La gema de poesía barrial que dio la Bersuit con su “Argentinidad al palo” incluye el dulce de leche, el colectivo y otros mitos, pero omite la cultura del acomodo, que
no es un mito. El abuso de esa costumbre tan criolla que hizo el Gobierno este verano hubiera colado como mueca irónica de no ser que las vacunas anti Covid están destinadas a transitar el delgado límite que divide la vida de la muerte.
La indignación fue transversal: atravesó a oficialistas, opositores y a indiferentes que dejaron de serlo. Más allá de que sectores del kirchnerismo que también ejercieron el privilegio se hayan molestado por la difusión del hecho y no porque haya sucedido.
Así es que, tras el escándalo, Alberto Fernández dedica todos sus esfuerzos a la contención de daños. La dirigencia opositora se exprime los sesos para definir qué respuesta dar más allá del repudio discursivo. Es un año electoral, y de esa ecuación surgirá la magnitud de los costos de tamaño tropiezo.
Las protestas del 27F en los principales centros urbanos del país provocaron una respuesta de manual desde la Rosada (“son siempre los mismos”) y otra menos previsible de los socios de Juntos por el Cambio, sus adversarios más temidos.
Por empezar, fue el primero de los diez “banderazos” contra la gestión del Frente de Todos en el que hubo casi tantos referentes dentro como fuera de la lista de adherentes.
Es decir que en el análisis interno quedará más balanceado el peso de quienes creen que ya es momento de pararse junto a los sectores más quejosos de la sociedad, para no perderlos en el camino, frente a los que insisten en que no es oportuno agitar la bronca en las calles, a riesgo de alejarse de las franjas moderadas o independientes que suelen definir las tenidas electorales polarizadas.
Quienes volvieron a quedar fuera de la convocatoria callejera son mayoritariamente los que ocupan cargos ejecutivos (Horacio Rodríguez Larreta, los tres gobernadores radicales, casi todos los intendentes). Además de la necesidad de conservar el vínculo con el Gobierno, muchos de ellos consideran que los votos duros vendrán solos y los moderados son los que deben ser conquistados.
Entre los que concurrieron también hubo diferencias. Por un lado, los que fueron parte de la convocatoria (macrismo duro), Los que anticiparon su asistencia a título personal (legisladores del PRO, la UCR y la Coalición Cívica). Y los que se sumaron a último momento, cuando vieron que un faltazo podría significar un costo tan alto como el que seguramente deberá pagar Alberto. Aunque el monto está por verse.
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