“Se asustó por la caída de la bicicleta. Lo noté porque lloró y me estiró los bracitos para que la pudiera sacar. Me abrazó con amor y su rescate me llenó
el alma”, le confiesa emocionada a Clarín Marianela Ledesma (29), la oficial bonaerense que alzó en brazos a la nena de 7 años, oriunda de Villa Lugano, quien estaba desaparecida desde hace tres días. Su búsqueda había despertado la atención y preocupación de todo el país.
Marianela estaba por finalizar su turno, pero un llamado de emergencia al 911 cruzó su destino con el de la niña. Junto a su compañero, Diego Álvarez, siguieron una corazonada advertida por el conductor de un camión de un corralón de materiales quien les indicó la dirección de la sospecha.“Ahí va el chico que tiene secuestrada a la nena”, les indicó.
Cerca de la estación de tren, descubrieron al presunto captor andando en bicicleta quien se identificó como Carlos Savanz. Estaba encapuchado y llevaba un buzo gris. Pero la mayor sorpresa para los oficiales fue encontrar a la menor dentro de una caja de cartón que el hombre llevaba en el asiento trasero.
“Cuando la saqué de ese lugar, me di cuenta de inmediato que estaba helada y con hambre. La bajé para abrigarla con mi campera -imagen que conmovió a todo el país- y volví a hacerle upa para darle calor. En todo momento, me transmitió calma y la sonrisa que más tarde me regaló vale más que todo el oro del mundo”, recuerda Marianela con una mezcla de sentimientos encontrados.
Todavía se siente en shock por la experiencia, pero no duda de que el reencuentro de la nena con su familia (no lo pudo presenciar. Solo la acompañó hasta el comando de Luján) la colma de felicidad y gratificación. “Todos pusimos un granito de arena para que hoy esté con su mamá. Estoy muy agradecida con la gente que cooperó y se tomó un tiempo para llamar al 911 y denunciar posibles paraderos”, reflexiona.
Marianela todavía no es mamá, pero tiene sobrinos y por eso vivió el rescate a flor de piel. “Fue el caso que más me conmocionó en mis 4 años de oficio. Me lo voy a llevar para siempre en el corazón”, resume enorgullecida por pertenecer a la fuerza y poder ayudar desde su lugar.
“Lo primero que me dijo fue que quería ir con su mama. Le decía Carlitos al hombre con el que estaba y me señaló sus zapatillas como diciendo que él se las había regalado. Para ella se habían perdido y ninguno de los dos sabía que los estaban buscando”, señala. Su compañero de la fuerza Diego Álvarez siempre mantuvo la fe en que la iban a encontrar sana y salva.
“Todavía estoy consternada. Fue un logro importante como persona. En este contexto, encontrar a una nena viva es el mayor premio que puede dar esta profesión. Ojalá puedan darle asistencia necesaria para que no sigan en situación de calle”, subraya con un tono de emoción.
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