El idilio entre Astor Piazzollay el rock argentino resultó tal como lo cantaba Carlos Gardel: “Hoy una promesa, mañana una traición, amores de estudiante flor de un día son”.
Aunque, para ser honestos quizás fueron escarceos más que cualquier otra cosa.
Sin embargo, hay que aclarar que esta fallida relación tuvo distintas etapas. La primera fue en 1972, cuando la revista Gente ventiló una supuesta “reunión secreta” entre Jorge Álvarez, Billy Bond (La Pesada del Rock), Amelita Baltar, Oscar López Ruiz (del Quinteto de Piazzolla), Donna Caroll (cantante de jazz, esposa de López Ruiz), Alejandro Medina, ex Manal y en ese momento en La Pesada y, por supuesto, el propio Astor Piazzolla, todos en el departamento que el bandoneonista tenía en Avenida del Libertador.
Según algunos de sus propios actores, este mitín fue el resultado de una idea de marketing del productor Álvarez, quien admiraba la música de Astor y era amigo del periodista de aquella revista, Alfredo “El Pingüino” Serra. Álvarez venía de una quiebra financiera con su sello underground Mandioca, pero ya estaba produciendo bandas y discos con Billy Bond para el sub-sello Talent, dentro de la discográfica Microfón, perteneciente a Mario Kaminsky. Y Serra era tan amigo de Álvarez como de Piazzolla, con lo cual no resultó muy difícil armar aquel encuentro.
Ún descontracturado Astor PIazzolla, de remera rockera.
“No recuerdo mucho de esa reunión –cuenta Medina-. Habíamos ido con Álvarez; Claudio Gabis creo que también estaba. Nosotros no teníamos idea de eso. Teníamos una productora que era la que se encargaba de esas cosas de prensa. Igual había tenido el gusto de conocerlo a Piazzolla desde antes. Yo era muy joven, iba a un bar que había en Montevideo entre Lavalle y Corrientes; era un sótano, y ahí tocaba Astor, con Antonio Agri en el violín y Jorge López Ruiz en contrabajo. Iba a verlo porque me gustaba muchísimo. Era algo diferente. Él estaba en el circuito por donde andábamos nosotros, en la calle Corrientes, todo medio hippie. Yo, en ese momento ya estaba ensayando con Manal. Tenía una novia que era amiga de una mina amiga de Pichón Riviere, y un día esta mujer nos invitó a nosotros, al Gato Barbieri con su esposa Michelle y a Piazzolla con Laura Escalada. Estábamos ese fin de semana en esa quinta, Astor empezaba a verse con Laura, nos cruzábamos para almorzar o cenar, cada uno en su mambo.
– ¿Pero fue verdad que en esa reunión en su departamento Piazzolla te invitó a tocar con él?
– Puede ser que sí. Por lo poco que hablamos, él sabía que a mí me gustaba mucho el jazz. Fue breve el encuentro pero para mí fue alucinante. Estar al lado de un genio como Astor… Tenía esos dedos doblados por el bandoneón. Un ser de luz total. Siempre me gustó, porque era una cosa distinta. Los del tango despotricaban y lo puteaban, pero para nosotros era como un héroe.
Alejandro Medina (al centro), junto a Claudio Gabis y Javier Martínez, del trío Manal. Medina cuenta que Piazzolla lo invitó a tocar con él. Foto David Fernández
La segunda etapa de la relación entre Astor y el rock ocurrió a fines de 1976, con su desbordante show en el Teatro Gran Rex, en el cual presentó su nueva formación, el Octeto Electrónico. Para entonces, la conexión entre el rock y el tango había tendido unos cuantos cables, con personajes que fueron fundamentales en esa alianza.
Uno de ellos era Rodolfo Mederos. Este singular bandoneonista, que en sus comienzos fue fan a ultranza de la música de Astor, conoció al músico marplatense en Córdoba, mientras cursaba unos estudios de biología. El encuentro fue a través de la orquesta cordobesa de Lorenzo Barbero, cuando Piazzolla pasó por esa provincia para unos shows y, conociendo ya de las habilidades de Mederos con el instrumento, lo invitó a tocar.
Mederos había tenido un primer approach con el rock en 1969, cuando Luis Alberto Spinetta le pidió que tocara en la canción que cierra el primer álbum de Almendra, Laura va. Más adelante y ya con Invisible, Luis invitaría a otros dos grandes bandoneonistas, Daniel Binelli y Juan José Mosalini. Ambos habían sido compañeros de Rodolfo, cuando en la orquesta de Osvaldo Pugliese se produjo la escisión que derivó en el Sexteto Tango, y ellos tres se incorporaron a la línea de bandoneones de ese gran maestro.
