Aunque en haya pasado desapercibido como fenómeno popular, el teletrabajo ya existía antes de la actual pandemia. Sin embargo, desde hace un año resultó la alternativa más óptima
durante los confinamientos y las medidas de restricción para continuar con la actividad laboral de muchas personas y empresas. Incluso en casos en los que antes no se consideraba viable, como indican varios estudios publicados en 2020.
Antes de la pandemia, el 56% de los empleados que podían trabajar desde casa no usaban esa opción, mientras que en mayo de 2020 solo el 18% desempeñaba sus tareas exclusivamente en su lugar de trabajo, de acuerdo con datos del Interactive Advertising Bureau (IAB).
De hecho, una vez superada la crisis sanitaria se espera que este método de trabajo se incorpore definitivamente, debido a que aporta diversas ventajas: tanto para la empresa (reducción en costos para instalar el puesto de trabajo) como para los trabajadores (más flexibilidad horaria, menor uso de transporte, ganancia neta de tiempo) y la sociedad (menos densidad de tráfico y menos contaminación).
“No obstante, también trae asociados cambios que pueden resultar negativos para nuestro bienestar”, explica Rocío Cupeiro Coto, profesora en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF, en España), “como mayor incomunicación y aislamiento o la dificultad de separar el tiempo laboral del tiempo de ocio, entre otros”. El hecho de no tener un horario establecido, de vivir y trabajar en el mismo espacio físico y de no contar con las mismas alternativas para descansar que se tenían antes de la pandemia, son algunos de los factores que alteran la vida de los trabajadores.
“La crisis de la Covid-19 ha hecho añicos la noción de que el trabajo remunerado y la vida personal son dos dominios completamente separados, así como el mito del trabajador ideal, según el cual los trabajadores pueden y deben estar siempre disponibles para desempeñar sus funciones. Los estudios han demostrado que el teletrabajo aumenta la intensidad del trabajo y la interferencia entre el trabajo y el hogar, lo que provoca efectos adversos en el bienestar y los niveles de estrés de los teletrabajadores”, describe el documento “El teletrabajo durante la pandemia de Covid-19 y después de ella”, realizado por especialistas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Una revisión de 23 papers o documentos científicos que analizaron a lo largo del 2020 las consecuencias del trabajo en el hogar concluye que “la relación salud / trabajo es compleja y requiere la consideración de factores del sistema más amplios para optimizar los efectos del teletrabajo en la salud de los trabajadores. Es probable que el home office continúe hasta cierto punto en el futuro previsible. Por eso, las organizaciones deberán implementar políticas formalizadas de teletrabajo que incluyan el gestionar los límites entre el trabajo y el hogar, la claridad de los roles de cada miembro del grupo laboral, la carga de trabajo, el apoyo técnico, entre otras cuestiones”.
Menos calorías gastadas
No tener que salir de casa para trasladarse hasta el lugar de trabajo redujo el tiempo que las personas pasan moviéndose, y eso tiene una fuerte influencia sobre todo el organismo. “El cambio al teletrabajo no es para todas las personas igual: en los puestos de trabajo desarrollados casi exclusivamente ante un escritorio se nota menos diferencia que en aquellos en los que se requerían traslados o reuniones presenciales, actualmente limitadas”, analiza Cupeiro.
Una de las mayores consecuencias del home office es que se redujo fuertemente la actividad física diaria, ya que ni siquiera se da un desplazamiento desde el domicilio al lugar de trabajo. Hay quienes se obligaron a hacer ejercicios en casa en plena cuarentena, mientras que otros recuperaron algo de su actividad a partir de la flexibilización de los aislamientos, a partir de las caminatas, el running y las rutinas de ejercicios al aire libre.
Y es que la inactividad física tiene gran influencia en la salud y en la presencia de enfermedades no transmisibles, tal y como ya advertía en el año 2010 la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el home office, oficina en casa, o teletrabajo, la aumenta.
Una de las primeras consecuencias que ocasiona el teletrabajo es el desequilibrio energético positivo. Es decir, la falta de movimiento hace que la energía que consume el cuerpo cada día (el gasto energético diario) se reduzca, lo que puede generar una falta de armonía entre las calorías que se ingieren y aquellas que se utilizan. Y esto, según numerosas investigaciones, desencadena sobrepeso u obesidad.
Más allá del componente estético que esta ganancia de peso pueda tener, es destacable por las enfermedades asociadas (como síndrome metabólico, hipertensión y trastornos cardiovasculares) y el consecuente aumento del gasto sanitario que ello conlleva.
Tanto si se produce un incremento de masa grasa o una disminución de masa muscular (ambas perjudiciales para el organismo), el sedentarismo aumenta el riesgo de diversos trastornos metabólicos, musculoesqueléticos o psicológicos, o de empeorar su sintomatología.
“El cuerpo humano está hecho para moverse. Y pasar la mayor parte del día sentado o acostado es algo que le pasa una cara factura”, afirma Cupeiro. De hecho, el ejercicio físico mejora el pronóstico de 26 patologías crónicas y organizaciones de salud de diversos países informaron que, durante los confinamientos empeoró el nivel de actividad física de población adulta, joven e infantil.
El problema de la silla
Según la Agencia Europea para la seguridad y salud en el trabajo (EU-OSHA), no todo se reduce al aspecto metabólico y de composición corporal. El teletrabajo, al imponer una posición sentada durante mucho tiempo, puede ocasionar o agravar trastornos musculoesqueléticos.
Un nuevo estudio realizado en dos universidades españolas relaciona el dolor de músculos y huesos con el teletrabajo en tiempos de la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2. Así, si la persona que hace home office no cuenta con las condiciones ergonómicas óptimas para el desarrollo de su actividad, puede estar predispuesto a presentar estas molestias, tanto musculares como en tendones y otras estructuras anatómicas. Es frecuente la aparición de dolores en la zona lumbar. Estar de forma prolongada sentado es uno de los factores físicos que influyen en la aparición de estas molestias.
La OMS lanzó, en noviembre del 2020, una nueva guía de recomendaciones de actividad física y hábitos sedentarios bajo el lema ‘cada movimiento cuenta’. En ella se explica que más de 5 millones de muertes al año podrían evitarse si la población mundial fuera más activa.
La estrategia individual más sencilla, según los expertos, es que las personas que trabajan frente a un escritorio reduzcan el tiempo sentadas, tanto en la jornada laboral como fuera de esta: aprovechar las llamadas de teléfono para caminar, por ejemplo, o usar las escaleras en lugar del ascensor, trasladarse hacia lugares relativamente cercanos caminando o andando en bicicleta. Y, sobre todo, realizar ejercicio físico planificado de forma regular.
Aún cuando la pandemia está aquí todavía y lo estará por un tiempo más, pensar el futuro es una tarea ya planteada. Un trabajo que analiza el teletrabajo realizado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) describe: “Alrededor de 3 millones de personas ocupadas en las grandes ciudades de Argentina realizan tareas laborales que pueden trasladarse al mundo digital, pero menos de 1 millón lo hace a través de sistemas bien constituidos para el trabajo remoto. ¿Cómo se construye colectivamente una nueva normalidad en la que se logre realizar el potencial del teletrabajo? ¿Cómo deben cambiar las políticas, las instituciones y los comportamientos? ¿Cuánto de las discusiones pre-pandemia son válidas para pensar este nuevo contexto?”.
Verónica Fuentes/SINC y Andrea Gentil