El Zorro es nuestro

Esta semana vi al Presidente y me preocupé. Entre todo ese barullo pseudo técnico, de un lenguaje hermético imposible de descifrar, solo entendí su mención a uno de los máximos ídolos de mi generación y muchas más. El Zorro. El «Capitán ANCAP», como le gusta asumirse en su rol de cosplayer, descerrajó ante un auditorio con caras de bragueta la frase: «El Zorro es anarco libertario».

Debo decir que siempre pensé que este señor debe haber tenido una infancia complicada, él lo asume, y esta interpretación me lo confirma, porque me parece que no entendió nada de nada.

El Zorro era un hacendado de Los Ángeles, súbdito de la Corona Española, era un criollo, es decir un nacido en América, podría ser un estilo de familia salteña, como la de Güemes o como la de Fidel Castro Ruz , por ejemplo.

Él trabajaba por la justicia, por la defensa de los humildes, si se quiere desde un lugar patriarcal, pero desde un lugar que ya mostraba el perfil de aquellos que pensarían luego en la independencia americana. Creo que esa visión tiene mucho que ver con la aceptación que esta serie inmortal tiene en la Argentina, no la sentimos ajena: Diego de la Vega y su padre bien podrían haber conspirado en la jabonería de Vieytes.

Guardo en un lugar de mi escritorio la serie completa, en un CD que me regalo un amigo, la veo siempre y me resulta imposible pensarlo anarco liberal.

Más bien lo veo como parte de esas sociedades criollas españolas que ante una injusticia, o para hacer valer sus razones, juntaban a todos, señores y peonada para sablearse contra lo injusto. Así funcionó acá, y eso fue muy estudiado por la historia. Funcionó con Facundo Quiroga, el Chacho Peñaloza, Felipe Varela, y más acá también con el primer radicalismo intransigente. Los caudillos. El Zorro tiene algo de eso.

Lo asocio a jóvenes acomodados que se alzaron en armas contra un mundo injusto, lleno de proscripciones políticas y culturales.

Parece increíble pero el sueño de muchos pibes y pibas se hizo realidad en 1972, cuando el Zorro nos visitó por primea vez y luego se aquerenció para siempre en estas tierras, donde terminó sus días.

Ese año llegó a Ezeiza desde California en un Boing 707, según Diego Curubeto, en su libro La Babilonia Gaucha. Allí esperaba una multitud de pibes y padres que lo ovacionaban “y también una auténtica multitud de decidido aspecto tercermundista que parecía enardecida con su presencia”, dice el reconocido crítico en su libro. La gente coreaba consignas inentendibles para el poco español que manejaba el astro que bajaba por las escalerillas. Fue entonces cuando Williams le devolvió a esa masa latina un gesto muy de los setenta en Estados Unidos. Alzó su mano haciendo la V de la victoria.

Nadie de toda esa multitud podía creer que el Zorro, hiciera la V.  La de ¡Viva Perón! Fue entonces cuando la inventiva popular empezó a corear ¡El Zorro y Perón un solo corazón! repetido en forma interminable, recuerda Curubeto.

Lo que había sucedido es que la llegada del Zorro coincidía con la de Héctor J. Cámpora que venía desde Madrid de ver al General Perón y en el aeropuerto se encontraba la JP, junto a los fans de Guy.

El Zorro nunca nos abandonó en las tardes, cuando era lo único que nos sacaba del potrero para volver a casa, porque a las 19 horas, se hacia presente.

Lo cierto es que se quedó en la Argentina, y parece haber dicho, como Federico Peralta Ramos “a mí me gusta acá”. Hizo espectáculos, tuvo sus novias argentinas, una de ella se apellidaba Lisazo, un nombre de prosapia peronista, que trabajaba en el área de prensa del bloque justicialista del Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Siendo cadete de la Sociedad Argentina de Cardiología, en mis interminables diligencias, me lo crucé en la calle y me quedé petrificado. La segunda vez que lo vi me le acerqué, le extendí la mano respetuosamente, me presenté, y le dije, un gusto señor Zorro, como lo llamaba el Sargento García.

