“No puedo, se me parte la cabeza”. La frase debería dejar de tener connotación de excusa. Porque los números dicen que el “no puedo, se me parte la cabeza” refleja una realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se estima que son más de 1100 millones las que padecen migraña, la segunda causa de discapacidad a nivel mundial y la primera entre mujeres jóvenes.
En la Argentina se calcula que la sufre el 9,5% de la población. O sea, diez de cada 100 la padecen en nuestro país. Tanto a nivel local como global, cerca de tres de cada cuatro casos son mujeres, la mayoría jóvenes. Las cifras también apabullan en la población pediátrica, aunque poco se hable de ello: hay un 7,7% de prevalencia de migraña en infancias y adolescencias.

“Subdiagnosticada, subtratada y, muchas veces, estigmatizada”. Así define a la migraña la médica neuróloga María Teresa Goicochea, jefa de la Clínica de Cefaleas del Instituto Fleni. “La gente con migraña no se ve comprendida por la sociedad. Porque se minimiza. A veces se lo ve como una excusa desde lo laboral, muchos piensan que es de origen psicológico o porque están estresados o por algo que comieron. Pero forma parte de la salud cerebral y hay que cuidarla”.
Ante este panorama, Goicochea destaca la importancia de nuevos tratamientos de prevención que buscan bajar la frecuencia de los ataques de migraña: “Apuntan a disminuir la discapacidad que la enfermedad genera y la necesidad de analgésicos o antimigrañosos. Permiten que una persona que tiene comprometida su calidad de vida empiece a recuperar el poder realizar sus actividades con mayor normalidad”.
El nuevo tipo de fármaco disponible en el país puede reducir en un 50% la intensidad y frecuencia de los ataques, tanto en casos de migraña episódica (menos de 14 días al mes) como crónica.
Lo nuevo funciona
Existe una clase de medicamentos orales especialmente diseñados para la migraña, que actúan como antagonistas del péptido relacionado con el gen de la calcitonina (GCRP), implicado en la generación del dolor: los gepantes. Desde 2023 ya estaban en la Argentina, pero a ellos se sumaron ahora los atogepant.
“Ya teníamos un gepant que se usa para control del ataque y para migraña episódica, que se da menos de 15 días al mes. La molécula nueva que se aprobó, atogepant, tiene indicación para prevención de migraña episódica y crónica. Se puede indicar como prevención, tenga el paciente menos de 15 días al mes o más”, explica Goicochea.

Estos fármacos son específicos. Están desarrollados para actuar a nivel del receptor del péptido relacionado con el gen de la calcitonina. «Eso lleva a que la tolerancia sea muy buena e implica que el riesgo de eventos adversos sea muy bajo. Las personas pueden sostener en el tiempo al tratamiento. Los preventivos clásicos tenían limitantes”, contrasta la especialista.
Esta medicación es la cuarta que llega al país dentro de esta familia de medicamentos. Es una nueva estrategia de tratamiento pensada y creada específicamente, sabiendo por qué duele la cabeza en la migraña. «Ese cambio es el más importante que tenemos. Es por vía oral y viene a darnos otra opción a quienes tenemos dolores de cabeza que no mejoraron con cambios de estilo de vida y medicaciones tradicionales. Ojalá podamos con el tiempo reconocer la migraña y que este tipo de medicación específica sea la normalidad”, anhela Fiorella Martín Bertuzzi, neuróloga y presidenta de la Asociación Migraña y Cefaleas Argentina (AMYCA).
Diagnósticos más tardíos que en otros países
Fiorella Martín Bertuzzi tiene 38 años. Su primer recuerdo de un fuerte dolor de cabeza fue a los 12. Tomar analgésicos era parte de su vida cotidiana, hasta que una compañera de facultad le señaló que no era normal ingerir tantos. Consultó por sus síntomas a por lo menos cinco profesionales, hasta que llegó al diagnóstico de migraña. Por entonces ya cursaba el segundo año de la residencia en neurología.
“Hoy me dedico a las cefaleas porque tengo un lenguaje más fluido con la gente que lo sufre, entiendo lo que le pasa por dentro”, cuenta. Comenzó a trabajar en constituir una asociación de pacientes. Corría el año 2019. La pandemia de Covid-19 truncó el plan, pero finalmente pudo concretarlo a principios del año pasado. Hoy más de 400 personas integran –todavía informalmente- AMYCA: “nuestro objetivo es llevar educación no solo al paciente y su familia sino también a los médicos, porque hay mucho desconocimiento”.

