No ha sido el comercio, Taiwán ni el trato a las empresas tecnológicas. El último -e inesperado- roce entre China y Estados ha tenido como protagonista a las
pruebas anales para la detección de la Covid-19 que Beijing puso en marcha hace unas semanas.
Después de que el medio estadounidense Vice.com informara de que China obligó a someterse a estos test a varios diplomáticos americanos, China negó que eso sea cierto.
“Lo he chequeado con mis compañeros. Hasta donde yo sé, China nunca ha exigido a diplomáticos estadounidenses que se sometan a tomas de muestras anales”, afirmó ante la prensa el portavoz del Ministerio de Exteriores, Zhao Lijian.
La noticia publicada por Vice asegura que, tras tener conocimiento de lo sucedido con algunos de sus trabajadores, el Departamento de Estado protestó al Ministerio de Exteriores, y que estos contestaron que había sido “un error”, ya que el personal diplomático está exento de someterse a esta prueba.
En Beijing, con barbijos en la calle. Foto EFE
Según el medio, un portavoz del Departamento de Estado les dijo que han instruido a su personal “para que rechace esta prueba si les pide, como se hizo en el pasado”.
Dignidad
Más tarde, en un email enviado a Reuters, la agencia dijo estar “comprometida a garantizar la seguridad de los diplomáticos estadounidenses y sus familias, preservando al mismo tiempo su dignidad”.
En los días previos al inicio de las vacaciones del Año Nuevo Lunar, fechas en las que se registran millones de desplazamientos en el gigante asiático, algunas ciudades chinas comenzaron a emplear estos test para detectar el coronavirus, aunque solo en grupos de riesgo muy específicos.
Por ejemplo, en ciudades como Beijing o Qingdao, en la provincia oriental de Shandong, se requiere a las personas llegadas desde el extranjero que se sometan a estos frotis anales antes de completar sus periodos de cuarentena.
Otras como Yangzhou, sita en la provincia de Jiangsu, también adoptaron este método en su monitorización del estado de salud de los trabajadores en la cadena de frío -como productos congelados-, una vía por la que China defiende que el coronavirus pudo colarse inicialmente en su territorio proveniente de un tercer país.
Expertos como Li Tongzeng, médico especializado en enfermedades respiratorias en Beijing, creen que este tipo de pruebas pueden ayudar a prevenir infecciones, ya que los rastros del virus en las muestras del tracto digestivo inferior podrían ser detectables durante más tiempo que las obtenidas del tracto respiratorio. Aún así, los sanitarios dejaron claro desde un inicio que no son factibles para campañas masivas de testeo, sino tan solo para algunos grupos específicos.
El nuevo protocolo comenzó a usarse cuando el país registraba un rebrote en algunas localidades del noreste, que atajaron con su tradicional receta de testeos masivos, restricciones al movimiento y el desplazamiento de recursos.
Gracias a ello, fueron capaces de controlarlo en cuestión de semanas, hasta el punto de que llevan sin registrar ni un solo contagio local durante varios días seguidos. Aún así, Beijing no afloja las medidas de seguridad con las personas que llegan procedentes del extranjero, que tienen que someterse a varias pruebas y a una cuarentena obligatoria.
Sobre los test anales, un diplomático extranjero contó a AFP que declinó someterse a este tipo de prueba tras haber sido puesto en cuarentena en su domicilio a su regreso a China. Según dijo, los responsables que se lo propusieron no insistieron tras su negativa.
Ismael Arana. La Vanguardia
PB
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