Natalia Aruguete es investigadora, docente y una estudiosa de la interacción de narrativas en redes sociales, tal vez el principal eje de la maquinaria oficial de la gestión de Javier Milei. Escribió junto a Ernesto Calvo Nosotros contra ellos, cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros (Siglo XXI). En medio de una campaña para limitar a los trolls libertarios, Aruguete explica que parte del éxito comunicacional del gobierno está vinculado a la «co-coordinación de influencers que se alimentan con las cuentas del propio presidente, y se complementan en la lógica amplificadora de los propios contendidos. El reparto de las tareas le permite al gobierno desplegar sus narrativas, encuadres y agendas en distintas comunidades digitales. Es la eficacia de no centrar la comunicación en la figura presidencial».
–¿Qué lugar ocupan los trolls en el dispositivo comunicacional del gobierno?
–El dispositivo comunicacional del gobierno tiene una complejidad y una singularidad que excede el lugar del ataque o «trolleo». Es importante distinguir a un troll de las cuentas falsas. No son sinónimos. Un troll es aquella cuenta que ataca persistentemente a un actor o a un sector determinado en coordinación con otras cuentas. Esas otras cuentas pueden ser fakes, no fakes, cuentas institucionales o cuentas de gente de a pie. Ese ataque puede tener como propósito eliminar a otro de la conversación, llevarlo a que se privatice, que deje de participar del debate de la escena pública. Otro propósito de los ataques coordinados puede ser dar visibilidad a un determinado tema en el cual el sector que impulsa esa estrategia saca una ventaja relativa. Por ejemplo, cantar fraude días antes de las elecciones. Pero la estrategia comunicacional del gobierno excede por mucho el trolleo a todo aquello con lo que no se coincida o a aquellos a los que se busca licuarle el capital político.
–¿Cómo se compone la maquinaria del gobierno?
-Para poder impulsar una campaña comunicacional es necesaria la participación de varias dimensiones de la comunicación. Por un lado, tenés plataformas digitales, por otro la participación de los medios de comunicación y por otro lado un terreno «terrenal» donde también se hacen actuaciones políticas. La combinación de todo eso es lo que vuelve eficaz una campaña. Uno de los aspectos que se ve es una suerte de desinstitucionalización y externalización de la creación y la circulación de contenidos mediatizados, tanto de las redes como de los medios de comunicación que la expanden.
–En los últimos días se lanzó una campaña de bloqueo de trolls, ¿cree que es algo efectivo?
–¿Qué ocurre cuando uno bloquea una cuenta? Por un lado impide que esas cuentas se metan en tus conversaciones. Impide que esas cuentas sean activadas y puedan influir entre sus pares conectados. Los deja fuera de las conversaciones. Invita a su conversación a los que quiere invitar. Es como si alambraras el perímetro de tu casa para evitar que entren aquellos que quieren agredir y no debatir. El objetivos es mostrar que tienen el poder de agredir y denostar. En ese punto uno logra bloquear la posibilidad de ese tipo de interacción violenta y evita que entren en sus conversaciones. Cuando es una medida de conjunto, coordinada, empieza a podar la red de interconexión. La diferencia fundamental en términos algorítmicos de las redes es que antes medíamos en qué medida alguien que se sentía afectado por un mensaje determinado no compartía ese mensaje o no daba un like o lo ignoraba. Pero la red de contactos seguía intacta. Con esta medida lo que se hace es podar las ramas de un árbol. El podar eso impide que esos mensajes te lleguen a vos y más aún impedís que esas cuentas se coordinen para atacarte.
–Se habla mucho de la influencia de las redes, ¿cuál es el peso que tienen para la política? ¿Los medios tradicionales qué lugar ocupan?
–Hay dos instancias en la disputa por la agenda, la política y la mediática. Siempre fue una disputa entre pares. Quien fija hoy la agenda y los términos del debate es la agenda política y más particularmente el gobierno. Este logro del gobierno de Milei implica que no solamente su narrativa y sus cuentas aliadas quedan sobrerepesentadas en las redes, sino que además eso es tomado como insumo por los periodistas y amplificado por los medios de comunicación. No sólo el gobierno logra definir los límites del debate de manera cuasi irrefutable, sino que algunos medios son vulnerados porque aparecen como focos de ataque y señalados como parte de la casta. Están más vulnerables en su capacidad de instalar la agenda pública. Los contenidos más atractivos ni siquiera son los contenidos noticiosos porque las noticias generan cada vez menos engagement en redes. Por ende, los medios se ven obligados a diversificar y adaptar sus contenidos, poniendo en cuestión sus prerrogativas deontológicas de informar a la población. Porque si no deversifican sus contenidos el consumo de noticias baja. Entonces los criterios de noticiabilidad van perdiendo su definición original.
–Da la impresión de que en la Argentina y en el mundo el progresismo perdió la batalla de las redes. ¿Por qué?
–En términos estructurales lo que está perdiendo el progresismo es la batalla cultural, más que la batalla en las redes. Las redes no son solamente un engranaje de difusión y de propagación de contenidos. Son procesos de subjetivación de quienes habitan esos espacios. En esa construcción de subjetividades, las derechas están ganando muchísimo terreno porque entienden la lógica digital en esos términos no usan las redes solo como difusión de otra cosa. Además interpelan a un sector etario de jóvenes en particular, jóvenes varones, desde determinados preceptos que suponen una reacción retrógrada a una serie de avances de derechos civiles que se estaban dando en Argentina y eso los convoca. Esa militancia digital está muy involucrada en la conversación en rede sociales desde narrativas muy intensas. La consecuencia orgánica de esa dinámica es que sus narrativas, agendas y encuadres quedan sobrerepresentados en redes sociales, no son los únicos que las habitan pero su palabra parece dominar toda la red. «
Fuente Tiempo Argentino