Día de la Memoria: la tarde que los hinchas de Chicago terminaron presos por cantar la Marcha Peronista

El 24 de octubre de 1981 la Policía Federal detuvo a 49 hinchas de Nueva Chicago por cantar la marcha peronista. Era la primera vez desde el 24 de marzo de

1976, cuando la dictadura llegó al poder, que se producía una expresión popular así.

Mataderos, barrio peronista por antonomasia y con una sólida base de activismo social y sindical desde siempre, vivía su fiesta gracias al fútbol. Un Chicago ganador se perfilaba como puntero de la tabla de posiciones de la Primera B y lograría, dos semanas después, el ascenso a la A por primera vez.

Esa tarde, el fervor se justificaba porque el equipo le ganaba a Defensores de Belgrano 3 a 0. Pero lo que no permitió la policía fue que se cante lo que estaba prohibido. Así que hubo represión, golpes, corridas, insultos. A la salida, los hinchas fueron obligados a trotar hasta la comisaría 42, a seis cuadras de la cancha.

En el camino, algunos vecinos abrieron las puertas de sus casas para esconder a quienes conseguían escapar. Otros vecinos fueron intimidados por los uniformados a meterse en sus viviendas y no mirar. Esta historia se hizo tan mitológica en el barrio que casi cuarenta años después, y para darle mayor épica, se habla de 300 detenidos, pero la cifra oficial es de 49: 40 quedaron en libertad a las pocas horas y otros 9 fueron a la cárcel de Devoto, de donde algunos salieron recién 30 días más tarde.

“Incidentes y detenidos, en una cancha de fútbol”, tituló en su tapa el diario Clarín al día siguiente. “La Policía arrestó a 49 personas en Nueva Chicago por cantar la marcha peronista”, agregó. En sus páginas interiores podía leerse: “Personal uniformado de la Policía Federal procedió a detener a varios simpatizantes locales, sin que se advirtiera incidente alguno desde el palco de prensa. Cuando ya la policía llevaba hacia la calle a los arrestados, el público comenzó a corear “que los larguen”.

Todos los detenidos fueron ubicados en la vereda opuesta a la del estadio, con las manos en la pared. En el trayecto, los policías de a caballo ordenaron a viva voz al grupo de detenidos mantener el ritmo de marcha, en la seis cuadras que dista el estadio de la comisaría. Uno de los policías montados subió reiteradamente con su caballo a la vereda obligando a los curiosos (vecinos) a introducirse en las casas.

Por esas horas, la comisión directiva de Chicago denunció “el exceso de la intervención policial, que ha afectado las garantías constitucionales de esta institución” y aseguró que “el público se comportó correctamente, no existiendo causa que haya alterado el orden ni justificado la intervención policial que afectó al deporte en general”.

También pueden leerse quejas de hinchas. Uno de ellos aseguró que en el operativo represor hubo “policías de civil, con gorros de Chicago, que obedecían órdenes de un subinspector de la seccional 42, provocaron a nuestra parcialidad durante todo el partido”.

Otro dijo que “hubo violencia aplicada por un inspector, esta vez uniformado, de la misma comisaría, y su gente en la platea, arrestando a cuanta persona circulase por el lugar”.

“Un policía montado tomó de los cabellos a un menor, arrastrándolo hasta donde estaban los detenidos, los que sumaban cuarenta y cinco, y quienes fueron arreados como ganado, al trote y castigados por no acelerar la marcha durante las siete cuadras y media que hay hasta la comisaría 22”, se lee.

Esos mismos hinchas señalaron que “los policías montados subían con sus caballos a las veredas para hacer entrar a los vecinos a sus domicilios”.

Crónica, el diario de las clases más populares –justamente las más identificadas con el fútbol del ascenso– no se animó a afirmar marcha peronista, sino marcha partidaria. Tampoco informó en su portada sino en sus páginas interiores. Y así como Clarín llevó el tema en su sección Política, Crónica lo dio en las páginas deportivas.

“Por cantar veinticinco marcharon a la gayola”, tituló un recuadro complementario a la información del partido: “Hubo algunos excesos verbales por parte de los muchachos del tablón, quien (sic) además entonaron durante varios minutos una marcha partidaria. Ello motivó la intervención de la policía, que se hizo presente en las graderías que dan la espalda al barrio Los Perales para llevarse a algunos revoltosos”.

Para Crónica la gente de Mataderos reaccionó con insultos tras la represión por cantar la marcha, lo que llevó a los incidentes posteriores y a las detenciones. Crónica continuó por esos días: “Los nueve de la marchita, marcharon para Devoto”. “Deberán cumplir un arresto de treinta días por transgresión al edicto de reuniones deportivas”, agregó. La lista de detenidos es la misma que publicó Clarín.

Jorge Alberto Rodríguez trabajaba desde 1977 como periodista de Crónica: “Cubrí el partido. En la redacción la noticia se manejó con las reservas del caso, porque estábamos en la dictadura. No se animaron a poner marcha peronista en el diario. Había que cuidarse de algunas cosas. Obviamente era fútbol y no tenía tanta trascendencia como algo político. El hecho de que hayan escrito marcha partidaria da la pauta de cómo eran las cosas”, me cuenta a casi cuarenta años de aquello. “El hecho en sí comenzó con un pequeño sector cantando la marcha. Se fue sumando la gente. En un primer momento no se sabía qué pasaba: parecía que había un incidente en la barra. Pero nos dimos cuenta de que pasaba por el tema de la marcha”.

Respecto de las sensaciones, Rodríguez afirma: “Eso de abolir las ideas a palazos… fue bastante fuerte, muy fuerte, la represión. También la manera en que sacaron a la gente de la cancha. La actitud de la policía de llevarse a todos presos hasta la cancha, corriendo. Arrasaban hasta con los vecinos. La impresión que tuve en ese momento fue que la policía de la (comisaría) 42 quiso reafirmar eso de que el mando lo tenían ellos. Algo así como “acá no canta nadie”. Una forma de marcar el terreno”.

Raúl Armando Pérez también trabajaba en Crónica y estuvo, al igual que Rodríguez, en la cancha de Chicago esa tarde. Me cuenta un hecho puntual que se produjo en la redacción: “El Loco Ruggieri, el jefe de Deportes, no quería que pusiera que habían cantado la marcha peronista. Quería poner una marcha partidista, que fue como salió. Uno de los periodistas empezó a cantar “los muchachos partidistas”, con el ritmo de la marcha peronista… ¡Nos recagamos todos de risa! Aun cuando en 1981 el gobierno militar no tuviera la fuerza represiva de años anteriores, ello no minimiza el significado de una hinchada que desafió al poder desde el fútbol y con una expresión peronista. Chicago y Mataderos siempre fueron peronistas, y el peronismo era entonces la representación del enemigo para los militares. La continuidad de expresiones de ese tipo no era una preocupación menor.

Al sábado siguiente, la misma hinchada de Chicago volvió a entonar la marcha, en un partido contra Atlanta, en Villa Crespo. De regreso al barrio, la barra se detuvo frente a la comisaría 42, en la avenida Tellier (hoy Lisandro de la Torre), y ante la adusta mirada de los policías cantó el Arroz con leche. “Arroz con leche, me quiero casar, con una señorita de San Nicolás”. A los policías no les salió otra que reírse.

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