Perdido, desorientado, sin ideas. Con niveles individuales bajos, con un rendimiento colectivo en declive. Sin saber muy bien a qué jugar. Así terminó otra vez Boca, que apenas igualó 1 a
1 ante Sarmiento en La Bombonera (no gana allí desde diciembre) en otro partido en el que el conjunto de Miguel Ángel Russo evidenció que está profundizando una falta de identidad de la que le cuesta salir. Solo le alcanza con alguna pequeña pincelada de Cardona para salvar puntos. Otra vez sin Tevez (espera por él, aunque cuando estuvo el equipo tampoco rindió frente a Gimnasia) deambuló sin saber cómo desanudar a un rival al que agrandó desde su falta de rebeldía. Con tres fechas sobre las espaldas, cada fin de semana acumula dudas. ¿Para dónde va? ¿Quiénes deben ser los titulares? Las respuestas no parece tenerlas a mano.
Con un nuevo sistema de juego (un 4-3-3), el equipo arrancó metido. Con dominio, con un flujo de juego mucho más aceitado que en otros partido y con un tándem definido en la izquierda con tonada colombiana: Fabra, Cardona y Villa. Esa banda fue lo más peligroso del primer tramo del encuentro y desde ese callejón surgió lo mejor del ataque, con proyecciones del lateral, con pases filtrados del mediocampista y con la velocidad del delantero. Pero no logró transformar ese dominio en oportunidades claras de gol, salvo una en la que Mauro Zárate definió por sobre el arquero de Sarmiento.
Izquierdoz salió lesionado. (Foto: Maxi Failla)
Las malas noticias en el partido llegaron en 60 segundos. Primero porque a Eduardo Salvio se le trabó la pierna en el pasto y por más que intentó continuar, debió irse reemplazado por Agustín Obando. Casi en simultáneo, después de un cruce con fuerza sobre la izquierda, Izquierdoz también debió dejar el campo de juego por un dolor intercostal. En su lugar ingresó Lisandro López, pero el freno afectó todavía más que las piezas que se modificaron.
Es que en esos primeros 45 minutos, nunca más Boca volvió a conectarse con claridad y el corredor colombiano se rompió cuando Villa emigró al carril derecho. Desde ahí, en el mano a mano triunfó, pero no consiguió tener opciones de pase en el área. Lo más peligroso hasta el cierre de la primera mitad fue una sorpresiva irrupción de Nicolás Capaldo en posición de nueve, pero su cabezazo fue imperfecto.
La aparición del juvenil Cristian Medina alertó también a Sarmiento, que decidió ponerle un hombre encima a él y a Cardona para cortar rápido el circuito de juego del equipo de Miguel Russo. Así, la pelota pasó mucho más tiempo en los pies de Zambrano y Campuzano que en los de aquellos capaces de filtrar pelotas a las espaldas de los laterales del conjunto de Junín. Eso metió a Boca en un laberinto.
El golazo de Alanís. Foto Maxi Failla
El nudo ofensivo se profundizó en el inicio del segundo tiempo. El equipo se debilitó en la elaboración, se volvió de nuevo predecible y los casilleros para avanzar se volvieron pasos hacia atrás. Eso lo percibió Mario Sciacqua, que mandó a Sarmiento más adelante y le dominó la pelota mucho más cerca del arco de Andrada que de Vicentini. Las dudas azul y amarillas se multiplicaron en ese cuarto de hora de un segundo tiempo que pareció demasiado a ese primer partido ante Gimnasia de La Plata y al choque contra Newell´s en Rosario, en donde Boca no supo cómo hacer daño.
La tendencia se trasladó al resultado por un conjunto de Junín que no solo se animó a ir por más: encontró falencias defensivas en Boca que invitan a cualquiera a lastimar. Así, Gabriel Alanís tomó una pelota en el círculo central y trasladó rumbo a Andrada casi sin oposición, hasta colocar la pelota con una sutileza impecable. El desconcierto del equipo de Russo era absoluto, pero reaccionó con la única fórmula que le viene saliendo hasta acá: un buen pase de Cardona y el juego aéreo. Así, el optimismo de Lisandro López tras un tiro de esquina lo encontró al central en el área para definir con un cabezazo cruzado para el 1 a 1. Apenas eso.
Tiró a la cancha lo poco que le quedaba a Miguel Russo en el banco: adentro Soldano y el pibe Luis Vázquez para tener, todo junto, el área que jamás obtuvo con Zárate. No le salió nada de nada. Terminó desordenado, chocando entre jugadores superpuestos, sin saber cómo hacer para lastimar a un equipo que solo con órden y moviéndose en la cancha con cautela hasta estuvo cerca de golpear de nuevo.
Lo desorientado lo llevó que Cardona se repitió en centros desde donde pudo. Los ingresados se chocaron entre sí e incluso con tantas piezas de ataque acumuladas, no llegó con claridad jamás al arco de Sarmiento. Pasó otra semana. Y Boca, aunque sumó de a uno, volvió a restar.
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