De madrugada, como para esconder el acuerdo para la tercera ley Guzmán
“Creemos que las cosas están muy mal y (¿no debería ser “pero”?), salvo
que el Gobierno crea que estamos como en 2002 y no quiera decirlo, no veo el motivo para que se convoque a una sesión un sábado”. Lo dijo Mario Negri, diputado cuyos recitales son lo más esperado de las sesiones, en la reunión especial del jueves pasado. Señaló (¿cuándo, el jueves, o después de la sesión?) el hecho notable de la semana, que es la aprobación en la madrugada de este domingo, después de 20 horas de sesión, de la reforma de Ganancias por una mayoría pocas veces vista de votos de oficialismo y la oposición: 241 sobre los 257 que tiene la cámara en total.
Es la tercera ley estructural que la oposición le habilitó con mayoría de voto al Gobierno. La primera fue la de emergencia de diciembre de 2019; después, la de endeudamiento de comienzos de 2020. Esta de Ganancias cierra el menú, y es la última antes de las elecciones, a menos que el oficialismo destrabe la otra ley acordadísima de beneficios a los biocombustibles, hoy parada por la pelea en la cumbre entre petroleros y agricultores. Como en la película de cowboys. Este romance pudo despacharse en una sesión sobre tablas en 5 minutos y con menos crispación (menos alaridos y menos golpes en el camino al baño).
Saludable: cada cual hace su trabajo
Para algunos la señal es de mala salud institucional. Para otros, una señal de cada cual hace bien su juego: acordaron el proyecto porque lo ven como un beneficio para su público, pero además usaron el maratón de Pésaj para cultivar a sus respectivos públicos a pocos meses de las elecciones. El oficialismo –que busca mejorar el pronóstico– avanzó en una reforma que ya quiso hacer Macri, pero que le frustraron los gobernadores en 2016, cuando reclamaron que no les destruyesen la cuota coparticipable del tributo. Hicieron que el Senado devolviese aquella reforma a Diputados para reescribirla con una prosa más federal.
La oposición puso observaciones a la calidad fiscal del proyecto. El oficialismo disparó la única arma que cree tener, la herencia recibida. La prueba es el discurso de cierre de Máximo Kirchner, que trató de herirlo a Negri, a quien en secreto valora y hasta admira (constan testimonios). Negri había alzado la voz dos veces, una para denunciar al Göebbels de Formosa –un ministro de Gildo Insfrán– y otra para atacar al vértice: “¡Dónde está el piloto!”, ironizó sobre Alberto Fernández. El cruce más limpio lo libró Luciano Laspina, que fue una de las tres abstenciones al proyecto, después de demostrar en su intervención cómo los gobiernos Kirchner habían alimentado el aumento de la cantidad de aportantes a Ganancias. El resto es literatura de campaña.
Un Cambiemos elástico, pero no se corre
Hay mucho analista que se distrae con las pantallas que discuten obviedades, por ejemplo, si Cristina y Alberto son parecidos o diferentes, cuando en realidad juegan el mismo juego como los matrimonios de conveniencia, en el que los cuernos nunca duelen. Hasta el final. Que llegará, como en toda historia de cuernos. Ese peronismo no cristinista da señales que le llegan al sector del PRO que mira el futuro con más oxígeno, que es el larretismo porteño. El diputado Álvaro González, secretario político del bloque de Diputados de ese partido, le organizó el lunes al jefe porteño una cena en La esquina de Homero Manzi, en San Juan y Boedo, para una sesión de terapia con los legisladores nacionales de todo el país. La demora hasta el jueves de esta cena que pudo ocurrir el martes limitó el grupo a una treintena de asistentes, representantes de todos los estilos, desde Cristian Ritondo hasta Fernando Iglesias.
Larreta les dio de comer y les explicó su teoría de que a Cambiemos hay que ensancharlo, pero no correrlo en el dial. No se trata de moverse más al centro, a la derecha –como creen Miguel Pichetto o Patricia Bullrich– o a la rosada socialdemocracia, como alientan los estrategos de Parque Patricios. Se trata de que el 51% de los votos –que los obtiene quien gane una elección– no sirve después para gobernar. Es una de las claves de la política esto de nunca romper demasiado con los adversarios, porque los podés necesitar en algún momento.
