Still, o las lecciones de supervivencia de Michael Fox

El comienzo de la nueva película de Michael J. Fox no parece el de un documental. El actor de la trilogía de “Back to the Future” relata en off el recuerdo del primer temblor una mañana de resaca de 1990 en un hotel de lujo de Florida. La noche anterior había tenido una especie de competencia de tragos con Woody Harrelson que terminó mal pero no podía recordar bien los detalles. Lo cierto es que la mano izquierda le temblaba sin cesar y en ese momento no le hallaba explicación al asunto. Pero más tarde lo entendió como una señal: “el temblor era un mensaje del futuro”.

Los astros de Hollywood no suelen hacer su biopic en vida, pero obviamente Michael J, Fox, el comediante bajito que dominó el Hollywood de los ’80, y que además de ir y volver del pasado al presente y al futuro en la saga de Robert Zemeckis también se graduó de gran actor dramático en la obra maestra de Brian De Palma sobre Vietnam, “Pecados de guerra” (“Casualties of War”, filmada justo en 1989, antes de los temblores del actor) es un caso muy distinto dado su condición de enfermo de Parkinson.

Lo que no implica que el Parkinson sea el centro de “Still: A Michael J. Fox Movie” sino solo una tanta de varias partes muy importantes, donde tal vez el centro de todo sea el optimismo a toda prueba del actor, que aquí se confiesa a cámara tanto hablando sobre las cosas que vivió y sus emociones al respecto, como desde la perspectiva actual y en sus actividades cotidianas ya sea junto a su mujer Tracy Pollan y sus cuatro hijos o sobre todo en sus duras rutinas de ejercicios físicos para combatir su enfermedad, donde a veces no le va tan bien.

Hay un momento clave en el que Fox va caminando rápido y tembloroso por la calle, guiado por su terapeuta, y una mujer lo reconoce y le grita un amable saludo, que el actor responde para luego caerse estrepitosamente en la vereda. La mujer corre a ayudar, pero él ya se levantó como si nada, y ese es un poco el espíritu del mensaje de toda la película. Solo que esto se cuenta no solo enfocándose en la enfermedad, su diagnóstico a partir del ’90, las pastillas y la terapia, sino también interactuando con lo que hace que espectadores de todo el mundo quieran ver una película, es decir la carrera en TV y cine de Michael Fox.

Y aquí es donde el director Davis Guggeinheim (ganador del Oscar al mejor documental por “Una verdad incómoda”, la historia de la cruzada de Al Gore para combatir el calentamiento global) arma un notable rompecabezas de montaje donde todo tipo de escenas, incluyendo outakes y distinto tipo de material inédito de la filmografía del protagonista, es utilizado no solo para ilustrar de manera convencional su carreta sino sobre todo para comentar, e incluso armar, una puesta en escena de las cosas que va contando el actor, incluyendo, en un momento formidable, los secretos de cómo hacía para ocultar a la vista sus temblores cuando aún no se animaba a confesar su enfermedad y debía encontrar trucos para disimularlos, incorporándolos al drama de la escena a interpretar, dándole un pequeño toque histriónico extra a cada personaje.

Y estos fragmentos de sus películas ayudan a armar un documental en el que Fox también ironiza sobre los vaivenes de su carrera, donde no todo lo que tocaba se convertía en oro, como cuando Stephen Lang lo ataca desde el asiento de atrás de un auto gritándole “odio tus películas”, una escena perdida de la injustamente olvidada comedia policial “The Hard Way” (“Duro de aguantar”) o corriendo en medio de una catástrofe desoladora en una escena que quedo fuera de “Mars Attacks” de Tim Burton.

Está claro que esto también surge del hecho de que el guionista es el propio Michael J. Fox, o sea que sabe perfectamente qué fragmento poner para comentar que cosa, y esto se aplica especialmente al romance con su esposa, la actriz Tracey Pollan, que también surgió del sitcom donde Fox se volvió famoso antes de “Back to the future”, es decir “Family Ties” . Justamente el guión es brillante al describir el vertiginoso éxito de su figura desde la mismísima nada, apenas un actor petiso que conseguía papelitos porque lucía más pequeño de lo que en realidad era, lo cual calzaba a la perfección en comedias juveniles, y que de golpe hizo un piloto de esa comedia televisiva diseñada para que los protagonistas fueran los padres, pero el que conquistó al público fue el hijo, o sea Michael. El vértigo de la vida de Fox no tiene paz cuando durante el largo rodaje de “Back to the fueture” dormía apenas un par de horas para que lo despierten en el set de “Family Ties”, sitcom del que rodó todos sus 172 episodios. Como cuenta Fox, ese vértigo para él en un momento provocó el karma del Parkinson, una especie de precio a pagar por ese éxito casi irreal.

Por supuesto la parte optimista es la que domina, sobre todo el desenlace del film, con Fox hablando a los congresistas sobre la importancia de invertir más en ciencia para encontrar una cura al Parkinson y cuando ya habiendo difundido estar enfermo igual podía protagonizar su propio programa de TV, “The Michael J. Fox Show” –algo muy atípico en la industria- aunque inevitablemente alejándolo del cine. Incluso en esta película se nota la diferencia de cuando Michael habla temblorosamente a cámara y las más trabajadas –tal vez editadas para mejorar- narraciones en off.

Pero más alla del mensaje, lo bueno de “Still” es que justamente tanto en sus partes de biopic de un superastro del Hollywood de los ’80 como cuando gira en torno a una enfermedad incurable, al final siempre está el carisma inconfundible de Michael J. Fox.

Fuente Ambito

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