Esta semana, Javier Milei salió de nuevo a los escenarios. Las redes sociales no fueron el canal excluyente de su comunicación y se mostró en tribunas empresarias. El Council of the Americas, el miércoles, y la Expo Real Estate, al día siguiente. Auditorios ávidos de medidas que tendrán que esperar.
Aunque los hombres de negocios destacan “el rumbo”, ahora aguardan que La Libertad Avanza pise el acelerador. Sin embargo, Milei levantó el pie. En su faceta pragmática, el Presidente hace cálculos políticos: con la oposición en estado vegetativo, es preferible ralentizar los tiempos y sostener los contados aciertos de la gestión. Mientras los empresarios y el sector productivo aguardan el fin del cepo, la quita del Impuesto País y una devaluación, Milei salió a la cancha a marcar el ritmo: nada será inmediato. Aleja la zanahoria, ata el cumplimiento de sus promesas a resultados que nadie está seguro de que lleguen y aprovecha, en lo político, el “efecto Alberto”.
Con discursos semejantes, Milei dejó en claro que no está dispuesto a sacrificar el ordenamiento macroeconómico. Es decir, secar la oferta de pesos y abrazar la baja de la inflación como sostén del Gobierno, por más que el consumo y la producción se mantengan por el piso. Y, por ende, suban el desempleo y la pobreza. Saben en el Gobierno que lo único que liga a Milei con su electorado, además de cierto carisma, son las mediciones mensuales que publica el Indec. Hasta acá, un éxito.
Dos economistas consultados por Ámbito, cercanos al universo libertario y conocedores de la gestión pública, coincidieron en sus proyecciones. “Van a morir con las botas puestas”, dijo uno de ellos, con relación a que no ve un escenario en donde el Gobierno termine cediendo a la presión por devaluar el peso, por más que sigan cayendo las reservas.
El futuro más razonable que describen es, entonces, la recesión y el enfriamiento de la economía que eso llevará aparejado; única forma de sostener la principal -y acaso única- cucarda que exhibe Milei: la baja de la inflación. “Argentina ya es un país caro para producir, y lo será aún más”, señaló el otro economista, y sostuvo que el atraso del tipo de cambio ya provoca efectos negativos en la cuenta de servicios y también en la del turismo. Llegan menos extranjeros, se van más argentinos al exterior. Asimismo, un aumento del consumo traería más demanda de productos importados. Y destinar más dólares para el pago de importaciones no parece estar en el libreto.
Ambos especialistas tampoco coinciden en que cerrar la canilla de la emisión deje invariable el tipo de cambio. “Inclusive desde una visión monetarista, Milei se olvida del otro punto de la ecuación: la oferta de dólares, que no repunta y hasta cae”, dijo un economista a este medio, y agregó que los libertarios deberán cruzar los dedos por el éxito del blanqueo, ya que el RIGI no tendrá consecuencias inmediatas. El otro cuestionó incluso que se haya cerrado la canilla de la emisión, ya que hay títulos públicos del Banco Central que demandarán un goteo. “De todos modos, es una emisión sana”, explicó.
Así, en cada publicación del IPC Milei se juega su capital político. Por eso, será preferible, en su visión, mantener la actividad chata, con consecuencias en el empleo -que sigue escalando posiciones entre los problemas que preocupan a los argentinos-, antes que tomar medidas que podrían llevar a una disparada de precios. Morir con las botas puestas.
El llano opositor
El terreno para llevar adelante este plan tiene condiciones políticas que le facilitan la tarea a Milei. Si bien el libertario suma virtudes en ese juego, el contexto se le aclara en especial por falencias ajenas. “Comunicacionalmente nos genera un alivio”, dijo en la semana a Ámbito un importante funcionario con despacho en la Casa Rosada respecto al cúmulo de escándalos que colecciona Alberto Fernández, y que por efecto contagio salpica a todo el peronismo. Pero, no obstante, saben en el Gobierno que los efectos del Olivos Gate pueden tener vida efímera en los tiempos de la política. “Macri tuvo los bolsos de López a los seis meses de gestión, y en 2019 perdió en primera vuelta”, relativizaban. Disparar, achacarle a todo el PJ los errores de Alberto, pero tampoco excederse.
Por el momento, La Libertad Avanza se desplaza por el llano en llamas. El peronismo desautorizado para alzar la voz, el radicalismo envuelto en sus propias cuitas, el PRO entre sus pulseadas intestinas. Todos los espacios opositores transitan una crisis de identidad y repiensan sus simbolismos. También sus liderazgos.
En el horizonte aparece el 2025 y, fundamentalmente, la potencial alianza de LLA con el PRO, que puede darse más desde abajo que desde arriba, si Mauricio Macri se orientara por conservar la independencia amarilla. El líder del PRO se arma de paciencia, con movimientos tácticos que sostiene desde la Fundación Pensar, como lo será la cumbre de Entre Ríos en dos semanas. Si la situación social empeora, quizás la lapicera no la tenga Karina, a quien acuden hoy los amarillos sin pedir autorización. Falta demasiado para proyectar listas.
Por supuesto, las inmoralidades y presuntos delitos de Alberto Fernández también le permiten a Milei contener la crisis de La Libertad Avanza. La interna con Victoria Villarruel sumó un nuevo capítulo, con el desaire que recibió la vice al no ser invitada a un acto de las Fuerzas Armadas. Reducto afín, para colmo. Diputados sometidos al mero acto de levantar la mano (“que no opinen, que obedezcan”, dicen en la Casa Rosada) pero igualmente peleados entre sí, roces entre integrantes del gabinete, nuevas renuncias y rumores de más desplazamientos, son el cuadro pintado por la administración libertaria.
Larga vida al escándalo Alberto: será también una forma de sostener, por contraposición, la estrategia pragmática de Milei y los ecos de los crujidos libertarios.
Fuente Ambito