Lo decía Getulio Vargas, el “Perón brasileño” en su dictamen: “Nadie es lo suficientemente amigo que no pueda ser tu enemigo, nadie es lo suficientemente enemigo que no pueda terminar siendo tu amigo”. Tangamente, Francisco Gorrindo, autor de “Las cuarenta”, fue recordado en esa sobremesa de la esquina de San Juan o Boedo, por uno de los asistentes, mirando a Larreta: “No has de extrañarte si, alguna noche, borracho, /Me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar. /Aprendí todo lo malo, aprendí todo lo bueno, /Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;/Del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga, /Y sé que con mucha plata uno vale mucho más.” El viernes Larreta repitió el rap ante un gabinete ampliado, al que le dio un encierro con almuerzo en el coqueto Lowlands Club, del Bajo Belgrano, que presume de haber albergado la primera cancha de tenis de la Argentina.
“Hay que vivir”
Los gobiernos del PRO de los últimos 15 años en la CABA han sido de las experiencias de éxito político más importantes de la Argentina contemporánea, y es el producto de ese criterio de gobernar con la oposición, especialmente la del peronismo, y con asociaciones a veces odiosas con el sindicalismo, y otros partidos como el radicalismo. El cristinismo extremo siempre criticó al sindicalista Víctor Santa María por hacer acuerdos más o menos discretos con las administraciones de Macri o de Larreta. “Hay que vivir”, era la respuesta. Este Santa María está en el momento de más poder, aferrado a Alberto, cuya sala civil domina con amigos, empleados y medios que controla, para irritación del Instituto Patria. “Hay que vivir”.
El mismo récord de reproches juntan los socios radicales de Larreta, que dominan hoy el Banco Ciudad y sectores ligados a actividades de mucho jugo en cualquier ciudad, como son las habilitaciones y el espacio público. Son fuente de fibra en cualquier administración. Desde el PRO reclaman por esa entrega a los radicales, pero Larreta tiene una alianza con ellos, sobre la base de que, en el futuro, compartirán la sucesión del Gobierno porteño. Una encrucijada, como aquellos enigmas que imaginaban Borges & Bioy para el personaje Isidro Parodi. La base de la estrategia, o más aún, de la cosmovisión política del PRO, es que la existencia de su proyecto está en conservar la ciudad d Buenos Aires como distrito propio. De ahí la necesaria elasticidad en la captura de amigos. Hay que vivir. Un libro sobre esa experiencia de poder del PRO en la Ciudad, que en 20 años transformó el eje de la gobernabilidad del distrito, podría subtitularse: Club de amigos.
Forcejeos radicales por el final de la interna
Lo más importante que la oposición va a develar esta semana es el resultado final de la interna radical para elegir autoridades en la provincia de Buenos Aires, en donde ese partido eliminó –al menos según los resultados provisorios– las dudas sobre su asociación con el PRO en Juntos por Cambio. La junta electoral le dio el triunfo a la lista de Maxi Abad y sus aliados nacionales (Negri, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo), sobre la de Gustavo Posse y asociados (Enrique Nosiglia, Fredi Storani, Juan Manuel Casella) y en la que quiso ser neutral, entre otros, Larreta.
La diferencia cuantitativa es, según ese órgano, de 3.666 votos (60.097 contra 56.431). Posse llevó el jueves a la Justicia un pedido de recuento de los votos. Si se confirma la victoria de la lista de Abad, identificado con María Eugenia Vidal, habrá sumado a otro derrotado: el gobierno del Frente de Todos, que festejaría como propia la derrota del arco opositor que hoy le controla el Senado de La Plata. El resultado lo auditará el juez electoral de La Plata Alejo Ramos Padilla. Tendrá otra oportunidad de demostrar (o no) si es un peón del cristinismo en el poder judicial.
