A partir del Operativo Independencia de 1975, el sur de Tucumán fue militarizado y se instalaron bases militares y centros clandestinos de detención en varios ingenios azucareros, como La Fronterita, de la familia Minetti, ubicado a pocos kilómetros de Famaillá. Las colonias obreras que rodeaban el ingenio fueron invadidas por las fuerzas represivas: comenzaron los secuestros y desapariciones masivas pero también los controles vehiculares y poblacionales, los patrullajes, allanamientos y requisas a quienes vivían en la zona, trabajadores del surco y sus familias.
A 50 años de esos hechos y a la espera del comienzo del juicio oral a los responsables empresarios de la represión en La Fronterita, se publicó ‘Fronterita cuenta su historia’, coordinado por Ana Jemio, Silvia Nassif y Daniela Wieder y con fotos de Diego Aráoz. El libro reconstruye la historia del lugar y de 16 familias que trabajaban ahí y fueron afectadas por el genocidio y el terrorismo de Estado y será presentado este viernes 11 de abril a las 18 en FLACSO, ubicada en Tucumán 1966, CABA. También se podrá seguir en vivo por La Retaguardia en el siguiente enlace:
Con las autoras del libro
En diálogo con Tiempo, las autoras contaron cómo fue el trabajo con la comunidad para la investigación y repasaron cómo era la vida en esas colonias obreras que ya dejaron de existir. “Venimos trabajando desde hace muchísimos años en temáticas vinculadas, cada una desde sus instituciones y lugares de pertenencia”, señaló Jemio. Con el avance de la causa por responsabilidad empresarial en La Fronterita, decidieron “hacer un ejercicio de memoria que involucre directamente a la comunidad como una manera de acompañar el proceso judicial, pero también como una manera de generar un impacto en esa comunidad”, añadió la investigadora.
El trabajo con la comunidad comenzó con encuentros con quienes habían vivido y sobrevivido a La Fronterita. Se hicieron tres talleres en la biblioteca popular de Famaillá, donde antiguos pobladores y familiares de víctimas dieron testimonio, comenzando con la reconstrucción de la vida cotidiana en el pueblo. Luego, derivó en entrevistas particulares y en visitas a los lugares, y finalmente en un ida y vuelta con los textos que retratan sus vivencias.

“Estas familias han sido muy golpeadas por la represión. Trabajar con este tipo de reconstrucciones históricas es indudablemente muy delicado, un proceso doloroso, pero al mismo tiempo reparador. Creemos que todo este proceso ha servido mucho para que ellos puedan restituir algunos lazos que habían tenido antes como comunidad, como vecinos de La Fronterita. En algún punto, encontrarse ahora y colectivamente tocar ese pasado les da fuerza para seguir pidiendo justicia, que es algo que nunca han dejado de hacer”, manifestó Wieder sobre el proceso con la comunidad.
“Uno de los entrevistados resumió muy bien el espíritu de la investigación cuando dijo: “Bueno, ustedes lo que quieren saber es cómo era la vida de antes.» Que es una manera de decir que cuando nosotros indagamos en esas vidas familiares nos interesaba conocer eh tener una puerta de entrada a la historia de esa clase trabajadora a través de sus familias y sus vicisitudes, que no está centrada únicamente en lo que sufrieron durante el terrorismo de estado sino también con las crisis breves, con los procesos organizativos y de lucha que supieron construir”, explicó Jemio.

El trabajo de Aráoz con las fotografías también es central en el libro. Cada historia que se reconstruye tiene una imagen que “le da un rostro a esas personas, un espacio y un contexto a esos testimonios”, explicó el fotógrafo. También están las ausencias, las desapariciones, retratadas a través del DNI de Jacobo Ortíz o de la familia de ‘Coco’ Medina, que “vive en el rostro de un sobrino en una imagen familiar tomada en la puerta de su casa, al lado de los surcos”, añadió.
Familias del surco
“La industria del azúcar es una de las actividades más importantes en la provincia de Tucumán y en parte del noroeste argentino desde fines del siglo XIX y estructura de alguna manera las relaciones sociales en general en la provincia”, señaló Nassif. Es por eso que la decisión de la dictadura de Onganía de reducir a la mitad los ingenios en 1966 generó una crisis económica y social enorme. “La Fronterita no cerró y se vió favorecido por esas políticas por el aumento de la producción de azúcar y una mayor explotación de la mano de obra”, agregó.
“Las colonias eran unidades de producción: el ingenio necesita que se corte la caña y automáticamente se procese para que pierda la menor cantidad de sacarosa y por lo tanto las colonias estaban muy cerca del ingenio y allí vivían y trabajaban las familias que en Tucumán se denominan familias del surco”, explicó Nassif y cuenta lo sacrificada que era esa vida: “Trabajaban de sol a sol y también lo hacían las familias, las mujeres, sus hijos. Había escuelas primarias en el propio ingenio. El trabajo ordenaba la vida cotidiana de esas familias”.

Este modelo comenzó a entrar en crisis con la maquinización de la zafra a partir de la década del ‘60, lo que provocó la eliminación de puestos de trabajo y también de las colonias, expulsando a quienes vivían allí. Esto elevó la conflictividad social y las luchas obreras y sindicales en la región.
“En La Fronterita, en el ‘74 hubo una huelga muy importante y una de las reivindicaciones era que no se pusieran máquinas hasta que no se generaran nuevos puestos de trabajo genuinos. Y eso lo habían conseguido los trabajadores parando. Después vino el terrorismo de Estado y finalmente se impuso la maquinización y no se generaron nuevos puestos de trabajo”, indicó Nassif y concluyó: “Los testimonios muestran que la represión tenía un interés de disciplinamiento de la clase trabajadora que peleaba contra de la eliminación de puestos de trabajo”.
En febrero de 1975, con el comienzo del Operativo Independencia, en La Fronterita se estableció la base de la fuerza de tareas “Rayo” del Ejército, que utilizó tres espacios del ingenio reconocidos por sobrevivientes como los lugares donde los tuvieron cautivos y fueron torturados. Durante la causa, que tiene a dos exdirectivos elevados a juicio, se acreditó que la empresa, además, aportó la logística para esa base militar, vehículos y dio información a los militares para que llevaran adelante los secuestros y homicidios.
Fuente Tiempo Argentino