Con ironía, manifiesta columna vertebral de este conjunto de relatos Abrasha Rotenberg se presenta como “plumífero amateur”, cuando son cuentos de una cautivante narratividad que suele coronar con un giro inesperado o un final sorprendente. Confiesa que durante años había escrito una novela y al llegar a los 87 años se dijo: “como novela no sirve, pero contiene algunos buenos relatos”, y se dedicó a desguazarla para extraerlos. Ahora a los 97 años, cuando ya prepara un nuevo libro, sale una edición argentina (hay una anterior en España) de “El moscovita desesperado” que es un álbum de prodigiosos relatos donde brilla el típico humor judío junto a una cierta barrialidad porteña, la aleccionadora crítica a los fanatismos ideológicos y religiosos, y una acerada descripción de las debilidades humanas. Veamos. El dueño de una empresa de productos químicos buscando una relación comercial en la Moscú en los años finales de la URSS, conoce a un “moscovita desesperado” que trata de escapar del comunismo, si no es él y su mujer, por lo menos su hijo, con una fortuna que dice tener escondida. Una fanática y virginal militante del Partido Comunista entra en crisis tras ser avanzada sexualmente por un camarada calculadamente “simulador”. A un joven abogado judío lo envían a concretar un negocio en Europa y en el camino se verá capturado por una dama que lo invita a comer “una fondue”. En “un autobús repleto de soledades” un don juan judío descubre que una dura humillación le indica que su vida paso a otra estación. Como bonus track entrega una nouvelle que es una fiesta sarcástica sobre cierto tipo de psicoanalistas. Rotenberg fue socio de Jacobo Timerman en las revistas Primera Plana y Confirmado, y en el mítico diario La Opinión, del que fue director. Publicó “La Opinión amenazada”, “Ultima carta de Moscú, entre otras obras. Es padre de Ariel Rot y Cecilia Roth, y de este nuevo libro.
Fuente Ambito