Un triunfo de Posse pondría en duda la fortaleza del arco opositor. Es la señal más importante que surge del resultado del domingo pasado, que ha quedado solapado por otras pirotecnias. La oposición vidalista-radical lo condiciona a Axel Kicillof: la sanción de presupuestos y leyes de endeudamiento, que ha debido negociar, pese a que en 2019 ganó la Provincia por un amplio margen de votos. Pero esa situación tiene fecha de vencimiento porque es difícil que la oposición mantenga después de las elecciones de octubre la mayoría en la Cámara de Senadores.
En 2017 la división del peronismo en tres listas –Cristina, Massa, Randazzo– le facilitó a Cambiemos el control del Senado provincial. Eso no se repite en 2021 y aunque la oposición haga una gran elección es difícil que repita la cantidad de bancas en la Cámara alta de La Plata. Es el mismo fenómeno que explica el optimismo de la oposición para las elecciones nacionales de este año. En 2017 el peronismo dividido en esas tres opciones sacó 19 diputados nacionales, que ahora reunidos, tiene el desafío de renovar. Para hacerlo tiene que protagonizar una proeza electoral. La oposición sacó entonces 15 diputados, y retiene 14 por la migración del Momista Ansaloni (ex del partido FE, del fallecido Momo Venegas). Para renovarlos le bastaría con obtener el 38/40% de los votos.
El mismo mecanismo que le beneficia al peronismo provincial en 2021, lo compromete mucho al peronismo nacional para mejorar la cantidad de diputados nacionales. Con este resultado y las dos cámaras locales bajo control del peronismo, recién se sentará Kicillof a negociar con la oposición apoyos más de fondo en el manejo del gasto. Podrá ceder lo que hasta ahora retiene, contra cualquier tradición bonaerense: los cargos que la oposición siempre tuvo en el Banco Provincia y en los organismos de control.
Pichetto, con la lupa por el Conurbano
Pichetto apareció junto a Posse en alguna foto de campaña. Busca diferenciase de la socialdemocracia que cree identificar en la dupla Larreta-Vidal. Le sirve cualquier número final. Posse logró los mejores números en las secciones electorales 1ª y 3ª, grandes distritos en donde el peronismo es importante. Allí ganó, y perdió en las otras seis, incluso en La Plata, donde el radicalismo que lo apoyó es fuerte (Abad ganó, según números oficiales, 4.094 a 3.178). La lista de Abad contó con el auxilio de socios que frecuentan a Larreta, como Vidal y Negri, que no tienen síntomas de rechazo hacia lo que puede ser la socialdemocracia –en el caso de que el corte de los partidos fuera en punto a ideología, algo difícil de demostrar por esas costas–.
Posse tuvo buenos números en partidos como San Martín, Moreno, San Isidro, Esteban Echeverría y Quilmes. En todos ellos hay un peronismo importante que puede encontrar una referencia en ese proyecto que anima del peronismo republicano. Ese peronismo anti-cristinista es el que representaron en su momento Sergio Massa y Florencio Randazzo. Lo tiene a Joaquín de la Torre para ese emprendimiento. El objetivo de esta fuerza es repetir lo que sacaron Massa y Randazzo para senadores nacionales en 2017: 16,63% (11,32% Sergio, 5,31% Florencio). Hoy es una quimera, porque no toma cuerpo una construcción de ese tamaño que junte tantos votos. Pero ¿y si sacan la mitad, o llegan a los 10 puntos, como presumen en el oficialismo provincial? Miran por ejemplo el resultado en La Matanza, en donde tuvieron un empate con Abad (ganaron 971 a 859). En ese distrito actúa el ex ministro Alejandro Finocchiaro, que se sumó a la tribu de La Territorial (que anima el vidalista Alex Campbell). En eso piensa la oposición cuando mira estos números, que valen más en lo cualitativo que lo cuantitativo –por la cantidad de votantes que hubo en esa elección–.
