Marcela Losardo se quiere ir cuanto antes. Si hasta ahora había resistido los embates del kirchnerismo por su pasividad al frente de la gestión, gracias a su amistad societaria de
más de dos décadas con Alberto Fernández, el discurso de apertura de sesiones del Presidente de hace una semana y la defensa de Cristina Kirchner en la causa dólar futuro, cargada de durísimos cuestionamientos al Poder Judicial, terminaron de convencer a la funcionaria de que ya no tiene ningún sentido su continuidad al frente del ministerio de Justicia.
El sábado, Clarín adelantó la salida de la ministra y el nombre del candidato que más sonó en las últimas horas de fuentes oficiales como virtual reemplazo: el diputado Martín Soria, de paso fugaz como pinche en el juzgado de Juan José Galeano, que a pesar de responder históricamente al PJ patagónico se ganó en los últimos tiempos la simpatía del kirchnerismo por la denuncia contra Gustavo Hornos, el presidente de la cámara federal de Casación porteña, en la que detalló sus visitas a Mauricio Macri a la Casa Rosada durante la presidencia de Cambiemos.
“Es difícil que siga. Se comió un desgaste muy alto”, confirmó este domingo una altísima fuente del gabinete sobre la salida de Losardo, que no respondió los mensajes de este diario. Tampoco lo hizo Soria, que esperaba “novedades” este fin de semana.
Fernández y su socia -en 1999 fundaron la sociedad Inmueble Callao 1960 SA- hablaron en las últimas horas en reiteradas oportunidades, en medio de las filtraciones periodísticas que fastidiaron, y mucho, al Presidente. “Está muy caliente. Le precipitaron un escenario que él controlaba”, explicaron este domingo desde su entorno.
Es que con el endurecimiento de su agenda judicial que quedó en evidencia con el discurso del 1 de marzo, y la encendida defensa de Cristina Kirchner de mediados de semana, el jefe de Estado ya había evaluado que para esta nueva etapa de gobierno necesitaba un “cambio de rostro” en el ministerio. En particular, para dar pelea en la discusión pública. Es otra de las críticas internas a Losardo: el traslado de su pasividad de gestión al plano mediático.
Con la decisión tomada, lo que molestó a Fernández fueron los trascendidos. En la intimidad de Olivos, el Presidente evaluaba por estas horas que correrla ahora evidenciaría un desgaste personal y político. Mucho más después del alegato virtual de la vicepresidenta, con una andanada de reproches a la corporación judicial que dejaron a la ministra frente a un contexto delicado. El problema es que sostenerla en el cargo para ganar tiempo corroe el ánimo de la todavía funcionaria.
Losardo es parte de esa corporación judicial. Su hija abogada, cuyo diploma fue entregado por el propio mandatario, trabajó por ejemplo hasta hace algunos años bajo las órdenes del ex camarista federal Jorge “Pati” Ballestero. La funcionaria estuvo contratada incluso por el ministerio que todavía encabeza en los papeles durante la gestión de Germán Garavano. El lunes pasado se enteró de los proyectos que Fernández anunció que enviaría al Parlamento, vinculados al control de los jueces, casi en el mismo momento en que el jefe de Estado los enumeraba en la sesión inaugural.
Atribulada, la socia presidencial suspendió por caso el martes una entrevista televisiva que ya tenía pautada. Este lunes por la mañana sí tiene agendado un acto institucional que planea encabezar: la puesta en funciones de la subdirectora del Servicio Penitenciario.
Desde el viernes, además de Soria circuló en las conversaciones del poder el nombre de Juan Martín Mena, viceministro de Justicia, como otro de los potenciales reemplazantes. En su entorno lo negaron: explicaron que el ex número dos de la AFI en verdad no pretendía ese puesto, si no que lo que buscaba era forzar la renuncia de Losardo por los serios conflictos internos entre ambos. Mena responde sin escalas a Cristina Kirchner.
Desde el inicio de la gestión existió una guerra fría entre los dos funcionarios. En verdad, ninguno de los principales dirigentes, operadores y funcionarios del rubro judicial del kirchnerismo estaba satisfecho con la performance de la ministra. Al contrario. La propia vicepresidenta la ponía al tope de la lista de “funcionarios que no funcionan”, preocupada por las investigaciones contra ella y su familia.
Hasta Javier Fernández, el inoxidable operador peronista que hace meses volvió a vincularse con Cristina Kirchner, la destrataba. “Que se ensucie ella en el barro”, le dijo en diciembre del año pasado al diario La Nación.
Losardo, con la horas contadas y un Presidente abocado a resolver cómo despedir a su socia y amiga sin que se erosione su figura, nunca tuvo interés en ensuciarse.
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