Un documental sobre uno de los grandes artistas del rap (Rhythm and Poem, quiere decir rap), un cantante que revolucionó el estilo a mediados de los años noventa y que murió
con sólo 24 años, asesinado en Los Angeles. Christopher Wallace, conocido como The Notorious B.I.G., Biggie Smalls o Big Poppa tuvo una carrera artística de sólo tres años en los que definió una nueva manera de hacer rap. Fue parte junto con otro gigante del género, Tupac Shakur, del llamado gansta rap.
Biggie, I Got A Story To Tell (Tengo una historia que contar), que la plataforma Netflix subió este marzo, está dirigida por Emmett Malloy, con una duración de 97 minutos, retrata cabalmente la personalidad de Wallace, nacido en Bed-Stuy, Brooklyn, Nueva York, el 21 de mayo de 1972, en un hogar de clase trabajadora. Creció con su madre Voletta Wallace, profesora, en un barrio peligroso, donde la delincuencia y el narcotráfico eran moneda corriente.
Está basado sobre videos domésticos inéditos, filmados por su amigo de toda la vida, Damion “D-Roc” Butler, coproductor del documental, y entrevistas con su madre, su círculo cercano de amigos, su ex esposa, Faith Evans, productores como Sean “Puff Daddy” Combs y Frank Nitti, en los que se percibe claramente una vida arquetípica de un joven negro, en Nueva York, en los años ochenta y noventa.
Uno de los entrevistados, Chic, define ese período como una elección entre ser delincuente, deportista o estudiante. La primera de las opciones era la más rápida en términos económicos y la que recibía un continuo suministro de nuevos brazos desde las aulas. Esa densa atmósfera en la que creció el artista se trasluce en su falta de expectativas respecto del futuro. En más de una ocasión, Wallace le dice a su interlocutor “no me prometas nada, no quiero decepcionarme”. Un sentimiento que de tan común terminó por evitar transitarlo.
Netflix estrenó un documental sobre el célebre rapero The Notorius B.I.G.
“Nos llevó cuatro años realizarla. Durante esos años estuvimos inmersos en el Brooklyn de los años setenta, ochenta y noventa. Es fácil ver cuánto ha cambiado desde que Christopher Wallace era niño, pero también está claro que muchas cosas para un joven negro en este país no han cambiado en absoluto”, señaló Malloy en una entrevista con la revista Rolling Stone.
Notorius B.I.G. Tenía un natural talento para escribir letras, poesías, de algún modo, aunque sin influencias del hip-hop. Según Puffy Daddy su forma de escribir era más cercana al Rhythm & Blues que al hip-hop. Sin embargo, la temática era muy distinta; sus letras son oscuras, excelente narrador de historias con muchos elementos autobiográficos y un sentido de la rima excelente.
El documental va registrando dos aspectos de Wallace, su interés por el dinero y su titubeante ingreso al mundo de la música. Big Poppa desmistifica esa sensación presente en casi todos los artistas -al menos de manera declarativa- sobre su vocación y ese impulso irrefrenable. Nada más lejos en Biggie. No se sentía seguro en el show business, más bien, lo tomaba como un momento, sin proyección. “La música no era algo seguro para él”, dice en un momento D-Roc. Lo seguro, vaya paradoja, era volver a la calle a traficar.
Los fanáticos de Notorius B.I.G., en el funeral del rapero. Foto AP
También queda claro su estrecha relación con su madre, más allá de las desavenencias permanentes respecto a la forma de vida y los negocios ilegales de Biggie. A los 16 años comenzó a vender drogas con un amigo del barrio, C Gutta; le compraron a Chic una onza (28,3 gramos) de crack y comenzaron a traficar cerca de la avenida Fulton. Hacían unos 1700 dólares de ganancia por onza, un dinero que los sedujo por completo. “No teníamos la madurez para darnos cuenta de las consecuencias”, admite hoy, C Gutta. Esta vida transformó a un tímido estudiante del St. Peter Claver en un delincuente y si bien nunca fue de carácter violento, hasta el final de sus días pensaba que si el negocio de la música no funcionaba, volvería a las calles.
Pero vayamos a la música; Biggie Smalls (debió dejar este sobrenombre por una amenaza de demanda en su contra) no era el típico joven que pasaba sus horas escuchando música, aunque desde sus primeros años de escuela tuvo un cuaderno con rimas, según contó Hubert Sam, otro amigo de la infancia. Su madre, apenas, le regaló un cassette en los ochenta con la música del trío neoyorquino de hip hop Fat Boys. No tenía influencias de nadie en especial, tenía un flow único y manejaba un patrón de rimas moderno que produjo una verdadera revolución en el hip hop, muy influido hasta ese momento por el ambiente de Harlem, con una estética chulo-glam cuidada. Wallace subió la calle al escenario del hip hop, capucha, anteojos oscuros y ninguna situación exenta de ser rimada. A su madre le dijeron que Wallace cantaba groserías y al confrontarlo, Biggie le dijo: “Mamá, mi música está prohibida para mayores de 35 años”.
La decisión de involucrarse en la música quedó excelentemente registrada en el documental, que funciona casi como un diario de ruta. El 27 de mayo de 1991, arrasó en una batalla de hip hop en la calle Bedford, otra de las zonas duras de Brooklyn, con 50 Grand de Dj; Biggie como MC West enfrentó a Preme. “Había otros raperos en la avenida, pero después de escuchar a Biggie desistieron de hacerlo. Era el mejor”, recordó 50 Grand.
Notorius B.I.G. y Sean Combs, rapeando.
Conciertos a 10.000 dólares y un disco soberbio como Ready To Die (Listo para morir, de 1994) lo proyectaron a la cima del rap que compartió junto con otro gran artista Tupac Shakur y entre los que se desarrolló una fuerte amistad hasta que un ataque a balazos casi acaba con la vida de 2Pac. La gente del sello de Shakur acusó a B.I.G. de haber instigado el atentado, algo que siempre negó Biggie. Se tejió un encono entre ambos artistas estimulado por sus sellos: el de Wallace, Bad Boy Records, y el de Shakur, Death Row Records. Mientras B.I.G. seguía componiendo y produciendo a su grupo Junior M.A.F.I.A. (Junior Masters At Finding Intelligent Attitudes) mantenía una actitud paternal hacia sus amigos y hasta que llegó el momento en que es nombrado rey del rap, por esa época decía: “Sólo rapeo sobre mi vida y sobre este maldito negocio”.
En septiembre de 1996 asesinaron a balazos a Tupac Shakur en Las Vegas, un crimen sin resolver aunque se lo achacaron a la gente de Notorious B.I.G. Seis meses después, el 9 de marzo de 1997, en Los Angeles, a la salida del Soul Train Music Award, muere baleado Wallace. Como Shakur, esperando la luz verde para seguir su camino es prácticamente fusilado dentro de su automóvil, MGM Suburban sin blindar. Esa noche debía estar viajando hacia Londres, viaje que canceló un día antes para participar de esta fiesta. Ninguno de los dos asesinatos fue aclarado.
A las pocas semanas salió el segundo disco de Biggie, Life After Death (Vida después de la muerte), que llegó en poco tiempo al primer puesto de ventas y ganó un disco de diamante. Wallace vendió 30 millones de discos y en 2020 entró postumamente en el Hall de la Fama del Rock and Roll.
WD
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