Peronismo vintage en otro libro de campaña: Menem lo hacía
Acá se trata de escribir de las cosas que no se ven por la televisión –la mayoría de las veces trivialidades que se agotan con el apagado de ese electrodoméstico que se vende en los negocios de línea blanca, junto a afeitadoras y secadores de pelo (Ahora 12)–. Por eso se habla de libros, que se convierten, de manera recurrente, en herramientas de campaña. Estos movimientos del peronismo buscarán identificarse con emprendimientos prevalentes, de personajes que pueden estar cerca de ese peronismo, como Eduardo Menem, que estuvo en la primera fila del acto de lanzamiento de Pichetto en San Miguel hace dos semanas. Más de dos mil dirigentes del peronismo de Buenos Aires, que no están encuadrados en el cristinismo –certificados por la pulserita de boliche y el registro de la temperatura a que los sometieron–, acompañaron ese encuentro que apadrinó Joaquín de la Torre.
El ex senador reaparecerá en pocas semanas más como el responsable junto a Carlos Corach de un libro que recoge un balance de las presidencias de Carlos Menem. “Menem lo hizo”, se titula y lo elaboran ex ministros y funcionarios de los años ‘90. Algunos, como Mario Baizán –ex asesor presidencial– y Ricardo Gutiérrez –estrella del cavallismo– son los responsables de la compilación de trabajos de ex ministros de todos los tiempos menemistas. Muchos de ellos ya se han acercado al peronismo republicano, otros están en el PRO y otros más orbitan cual personajes en busca de autor. Formarán ese grueso volumen, que los editores –los mismos del libro de Cristina “Sinceramente”– presumen será un resumen completo y muy documentado de todo lo que hizo aquel gobierno peronista.
Recuerdos del futuro
El peronismo que siguió se construyó sobre la detracción del menemismo, fuera el duhaldismo o el llamado kirchnerismo matrimonial. Ojo con los derechos. El lema “Menem lo hizo” lo lanzó en 1999 el menemismo de los últimos días en plena campaña de Eduardo Duhalde. Lo inspiró el campañólogo Duda Mendonça sobre la base de un lema que había elaborado para su cliente Paulo Maluf –”Foi Maluf que fez”–. ¿Era para ayudarlo a Duhalde? Nunca se sabrá. La única vez que a Menem se le escuchó un vaticinio presidencial fue cuando señaló al propio Pichetto.
En 2018, cuando presentó su libro de memorias, el riojano derramó sobre el entonces senador: “Yo confío en él, si se lo mete en el alma y en el cuerpo, va a llegar a la presidencia, no tengo dudas. Puede contar conmigo”. Con el paso del tiempo hubo un acercamiento que pacificó las relaciones de Menem en el Senado. El último rulo de esa relación ha sido el acercamiento de Zulemita Menem Yoma a Alberto Fernández. El presidente la tiene como candidata a diputada nacional por La Rioja, y llamadora para el sector del peronismo que manifiesta más adhesión hacia su figura. Es el de las provincias del Norte del país, algunas de las cuales forman el grupo del Norte Grande, que coordina Jorge Capitanich.
Ese peronismo se diferencia del de los grandes distritos, que están más lejos del cristinismo, como Córdoba y Santa Fe, y disputan también con el peronismo metropolitano de Cristina y Massa. El libro de Corach-Eduardo podrá ser instrumento de campaña del republicanismo de Pichetto, pero también de la hija del ex presidente. Entre las plumas contratadas para ese volumen, que saldrá a la calle el próximo mes, están “Chiche” Aráoz –organizador de actos para Pichetto en el interior–, Andrés Cisneros, el “Chango” Rodolfo Díaz, Domingo Cavallo, Horacio Liendo, Carlos Bastos, Jorge Maiorano, Eduardo Amadeo, Raúl Granillo Ocampo, Jorge Castro, Jorge Raventos, Rodolfo Barra, Germán Kammerath, Orlando Ferreres, Jorge Rodríguez, Alieto Guadagni, Alicia Pierini, Armando Caro Figueroa, Alberto García Lema y alguno más que no necesitará mirar más el Canal Volver.