Federico Sturzenegger se comunicó con una parte del directorio del Banco Nación para proponerles que «apuren» la privatización de la entidad financiera más importante de la Argentina utilizando como soporte legal el DNU 70/23. Las empresas de medicina prepaga se apuran en anunciar aumentos todos los meses, antes de que la justicia habilite los amparos pedidos por sus clientes que ya no pueden pagar las cuotas. Los monopolios de la alimentación pusieron los precios de la comida –en el granero del mundo– más caros que en Europa y Estados Unidos. Las empresas de telefonía celular incrementan el servicio cada 30 días y los precios ya están por encima del promedio internacional en dólares. Los medicamentos aumentaron 350% entre marzo del año pasado y febrero del 2024. La venta cayó un 50%, lo que quiere decir que los pacientes no están realizando los tratamientos como corresponde.
La forma de actuar de las grandes corporaciones, que controlan los precios de sus rubros de producción porque casi no tienen competencia, es la de quien lleva adelante un saqueo. Ganar lo máximo posible en el menor tiempo posible. Es como un ejército de ocupación en un país invadido al que no le interesa estabilizar la situación sino llevarse todas las riquezas. Esto es lo que viene provocando el experimento anarco-capitalista en el que se embarcó la sociedad argentina al votar a Javier Milei.
El presidente había dicho en Davos que controlar a los monopolios atenta contra la «libertad y el progreso» de la humanidad. Los empresarios presentes en el foro que se realizó en Suiza no podían creer lo que escuchaban. Ninguno de ellos es un infiltrado del comunismo imaginario contra el que Milei emprende su cruzada internacional. Estados Unidos –al que tanto admiran Milei y su séquito– está plagado de leyes antimonopólicas. Nada atenta más contra el capitalismo que la concentración de los medios de producción.
Alcanza con recordar el juego de mesa que se llama Monopolio: se terminaba cuando uno de los jugadores se quedaba con todo. El resto de los participantes no podían seguir. Es lo que está pasando en la economía argentina. Todos los ingresos de la población se destinan a comer, movilizarse, y, con suerte, pagar los servicios básicos. Entonces el resto de los rubros van camino a la quiebra porque las corporaciones que manejan los insumos básicos se quedan con todo.
Los aumentos no se pueden explicar de otra forma. En Europa, la comida, el transporte y los medicamentos tienen ese valor en parte por los salarios. En España, que tiene sueldos bajos en comparación con otros países del viejo continente, el salario mínimo es de 1131 euros. Son aproximadamente un millón de pesos. En la Argentina de Milei es la quinta parte. ¿Por qué entonces hay consumos básicos que se producen en el país, los alimentos, que cuestan más que en España? Los libertarios con su mantra dogmático que está destruyendo los ingresos de la población dicen que es por los impuestos. La presión tributaria del gobierno central en España es del 38% del PBI y en la Argentina del 28%. ¿Y entonces? Los insumos básicos no están más caros que en los países del primer mundo por los niveles salariales ni la presión tributaria. Es un saqueo corporativo habilitado por un gobierno que piensa que lo mejor que puede hacer es no gobernar, excepto para garantizar la libertad para el saqueo. ¿Es acaso un plan orquestado, un complot de los empresarios? Probablemente no, aunque hay prácticas de cartelización. Es una conducta estimulada por las políticas que impulsó el gobierno. El proyecto de «es todo o es nada» habilitó a los que tienen la capacidad de quedarse con todo a avanzar de manera voraz. Y la mayoría del pueblo argentino le toca la nada. «
Fuente Tiempo Argentino