Sin embargo, Spinetta no era el único “rockero” interesado en la fusión del tango y en Piazzolla. Gustavo Moretto, ex Alma y Vida, había armado un asombroso trío de música vanguardista denominado Alas. Junto a Carlos Riganti (batería) y Alex Zucker en bajo (luego sustituido por Pedro Aznar) Alas aprovechó algunos de sus shows para sumar a su formación el mismo trío de bandoneones.
Piazzolla, buscador incansable, curioso, renovador, estaba bastante al tanto de lo que ocurría en aquel momento dentro del panorama del rock local. “Todo el mundo le acercaba temas para que los escuchara, todos querían conocerlo…”, cuenta quien fue manager del músico durante más de 30 años, Atilio Talín.
Atilio Talín, manager histórico de Astor Piazzolla, relató el encuentro con músicos de rock. Foto
El mismo Talín recuerda entonces otra reunión, muy especial, esta vez sí surgida de un interés auténtico. “Creo que Litto Nebbia fue el que la armó. El llamó a los músicos. Acá, en este mismo living (Talín vive hoy en el departamento que fuera de Astor), había no sé cuántos rockeros. Estaban todos, apretados, sentados en el piso. Y en este taburete, sentado, Astor. Parecían Jesús y sus discípulos. Astor hablaba de la música y contestaba las preguntas con bastante paciencia. Acordate que no tenía un carácter suavecito, precisamente. No sé hasta qué horas de la madrugada se quedaron charlando, fumando y tomando café.”
La tercera etapa de esa rara relación entre el autor de Adiós Nonino y el rock está muy pegada a aquel show de diciembre del ’76, en el Gran Rex. Por entonces, hay dos acontecimientos que influyen en lo que estaba por suceder. El primero es la disolución de Invisible, trío devenido en cuarteto para su tercer y último disco, El jardín de los presentes, para el cual habían incorporado la guitarra y las habilidades de Tommy Gubitsch.
Este joven pero eximio violero venía de tocar, precisamente, en el grupo de Rodolfo Mederos, Hora Cero. Y según él mismo relató en algún reportaje, fue quien le habló a Luis del bandoneonista. Tras la separación de Invisible, luego de un último show en un Luna Park repleto, alguien (posiblemente el arreglador Emilio Valle) le comentó a Gubitsch que Piazzolla lo quería conocer.
Tommy aprovechó entonces el show de diciembre, y se mandó al teatro con la idea de verse con Astor luego del show. En ese primer encuentro, Piazzolla le propuso al guitarrista sumarse al Octeto Electrónico que iba a llevar a Europa, para girar por ciudades como París, Ámsterdam y Berlín. Gubitsh, claro, aceptó.
Posiblemente la contratación del guitarrista haya tenido que ver, además de con su destreza con el instrumento, también con un fallido intento que tuvo Piazzolla de hacer música con Spinetta. Astor, recién llegado de Europa con su esposa Laura Escalada, apenas bajó del barco que lo trajo al puerto de Buenos Aires, pidió que por favor le consiguieran el teléfono de Luis, porque quería proponerle algo.
Sin embargo, esa historia concluyó de manera trunca. Por un lado, Spinetta habría rechazado la invitación, no tanto por falta de respeto sino por cierto complejo (reconocido por él mismo) que El Flaco tenía con su incapacidad para leer y escribir música. Habrá pensado, tal vez, que no iba a estar a la altura de Piazzolla. O quizá pesaron más las críticas que alguna vez el propio Astor había desparramado contra los “rockeros orejeros”.
Luis Alberto Spinetta. A Piazzolla le gustaba y quería hacer algo con él, pero no se dio.Foto Archivo Clarín
Lo cierto es que el encuentro no se dio, y Astor se llevó, en cambio, a quien había sido su guitarrista en Invisible. Dicen por ahí que este gesto tampoco le habría caído muy bien al autor de El capitán Beto. Aunque, posiblemente jamás lo sabremos a ciencia cierta.
Lo real, lo verdadero, es que el romance entre Piazzolla y el rock argentino se desvaneció tan rápido cómo empezó a tomar forma. Astor, cansado de la formación electrónica, (¿demasiado ruidosa para él?) y mientras tomaban un café, le comunicó así como al pasar a su hijo Daniel (que tocaba sintetizadores en el octeto) que iba a disolver el conjunto. Una decisión que tuvo como consecuencia un distanciamiento entre padre e hijo que iba a durar diez años.
