con más sentido de la estrategia.
Durante el gobierno de Cambiemos, Patricia Bullrich era la ministro mejor valorada del gabinete. El PRO la premió a la salida del Gobierno con la presidencia del partido. También la alientan para competir como candidata a diputada este año, a jefa de gobierno en 2023 y hasta hay fantasías presidenciales sobre ella. En Juntos por el Cambio hay también disidencias en cuanto al liderazgo, pero esa cooperativa se atiene a los technicals estratégicos y se fuerza por conducirse de manera coordinada. Nunca rifaría a un elemento valorado por el público. El efecto es devastador hacia adentro y hacia afuera del oficialismo, porque rompe su último intento de capturar adhesiones en el público moderado, que construye los prestigios y decide las elecciones.
También en el radicalismo hay unitarios y federales
Corrientes es ya el taller de ideas de la oposición. Una segunda cumbre radical en la casa de esa provincia en la CABA juntó a los mandatarios del partido con jefes legislativos que representan al interior. Se juramentaron para apoyar la chance de Maxi Abad en la pelea con Gustavo Posse por la presidencia del comité provincial del radicalismo. Del encuentro salieron varios a acompañarlo a Maxi en actos por el conurbano, la comarca en la que Posse es más fuerte.
Temen allí que ese sector tenga alguna ayuda del peronismo gobernante, que querría esmerilar la gravitación del proradicalismo que representa Abad, y que tiene como referente externo a María Eugenia Vidal. Especulaciones que intentan mitigar los actores principales. Este sector del radicalismo del interior ve con recelo la alianza que tiene Horacio Rodríguez Larreta en la CABA con la UCR, y se preguntan por qué Martín Lousteau, referente de esa relación, se manifiesta tan a favor de Posse.
Creen que, si ese sector domina también el radicalismo de la provincia de Buenos Aires, quedarían de nuevo en el control del área metropolitana, de la mano de Posse y Larreta. Un estereotipo de unitarios y federales muy cercano al que divide al peronismo metropolitano del trío gobernante – CABA y GBA con Alberto, Massa y Cristina – y enfrente el peronismo de las provincias.
Negar las PASO trae mala suerte (Ginés)
Larreta se fuerza a mostrarse neutral en esta pelea, porque la tiene a Vidal jugando con Abad y a Lousteau jugando con Posse. Estos tironeos son mortificantes y los mitiga con gestos subterráneos – decirle a Abad, por lo bajo, que en realidad lo apoya a él porque es María Eugenia – o de superficie, como su aparición pública el viernes en Corrientes, en una jornada dedicada cultivar las relaciones con el gobernador Gustavo Valdés.
Le sirvió para justificar su ausencia de la cumbre del CCK, porque entendió que el Gobierno había convertido el lanzamiento del Consejo Económico y Social en una fiesta para pocos, sin partidos políticos ni la oposición. En ese viaje Larreta asistió a una larga cena con todos los sectores de la UCR y del PRO local, entre ellos los postulantes a una de las senadurías que se juegan este año, Pedro Braillard Poccard y Noel Breard. En el encuentro se dio forma a un acuerdo interno de los radicales, entre Valdés y Ricardo Colombi.
Valdés admite que se pliega a un proyecto de desplazamiento de fechas de las PASO nacionales para que ocurran después de las PASO locales, ya que en su provincia se eligen autoridades provinciales y le conviene despegarse. Ese día había renunciado Ginés, horas después de haber dicho que no se pueden hacer las PASO en agosto por la peste. Es un tema embrujado, mejor no hablar.
Ya pelean por la sucesión de Cornejo
La confrontación entre radicales de Buenos Aires tiene que ver con la sucesión en la conducción nacional del partido. En diciembre vence el mandato de Alfredo Cornejo, que no tiene reelección, y en esas internas, como en las de otras provincias, se elegirán delegados al Comité Nacional. En el sistema radical, sólo los delegados al CN eligen y pueden ser elegidos presidentes de la UCR.
En esa elección se facturará el resultado de las elecciones de octubre en sus provincias, y chocarán el radicalismo metropolitano, hoy aliado de Larreta en la CABA, con un arco de caciques del interior que hoy se referencia en Gerardo Morales y Mario Negri.
Quien gane la presidencia del partido cortará fino en las decisiones para candidaturas presidenciales. Es difícil para estos dos jefes ocupar la presidencia del partido, aunque se los considera posibles candidatos en una fórmula nacional en 2023.
Morales, por su rol de gobernador de Jujuy, función que lo fuerza a una cohabitación cínica con Alberto Fernández.
Negri porque su papel como jefe del interbloque opositor es sostener un tinglado de tanto peso que no le alcanzan las manos. Es el radical más importante de la Argentina, el principal interlocutor de la oposición con el oficialismo, en la superficie y por las tuberías clandestinas que frecuentan los tuneleros. No hay peronista que se niegue a hablar con él.
Los radicales piden turno para recibirlo en sus comités o participar con él de un zoom. Viralizan con entusiasmo los videos de los cierres de sesión, que ya son clásicos como su rap contra “los dueños de la historia” o su homenaje a los 30 años de democracia, en donde actuó el preámbulo alfonsinista y lo hizo lagrimear a Sergio Massa.
Esa gravitación, claro, le cuesta el recelo de algunos correligionarios que buscan ponerle freno a su crecimiento como candidato en una fórmula presidencial. Pero lo respetan propios y ajenos como un experimentado dirigente radical a quien sus amigos lo consideran una rareza en la política criolla. Es un “dinosaurio exitoso”.
En esa especie es un ejemplar único. La elección partidaria tiene, además, singularidades porque debe aceptar las normas de paridad de sexos. Hay que agregar que a lo largo del año las provincias tienen que elegir delegados al comité nacional, una suerte de casting nacional para la nueva conducción.
Uno de esos distritos es la CABA, que demora en llamar a elecciones a delegados al Comité Nacional, y la oposición a la conducción actual que representa Jesús Rodríguez ha reclamado que intervenga Cornejo, como presidente del partido, para que se habilite también esa elección en la Capital.
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