
“La década del veinte fue la más prolífica de Broadway. Solo en 1927 se estrenaron 50 nuevos musicales, al precio de 3,5 dólares la entrada, con 20 millones de espectadores, el doble de hoy en día”, dice Pablo Gorlero, autor y director de “Tin Pan Alley, noches de Broadway”, un show de café concert que se estrena el viernes 1 de septiembre en Castor y Polux, el local fundado por Lino Patalano.
Se trata de un recorrido por la era dorada de los compositores de Broadway, aquellos que se hacían conocer en el mítico Tin Pan Alley, cuna del jazz y el musical. Cole Porter, George e Ira Gershwin, Irving Berlin, Lorenz Hart, Richard Rodgers y otros, en las voces de Belén Cabrera, Agustín Iannone, Joaquín Catarineu, Emanuel Ntaka, Luli Chouhy y Daniela Rubiatti. Dialogamos con Gorlero sobre esta propuesta que se verá cuatro únicos viernes de septiembre a las 20.30.
Pablo Gorlero: Hace rato que tenía ganas de hacer un espectáculo con estas canciones que, a pesar de ser antiguas, no pasan de moda y siguen siendo grabadas. Al conocer Cástor y Pólux, espacio que inauguraron Lino Patalano y Gustavo Benavidez, pensé que sería hermoso poder concretar este proyecto ahí. A Lino le hubiera encantado.
P.: ¿Por qué el Tin Pan Alley?
P.G.: Cuando escribí el libro “Historia del teatro musical en Broadway” me explayé mucho en la época del Tin Pan Alley, esa calle neoyorquina donde se situaban todas las editoriales musicales, con ese mágico sonido a pianos y pianolas desde la calle. No sólo fue la cuna de la canción popular norteamericana y la comedia musical sino, especialmente, del jazz. El Tin Pan Alley es vital en una historia muy amplia.
P.: ¿Cómo era la atmósfera?
P.G.: Le llamaban “tin pan” porque el sonido de las teclas de los pianos, desde la calle se asemejaba al ruido de muchas sartenes juntas. Hay que destacar que la comedia musical estadounidense fue desarrollándose de forma paralela al surgimiento del ragtime, primero, y del jazz, después, entre 1890 y 1920. Pero fue la gran mezcla de razas la que logró un estilo propio norteamericano. Entre 1910 y 1920, comenzó la locura del baile. Aquellos ritmos que venían del exterior y eran acordes para la danza, resultaban los favoritos del público que buscaba jovialidad en épocas turbulentas para todo el mundo. Esas corrientes eran el foxtrot, el shimmy, el Boston, el tango, el swing, el mambo, la conga y tantos otros, que venían de Europa y América latina. El musical se modernizaba notablemente. En los años 20 la opereta continuaba siendo muy popular, y 6 de los 11 espectáculos de Broadway de mayor duración en esa época pertenecían a ese género. Las melodías en tiempo de vals dominaban aún, pero el crecimiento y la influencia del Tin Pan Alley se podía sentir. Fue también una década de muchos cambios radicales: Como un todo integral, los años veinte presenciaron cómo la forma se refinó y se transformó a sí misma.
P.: ¿Qué puede agregar de los años ´20?
P.G.: Los principales gestores de la comedia musical estadounidense dieron sus primeros pasos en esos años, pero desarrollaron sus mayores expresiones en los años treinta y cuarenta. Era la época en que las estrellas eran los autores de las canciones. Casi todos ellos, reunidos en el célebre Tin Pan Alley, sitio que floreció entre fines del siglo XIX y las primeras dos décadas del XX. Estaba situado en West Street, entre Broadway y la 6ª Avenida, en la zona baja de Manhattan. El furor de ese tan famoso pasaje culminó poco tiempo después de la Gran Depresión, ya que las industrias radiofónica y fonográfica aplastaron a la industria de publicación de partituras.
P.: ¿Cómo recrean ese ambiente en el espectáculo?
P.G.: En el espectáculo, que se desarrolla en formato de café concert, recreamos esa atmósfera a través de su idioma original, el único sonido de un piano de cola, el acompañamiento del tap, estilo de danza que siempre fue la mejor socia del jazz, y un vestuario acorde a la época. A su vez, los artistas irán relatando el derrotero de ese sitio tan emblemático.
P.: ¿Qué vigencia tiene hoy el café concert? ¿A qué público convoca?
P.G.: Fue transformándose con el tiempo. Es un género local que nació en los años 60, de la mano de Lino Patalano y enormes artistas como Edda Díaz, Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y Enrique Pinti, entre muchos otros. Luego, la música se fue colando en esos espectáculos, y no sólo fue el humor lo que los caracterizó. De algún modo se fusionaron con el music hall, género que vio en el espacio del café concert el sitio perfecto para desarrollarse. En los últimos años se fue diluyendo este tipo de espectáculos, pero el placer de ver una buena propuesta, tomando una copa y a escasa distancia del artista siempre será sublime. Convoca a todo tipo de público. Amantes del jazz, del teatro musical, del teatro en particular y de la música en general.
P.: ¿Qué puede decir de la concepción visual y sonora del show?
P.G.: Lo que nos juega a favor es que Cástor y Pólux, en sí mismo, es una gran escenografía. Por eso los intérpretes se desplazan por todo el espacio, no solo en el escenario. Eso lo hacemos también para sumergir al espectador en esa atmósfera de melodías reconocibles. A su vez, algunos de estos cuadros son dramatizados y enriquecidos por las coreografías de Marina Svartzman.
P.: Esta primavera o explosión del teatro, que cerró la etapa pandémica en invierno con recupero de taquilla, ¿cómo cree que seguirá? Estamos destinados a los altos y bajos económicos..
P.G.: El teatro suele sobrevivir crisis y hasta pandemias. Curiosamente las mejores temporadas teatrales tuvieron lugar en crisis económicas y sociales enormes: 1988/89, 2001/02 y ahora. La gente necesita enriquecerse con el arte y el espectáculo. Es una necesidad. Por otra parte, al no haber ficción televisiva, la única posibilidad de encuentro con los artistas es el hecho vivo teatral. Una sola cosa puede dinamitar esta lógica: lo ilógico, o sea la posibilidad de un gobierno de Javier Milei.
P.: ¿Qué puede agregar de los intérpretes?
P.G.: Vuelvo a trabajar con artistas como Agustín Iannone, Emanuel Ntaka y el director musical Juan Ignacio López, con quienes trabajé en “Hair”; y con artistas enormes como Daniela Rubiatti, Belén Cabrera y Joaquín Catarineu; y es la primera vez que trabajo con Luli Chouhy, a quien vi en “Disney en concierto” y en “La tiendita del horror”. Son talentos enormes y voces prodigiosas, lo necesario para esta propuesta.
Fuente Ambito