El Octeto, ya no tan electrónico, realizó aquella gira por Europa (sólo dos meses de los nueve que tenían contemplados) con Gubitsch y parte de los músicos que habían estado en el Gran Rex, y ahí se terminó todo. Tommy, ya separado de Astor se radicó en París e hizo alianza musical con otro integrante de aquella formación, Osvaldo Caló (ex Ave Rock y Los Desconocidos de Siempre).
Mientras tanto, Piazzolla, un genio que no podía con su genio, decidió volver a su viejo formato de quinteto. Chau romance con el rock, y coronación de la crónica de una muerte anunciada.
La noche menos pensada
Este es un extracto de la charla que tuvieron Piazzolla, algunos músicos de la Pesada del Rock y otros invitados en el departamento del primero, una noche de 1972. El diálogo fue recogido por el periodista Alfredo Serra y publicado por la revista Gente ese mismo año. Es relevante y revelante de la cabeza que tenía Astor.
Astor Piazzolla: Quiero un autor… Me desespero por un autor y no lo encuentro. El otro día un fulano (mejor no nombrarlo) me trajo una letra. ¡La tiré al diablo! No se dan cuenta de que La casita de mis viejos y El día que me quieras no funcionan más. No los aguanto, no los aguanto físicamente.
Astor Piazzolla, un referente de la música argentina, sin etiquetas.
Jorge Álvarez: Hacés una recorrida por la música nuestra y no te queda nada. Lo más hippie es Atahualpa Yupanqui.
Piazzolla: Mirá, hay que ser terminantes. No grabemos más nada hasta que no encontremos un tema. A mí no me importa que la gente quiera Alfonsina en el mar, ¿me entendés? Lo importante es descubrir gente que escriba, que diga cosas nuevas… Yo me quiero largar con Luis Alberto Spinetta. Quiero armar revuelo…
López Ruiz: Te quiero explicar…
Piazzolla: No me expliques nada. No me vas a enseñar a sentir. Cada uno tiene su manera de hacerlo. Ya no se puede cantar Sur (que es bueno, te aclaro), porque en Sur no se respira tango. Por eso te digo que está todo muerto, que hay que buscar otra cosa. Yo cuestiono todo. Cuestiono hasta los instrumentos. Se necesita un contrabajo electrónico, por ejemplo. Y habría que replantear y hacer cosas con la chacarera. La chacarera es muy rica. Hay que agarrarla y meterle fuerte. De todos modos, yo el folclore no lo siento.
López Ruiz: Lo que pasa es que Ástor se adelantó treinta años y no tiene tipos que lo sigan. Es lógico.
Álvarez: El problema es que después de Astor se acabó la música argentina. No hay más música argentina.
Piazzolla: El problema es la juventud. Gardel ya no hace llorar a nadie. Yo sé que me voy a morir solo. Por eso es que así no hay salida. Yo propongo que nos destruyamos todos entre nosotros y empecemos de nuevo. De nuevo y en serio. No vengan a verme a mí. Vayan a ver a Milton Nascimento. Van a ver qué lindo…
Álvarez: Por eso cuando me enteré que Astor estaba buscando a Spinetta dije: ‘¡Yes! Eso es nivel de verdad.’Spinetta toca mal la guitarra, toca mal el bajo, pero es verdad. ¡Okey! ¡Adelante!
Billy Bond: Nosotros hacemos ahora lo que hizo Astor al principio. Romper.
Alejandro Medina: Mi rock no tiene nada que ver con los Estados Unidos. Yo toco en español.
Piazzolla: Pará. Ustedes son jóvenes. No pretendan tener la verdad. El que cree que ya llegó está muerto. Yo mismo pienso que tengo que agarrar todo lo que hice, echarlo a la basura y empezar de nuevo. Pienso: ‘¡Cómo influyeron Los Beatles en nosotros!’ Yo los escuché por primera vez en el 64. ¡Fue cómo si me clavaran un clavo en el corazón! Por eso quiero tocar con los chicos. Empezar de nuevo.
Álvarez: El señor Piazzolla…
Piazzolla: ¡El pibe Piazzolla!
Álvarez: Bueno, el pibe Piazzolla va a empezar de nuevo. Astor va a tocar lo que siente…
Piazzolla: Medina… ¿querés tocar conmigo?
Alejandro Medina: A muerte. Pero mirá que mis músicos tocan sin partitura…
Piazzolla: Los míos no; pero no importa. Yo les preparo una partitura como si no hubiera partitura. No es problema.
Medina: Hecho. Vamos al velódromo y nos ponemos al país en el bolsillo.
Piazzolla: ¿Al país? Al mundo. ¡Al mundo!
E.S.
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