Según una encuesta realizada el año pasado entre 500 personas con migraña en Argentina –indica la neuróloga-, se tarda en promedio 11 años entre el primer ataque y la llegada del diagnóstico. “Son varios años más que los promedios de otros países, que tienen de 5 a 9 años hasta el diagnóstico. Tenemos una población que naturaliza el dolor o médicos que no escuchan”, razona Bertuzzi.
Para Goicochea, una de las dificultades que plantea la migraña –y tiene que ver tanto con el subdiagnóstico como con la estigmatización– es que “no se ve en los estudios, en las imágenes de cerebro, en resonancias o tomografías. El diagnóstico es clínico. Es por dolores que se localizan principalmente en una mitad de la cabeza, como un latido, que puede tener náuseas o vómitos durante los ataques, molestan las luces, los sonidos”.
“Hay una falta de comprensión de lo que es migraña a nivel social y muchas veces por parte del sistema de salud. Porque como no hay lesiones en los estudios y los resultados en los laboratorios no salen alternados, piensan que no existe. Pero es una enfermedad neurológica”, insiste la referente del Fleni.
La migraña, una enfermedad crónica
La presidenta de AMYCA siente dolor de cabeza casi todos los días. Aunque no suele ser severo: “siempre pude reconocer el inicio de las crisis y acceder a medicaciones buenas. Tuve esa ventaja”. Así y todo, debió rechazar o posponer proyectos a causa de su migraña. Hoy celebra las nuevas opciones de tratamiento, pero advierte que están lejos de ser accesibles e igualitarias en la sociedad.
“Hay una realidad: son medicaciones costosas. Está por encima del medio millón de pesos por mes. Por eso necesitamos que las obras sociales reconozcan la migraña como enfermedad crónica. Hay algunas coberturas con descuentos, pero uno de los planes más ambiciosos –de la Asociación- es llegar a generar una cobertura y el reconocimiento de la enfermedad como algo crónico. Porque la mayoría cree que pasa una vez y se va. Sin embargo la migraña se comporta como el asma: uno tiene predisposición y eso acompaña toda la vida”, añade.

El carácter incapacitante de la enfermedad se traduce en efectos concretos: “hay pacientes que no pueden salir de la casa, que pierden trabajos, que tienen que renunciar a la maternidad o la hacen con un costo tremendo; que tenían un buen puesto y tuvieron que pasar a ser independientes para poder trabajar los días sin dolor”.
En tiempos de Estado ausente, el tema debería importar incluso a quienes priorizan la lógica de mercado: según relevamientos globales publicados en revistas científicas, siete de cada diez pacientes con migraña consideran que su vida profesional se vio afectada y dan cuenta de 4,6 días laborales perdidos por mes.
Primer puesto
Un estudio del Instituto Wifor publicado en junio de 2024 midió el impacto económico de siete enfermedades (cardiovasculares, ACV, diabetes tipo 2, cáncer, cáncer de mama, infecciones respiratorias y migraña) en 8 países. El primer puesto lo ocupa la migraña, con gran incidencia en lo laboral.
De náuseas a fotofobia y dolores
El fuerte dolor de cabeza es el síntoma predominante de la migraña, pero no el único: puede haber náuseas, fotofobia, dolor cervical. Aproximadamente un 50% de los pacientes tiene un familiar directo con migraña, y otro porcentaje importante un parentesco más lejano. “Es una enfermedad neurológica con predisposición genética y multifactorial, influenciada por factores externos e internos. En las mujeres, por ejemplo, el ciclo menstrual. Dormir poco o el calor intenso pueden influir” en un ataque– enumera la neuróloga María Teresa Goicochea, jefa de la Clínica de Cefaleas del Fleni– Es importante que las personas que se sientan así empiecen a registrar los días que tienen dolor: leve, moderado, severo. Que anoten eso y qué medicación toman cada vez. Y que con eso vayan al médico: es más importante que los otros estudios”. Menciona hábitos que pueden ayudar a bajar la frecuencia de los ataques: dormir en forma regular, nada de ayunos prologados, una buena hidratación, no consumir cafeína en exceso, realizar actividad física regular y manejar las situaciones de estrés: “no porque lo cause sino porque lo empeora”.
