“El 24 de marzo de 1976 se instauró en Argentina una dictadura cívico militar, religiosa, eclesial, empresarial, y a partir de ese momento se empezó a buscar garantizar la hegemonía de
un determinado modelo de país y un modelo sexo genérico. Para los varones estaba reservado el ámbito público, el afuera, y para las mujeres el ámbito privado o privatizado, donde los roles no podían transgredirse, no había espacio para las disidencias”, dice Ana Pipi Oberlin -de la Unidad de Derechos Humanos del Ministerio Público Fiscal de la Nación- al comienzo de “La memoria de los cuerpos”, un documental que estrenó el Canal Encuentro a 45 años del último golpe militar.
“Las mujeres que militan tienen esa particular característica de ser dos veces transgresoras, porque por un lado están transgrediendo ese orden que vino a imponer el terrorismo de Estado en nuestro país, pero también transgredían con sus militancias ese otro orden patriarcal que las quería en sus casas, que las quería madres, que las quería cuidadoras básicamente”, agrega Oberlín.
“La memoria de los cuerpos” aborda los delitos sexuales cometidos en los centros clandestinos de detención durante los siete años que duró la dictadura (1976-1983), una parte de la historia silenciada durante mucho tiempo. El 33 por ciento de las personas desaparecidas en esos años eran mujeres. Muchas de ellas fueron, además, abusadas sexualmente. Algunas pueden contarlo.
“La memoria de los cuerpos”, el documental de Encuentro con voces de mujeres detenidas
“El terrorismo de Estado también puede ser pensado desde las discusiones actuales que se preguntan por el lugar de las mujeres y de las disidencias -dice la presentación del documental-. Al calor de los actuales debates de los feminismos, esta producción se centra en algunas historias de sobrevivientes que sufrieron delitos sexuales y hoy los repiensan desde un presente que no tolera esa violencia sobre los cuerpos de las mujeres”. Ellas son Lidia “la China” Biscarte, Graciela García Romero, Laura Eva Campero y Laura Reboratti.
“Al mirar la historia reciente con lentes de género, surgen estos relatos que han estado más al sur de los relatos más cristalizados. Hay algo del poder de escucha no solo judicial sino también de la comunidad, porque las violaciones se vienen denunciando desde el juicio a las juntas y en el libro ‘Ese infierno’, que tiene más de 20 años, se desliza -explica a Clarín María Iribarne, responsable de contenidos de Encuentro-. Se fue a fondo con el robo de bebés y se logró una condena paradigmática y se comprobó el plan sistemático, pero no se recogió el guante de pensar en esas mujeres que parieron en los campos de concentración. El libro de Mirian Lewin ‘Putas y guerrilleras’ fue un faro en este sentido”.
Testimonios de mujeres que fueron abusadas en la dictadura militar
Las voces de las sobrevivientes
“La mayor parte de las mujeres que estuvimos ahí secuestradas fuimos violadas y muchas de ellas fueron después asesinadas. Todas coincidimos en una situación que era la del baño. La de la mirada lasciva del guardián verde que nos miraba mientras nos bañábamos y hacíamos nuestras necesidades y que manoseaban si podían”.
“Me pusieron en la cama, me ataron los pies y las manos y empiezan a aplicar picana, me levantaron la ropa, quedaron mis pechos al aire y empezaron a mofarse de mi cuerpo …“.
“Con 17 años en un centro clandestino que era humillar a la mujer no sólo con el grillete sino como el abuso, la desnudez, pero sobre todo el abuso de ellos como dueños de nuestros cuerpos, tuve que padecer la violación la humillación de la mujer… ahí estaban los represores aprovechándose de la inocencia”.
Además de las torturas, las mujeres sufrieron todo tipo de abusos sexuales en la dictadura
“Violaron a una categoría nueva de mujeres, porque éramos mujeres que habíamos desobedecido de manera conciente y decidida el modelo de mujer que pretendía la sociedad de entonces, el esquema patriarcal que nosotras debíamos haber obedecido“.
“El cuerpo nuestro se transformó en uno de los territorios donde ellos llevaron adelante una estrategia bélica para destruir las subjetividades militantes, como forma de destrucción de un pensamiento de una ideología. Cuando salimos muchos salimos con culpa por estar vivos, pero en el caso nuestro agregábamos el haber sido violadas“.
“Era como que no importaba lo que a nosotras nos había pasado, nadie nos preguntó. Yo lo que hice fue guardar lo mío, y mucho tiempo después, con el feminismo más que todo, me sentí fortalecida, acompañada, y pude verme de otra manera, y me reconocí como una ex presa, como una mujer que estuvo en un centro clandestino”.