¿Qué espacio debería ocupar la socialdemocracia en un país atravesado por la grieta política? La respuesta del primer partido argentino inscripto en esa corriente quedará en manos de sus 115 mil
afiliados, convocados a renovar su conducción nacional el 18 de abril.
Serán las primeras elecciones internas del Partido Socialista en 11 años y tendrán lugar en el marco de una campaña áspera, producto de la crisis en la que quedó envuelto tras la pérdida de sus dos bastiones, el gobierno de Santa Fe y el municipio rosarino, en 2019. Con la “yapa” de una frustrante experiencia como socios menores de la fórmula Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey en las presidenciales del mismo año.
Miguel Lifschitz, Roy Cortina y Eduardo Di Pollina.
Para agregar una dosis de confusión a propios y ajenos, el menú de ofertas abarca un amplio surtido: una lista propone acercarse al kirchnerismo y otra se plantea como el ala progresista de Juntos por el Cambio, mientras que la del oficialismo insiste en explorar una tercera vía.
Aquí esta la carta de presentación de las tres opciones, pasen y vean.
* Socialismo en movimiento: es la boleta que armaron tras un trabajoso pacto de convivencia los ex gobernadores Miguel Lifschitz y Antonio Bonfatti -presidente saliente-, tras pasarse mutuas facturas por las frustraciones de los últimos comicios. Acordaron explorar un reagrupamiento del centroizquierda. Lleva de candidata a la ex intendenta de Rosario, Mónica Fein, quien parte como favorita por el fuerte peso de la lista en el distrito santafesino, que nuclea a un tercio de los afiliados. De confirmarse, sería la primera mujer en presidir el partido en sus casi 125 años de historia. “Nunca sucedió en el PJ ni en la UCR”, se jacta Fein.
* Pluralismo federal: está encabezada por el jefe del socialismo porteño, Roy Cortina, quien desafió la estrategia nacional en 2019. Integró la lista de Cambiemos y ahora es vicepresidente tercero de la Legislatura de la Ciudad. Participa de las reuniones de Gabinete de Horacio Rodríguez Larreta y argumenta: “compartimos espacio con Martín Lousteau y Graciela Ocaña, ahí tenemos que estar, para ensanchar el espacio progresista de la oposición que puede desbancar al populismo”. Su fuerte: la militancia universitaria (el Movimiento Nacional Reformista), donde se forjó. Su debilidad: la escasa inserción en Santa Fe.
* Convergencia socialista: la pata socialista que se encolumna con los K está representada por Eduardo Di Pollina, un ex diputado santafesino que también se alzó contra la orden de apoyar a Lavagna. Pero en este caso para llamar a votar por Alberto Fernández, a quien sigue dando apoyo por entender que es el sentido de una fuerza de “izquierda democrática” que debe recostarse “en el campo nacional y popular”. Librará lo que se dio en llamar “la interna de la interna”: se rodeó de ex ministros provinciales para amenazar la hegemonía del dúo Lifschitz-Bonfatti nada menos que en el manejo partidario de Santa Fe.
Fein hizo hincapié en la necesidad de “reafirmar la autonomía partidaria” de cara a las elecciones legislativas de este año. Una confirmación de las intenciones de Lifschitz, su jefe político, de capitalizar la buena imagen que le adjudican las encuestas y competir por una banca del Senado sin apartarse del Frente Progresista, que funciona desde hace dos décadas bajo la batuta del socialismo.
De ese modo, resistiría las presiones de sus socios radicales para armar un “frente de frentes” o un “frente XXL” con las fuerzas que integran Juntos por el Cambio. ¿Y si no le alcanza para su ilusión de volver a gobernar la provincia, como en el período 2015-2019? “Se verá”, dicen sus seguidores. Y por lo bajo advierten la posibilidad de acoplarse a una coalición opositora en 2023, con la condición de que Mauricio Macri no tenga voz ni voto en el armado. Difícil.
Por las dudas, Bonfatti -que más de una vez le hizo gestos al peronismo- aceptó sumar candidatos a la lista hegemonizada por Lifschitz a cambio de que ambos integren una comisión de acción política que sirva como dique a eventuales vuelcos hacia un lado de la grieta.
Cortina asegura que Lifschitz mantiene contactos secretos con emisarios de Larreta, pero lo acusa de actuar con una “doble vara”. Es que dio vía libre a los intentos de la conducción nacional de intervenirle el partido en la Capital por su inclusión en las listas del jefe de Gobierno. “Al final la Justicia lo impidió”, comenta. Y plantea una serie de contradicciones. “Tenemos legisladores aliados a la UCR en Mendoza y Jujuy, y al peronismo de Juan Schiaretti en Córdoba, pero nunca los amenazaron con sanciones”.
El candidato de Pluralismo federal plantea que la cúpula del socialismo se maneja con “un estilo unitario. Son los unitarios de Santa Fe”. Y confía en cosechar votos en provincias de menor influencia partidaria, como Buenos Aires, Tucumán, Entre Ríos y Córdoba. Precisamente una cordobesa, la militante juvenil María Zoe Maldonado, lo secunda en la lista.
Di Pollina, formado al lado del ex senador Rubén Giustiniani -quien rompió por izquierda y armó el partido provincial Igualdad y Participación-, acusó a Lifschitz de ofrecerles cargos a varios de sus candidatos para obligarlo a bajar su lista. El ex gobernador preside ahora la Cámara de Diputados provincial. Antes lo había asociado a “la derecha reaccionaria” por haber llevado al partido a la alianza con Lavagna y Urtubey. Su compañera de fórmula es la porteña Julia Marino.
Fein lleva de número dos al bonaerense Jorge Illa y se considera heredera del legado de Hermes Binner, el último líder nacional del partido -fallecido en junio pasado- y quien logró en las presidenciales de 2011 ubicar al socialismo como segunda fuerza, en una elección histórica. Tan histórica como la crisis que atraviesa hoy el partido de Juan B. Justo y Alfredo Palacios, que apenas conserva un diputado nacional.
Con todo, el partido de la rosa puede exhibir como credencial el modo democrático para dirimir sus internas, tal como hacen sus “primos” radicales y evitan sus históricos rivales del peronismo.