«Estamos en la lucha para que las obras sociales la reconozcan»
Cecilia Galasso tiene 54 años y sufrió sus primeros síntomas de migraña a los 8. Por entonces nadie le mencionaba esa patología: le decían que el dolor detrás de un ojo era por sinusitis. Sus cuadros empeoraron en la adolescencia. Luego comenzó la fotofobia, término que tampoco conocía. Recién después de los 30 supo qué era eso con lo que convivía.
En esa época trabajaba como empleada administrativa: “era un infierno ir con dolor de cabeza. El esfuerzo mental que tenía que hacer para que las cosas me salieran bien era el triple. Terminaba cansada como si hubiera corrido una maratón”. Tomaba un antimigrañoso que no le daba resultado. En 2007 la derivaron al Departamento de Cefaleas del Hospital Ramos Mejía: “ahí me empezaron a atender y entender. Comencé con un tratamiento preventivo (una medicación anti epiléptica) y pasé de 20-25 días de migraña al mes a 5-10. Era el paraíso”.
Recién a los 45 años dio con un tratamiento monoclonal (“como un anticuerpo para el dolor”) con el que los ataques se redujeron a un día por mes. “Pero no es de fácil acceso. Es costoso. Estamos en la lucha para que las obras sociales lo reconozcan”, dice desde la Asociación Migraña y Cefaleas Argentina (AMYCA), a la que se sumó “para visibilizar el impacto de la migraña, generar redes, promover un acceso equitativo y un diagnóstico rápido”.
“Para quien no lo sufre es muy difícil ponerse en el lugar del otro. En un colectivo lleno te ven bien, porque no tenés una muleta o un cuello ortopédico, pero por dentro te estás muriendo, no podés ni abrir los ojos. Yo igual ni pedía el asiento, porque la gente no entiende y te mira con mala cara. Es un desafío muy grande convivir con la migraña. No es solo un dolor físico: es culpa, frustración, incomprensión. No podés ir por el mundo diciendo ‘me duele la cabeza’ porque nadie te entiende. Las personas con migraña nos sentimos muy solas en nuestro dolor”.
“Tratamiento curativo definitivo no existe, la idea es educar al paciente”
“La migraña es el motivo de consulta más frecuente en neurología. No es un simple dolor de cabeza: es un trastorno en la neurobiología del cerebro”, dice Lourdes Molina, médica neuróloga de la sección de Cefaleas y Algias Craneales del Hospital de Clínicas de la UBA. ¿Cuándo se sospecha, ante la consulta por dolores de cabeza, que un paciente padece migraña? “El dolor típico es cuando uno siente que le late el cerebro. Generalmente es unilateral, pero también puede ser bilateral, y se asocia a síntomas como molestia ante la luz, olores o ruidos. Siempre va a ser un dolor que limita o impide actividades cotidianas. Una vez que comienza, aumenta progresivamente y llega un momento que el dolor limita mover la cabeza o subir escaleras o correr el colectivo”, describe Molina sobre las características de un ataque de migraña.
“Tratamiento curativo definitivo no existe, pero ofrecemos preventivos. La idea es educar al paciente, que reconozca sus dolores, cuándo comienza, para que lo corte lo antes posible y no llegar a que sea limitante e impida sus actividades”, apunta la especialista. “Todo paciente migrañoso sabe a medida que se lo va educando y puede identificar los episodios. Siempre le decimos que cumpla rutinas –recomienda- porque el cerebro migrañoso es rutinario: tiene que comer cada 3-4 horas, tener buena hidratación, tatar de hacer actividad física diaria –como mínimo caminatas de media hora- y siempre dormir la misma cantidad de horas”.
“En la consulta buscamos la educación del paciente y darle esos tips para que pueda manejar su episodio agudo. Lo que buscamos es disminuir la frecuencia y la intensidad y la cantidad de analgésicos que consume”, remarca. En cuanto a las opciones de tratamientos preventivos, señala los betabloqueantes que se usan desde hace años, y luego los monoclonales o gepantes específicos para la migraña.
“Como ventaja, es específico y generalmente es por vía oral, con un comprimido día por medio (gepant) o todos los días (atogepant). Tiene muy pocos efectos adversos, tiene buena tolerancia y no tiene acción sobre las arterias, o sea que está recomendado en pacientes mayores de 60-65 años, hipertensos o con riesgo cardiovascular. Lo negativo es el costo: son moléculas caras”, advierte.
Fuente Tiempo Argentino