La ética del Zorro

Creo que el Zorro fue y es un héroe increíble, de esos que nos fueron formando en algunos valores, como la honestidad, la astucia, la valentía, la aventura, el arrojo y el coraje. Así también lo fueron otros, como Tarzán, Sandokan y el entrañable Yáñez, Corto Maltés o nuestro reaparecido Salvo, sin olvidar las multitudes que convocaba Juan Moreira, del gran Favio.

Todo lo que nos gustaba estaba allí, la entrega desinteresada, la justicia, luchar junto a los más débiles, el amor, la amistad insobornable.

Esas historietas nos daban un ideal de justicia, que en los años 70 parecía estar al alance de la mano. Toda una sociedad se enfilaba para realizar una gran epopeya, traer a Perón y hacer la revolución. Hoy hablaríamos de batalla cultural y en aquella época se la ganaba por afano.

En estos días también vi en el teatro la obra “El debate”, que reproduce ese encuentro de titanes. Rucci y Tosco, generando récord de audiencia para Canal 11, en un verano tórrido y un país siguiéndolos por la tele, en tiempos de la llegada del Zorro y la elección que haría presidente a Héctor J. Cámpora. Casualidades.

Ese era el clima de época, de la ficción y la realidad, todo coincidía.

Saber que al Zorro lo recibían las masas peronistas, que al debate mencionado lo seguía todo el país, que el barrio se quedaba vacío cuando todos se fueron a Ezeiza a recibir a Perón, deben haber sido momentos altamente amenazantes para los poderes de la oligarquía. Era la vida cotidiana la que se sublevaba. Alguien tomaba registro, seguramente, del rumbo en que iba una sociedad, que la iba a pagar muy caro en poco tiempo.

Hoy pienso lo mismo, no nos odian por lo que hicimos mal, somos temidos, respetados y odiados por lo que podemos hacer bien.

El Zorro y Guy Williams se habían identificado con nuestra cultura, con nuestra gente y la pasó aquí muy bien, hasta que fue encontrado muerto en su departamento de Recoleta, después de varios días del deceso. En esos tiempos, ya pasada la dictadura, debido a mis recorridas de cadete, me llamaron la atención unos afiches de campaña política. Los mismos respondían a una interna de la UCR de la que fuera la Circunscripción 20, que era como se dividían las secciones electorales en la época. En ellos había un candidato atildado, llamado Monasterio, que lucía una barba candado como la del Capitán Monasterio, un ser despreciable y buen espadachín que era la perfecta contracara del Zorro. Casualidades.

También hace poco me enteré de que El Zorro se había ofrecido como voluntario para concurrir a la guerra de Malvinas. Hoy es recordado en una placa de mármol que homenajea a los héroes de Malvinas, en San Andrés de Giles, los pagos de Héctor J. Cámpora, quien -como se dijo antes- coincidió con él en su llegada a la Argentina. Casualidades.

Señor presidente: aparte de permanentemente insultar, de hacer chistes vulgares y de estar destrozando nuestro idioma y nuestro país, le pido que tenga cuidado, porque si hay alguien que se merece una Z en el traje o en los fundillos de los pantalones es usted, que no entendió nada de nada sobre el Zorro.

Los chicos de la denostada Formosa fueron distinguidos en las últimas “Pruebas Aprender” por la interpretación de texto, y usted demostró un cero en la interpretación de esta gloriosa serie.

Desde ya que estoy dispuesto a un debate para limpiar la memoria de nuestro héroe, el Zorro. Así podremos argumentar sobre lo mucho que nos dio y para qué nos sirvió en la vida, teniendo por seguro que no lo hizo para mentir, ni mofarse sin gracia, ni elegancia de la gente y los más débiles.

Fuente Tiempo Argentino

Exit mobile version