En la Argentina, Malvinas es una herida que, dependiendo quien esté en el gobierno, se la quiere curar con memoria o se la quiere tapar con olvido. Es un trauma histórico y, como define Federico Lorenz, “un pararrayos de argentinidad”. Y es también una causa que requiere seguir siendo transmitida a las nuevas generaciones. La mejor forma quizás sea a través de imágenes, recuerdos, símbolos. Jorge Luis Ríos puede dar fe. Suele ir por escuelas de Azul, su ciudad, contando su participación en el Buque General Belgrano, ícono de la guerra que este sábado cumple 43 años de su final. Es un sobreviviente. Y mucho más. Es testigo. Y mucho más. No solo estuvo ahí, sino que rescató a 28 compañeros que estaban en el agua a minutos de morir congelados. “Seguir manteniendo viva la llama de Malvinas nos hace bien a todos, como país”, asegura a Tiempo.
“Siempre que puedo doy charlas. Vas a las escuelas y los chicos tienen mucha avidez de conocimiento. Una anécdota, en la escuela 17 una nena de nombre Maitena me entregó una carta con un montón de preguntas, decía que no confiaba en un video que le habían pasado y quería tener la palabra de un veterano a ver si era cierto. Le conté mi experiencia y a de otros veteranos que sí llegaron y estuvieron en las islas, le dije ‘cualquier duda llamame’ y le entregué personalmente la carta. Después me contestó, me dijo ‘era lo que yo creía’. El video no le habia convencido. Siempre es mejor conocer de primera mano, con los que estuvieron ahí”, relata Ríos, sanjuanino de nacimiento, azuleño por adopción, que antes de entrar en la Armada soñaba con ser maestro rural.

-¿Cómo llegás a ser parte del ARA General Belgrano?
-Me casé en Azul en 1981, ese mismo año me sale el pase para el Crucero. Pertenecía a la dotación y en 1982 me sale un curso de capacitación para mi especialidad. En ese interín al buque lo empiezan a adaptar para la guerra, le ponen más alojamiento. Había unas 700 personas cuando yo estaba, y cuando zarpa habia 1093, toda esa capacidad la habían implementado en muy poco tiempo. Entraron a juntar gente de todos lados para completar la dotación y a mí me embarcan, sabiendo que yo conocía el buque. Mi especialidad era la Santabárbara, un polvorín que está en un buque, mi profesión era: «Explosivo, Munición y Guerra Química». Yo conocía todos los locales alrededor del Santabárbara, aparte era un buque monstruoso. Y justo en 1982 habian cambiado mucha gente, casi el 70% de la dotación, mcuha gente nueva que desconocía el buque, que fue uno de los inconvenientes cuando hubo que salir. Era un buque grande que sobrevivió a la segunda guerra cuando fue el ataque a Pearl Harbor, como no estaba atado al muelle facilitó su salida y se salvó del ataque japonés. Argentina lo compra, en ese momento era US Fenix para los americanos, acá dos veces le cambian el nombre hasta ser General Belgrano.
-¿Cuándo sale el buque hacia Malvinas?
-El buque sale del apostadero naval de Puerto Belgrano el 16 de abril a las 11.40, zarpa rumbo al sur, en ese interín cuando vamos para el lado de Ushuaia es todo el ejercicio que se llama zafarrancho, sanidad en combate, abandono, lucha contra incendios, todo tipo de ejercicios para adiestrar a la gente. Así fue que se hizo tiro real, con los cañones de 6 pulgada, de 5, 40 y 20, toda la artillería que tenía la probaron. Entramos a Ushuaia porque hubo falla en una munición, se la cambió, se aprovisionó de víveres y se zarpa. La función era patrullar la zona de las Islas de los Estados, el cruce de los dos océanos. Que no entraran buques por el sur. Así se patrulló, mientras se seguían haciendo ejercicios. El día anterior se hace combustible en Alta Mar. Y el 2 de mayo alrededor de las 6 AM entra en la zona de exclusión puesta por Gran Bretaña porque supuestamente la Fuerza Naval y la Aviación iban a atacar a la flota inglesa, pero faltó la suficiente cantidad de viento para que pudieran despegar las aviaciones, entonces se abortó el ataque a la flota. A las 9 de la mañana salimos de la Zona de Exclusión y volvemos al patrullaje normal, en dirección al continente. Alrededor de las cuatro menos tres minutos impacta el primer torpedo, que lo deja sin ningún tipo de propulsión ni energía. El buque empieza a embarcar agua, el primero pega en el centro del buque donde estaba la zona vital: turbina, calderas, generadores. El buque quedó seco… nada. El otro torpedo le arranca 15 metros de proa…

-¿Dónde estabas en el momento del impacto?
-Estaba leyendo un libro que se llama La Colonia y los Conejos. Era una fábula. Estaba acostado, me levanto porque tenía ganas de orinar, digo ‘voy, cambio el libro y me vuelvo a acostar’. Voy hasta la biblioteca, estaba cerrada. Entonces voy al baño. Cuando voy subiendo al baño de cabos principlales en la priemra cubierta escucho el estruendo, y la gran explosión fue al costado de la biblioteca, un minuto antes había pasado por ahí, donde el piso se pegó con el techo. Desapareció todo ese cuadrado, directamente. Me salvé por un minuto. Ahí el buque se comenzó a inclinar, el humo te quemaba los pulmones. Era una inclinación paulatina, lenta, por el agua que entraba. Se trató de salvar el buque hasta último momento, hasta que fue imposible. Y se ordena abandonar el buque.
-¿Llegabas a ver algo?
-No habia visibilidad. Yo estaba en la cubierta principal, bajar no bajé más, era entorpecer la función de la gente que tenía que tratar de reparar el buque. El resto debíamos salir a la cubierta, ayudando a quienes estaban heridos, era tratar de que todos se salven. Se recorrió todo el buque, adentro no quedó nadie con posibilidades de vida, que pudiese haberse salvado. Se salvó a todos los posibles.
-¿En qué te vas del buque?
-A cada uno le asignan una balsa en el buque, que están sobre las dos bandas, estribor y babor, y tienen números. En los ejercicios de abandono practicás ir a tu balsa, recibís charla de sanidad en combate, cómo es la superviviencia en caso de tener que abandonar el buque. Fui a mi balsa en ese momento, cuando se ordena abndonar el buque, las balsas están sujetas por una banda con un dispositivo hidrostático, cosa que si el buque se hunde rápido el dispositivo aerostático libera la balsa y queda flotando. Muchas hubo que cortarlas, y por la altura, con un revestimiento de fibra de vidrio, muchas se partieron y se pincharon, que fue uno de los problemas que hubo, mas allá de que siempre hay más balsas que personas, por si aparecen estos problemas. Me subo y pido que me tiren una manta. Me tira a la balsa. Fui el primero que se tiró en ese momento, y empecé a levantar gente del agua porque muchos caían al agua, por el movimientdo de la ola que subía y bajaba y la inclinacion del buque y estaba muy resbalosa la cubierta porque había petróleo, era muy difícil mantener la estabilidad. Levanté 28 personas en el agua, la balsa tiene capacidad para 20. Tiene un remo no mayor a 50 centímetros, no para remar, sino simplemente para parar la dirección, hace tipo timón. Con ese remo la balsa nuestra iba contra la esquirla del pedazo de proa de cubierta que había arrancado el segundo torpedo, entonces el remo se quedó clavado entre las puas de ahí, la balsa gira y zafamos. En ese interín, previo, levanto a 28 personas, todos mojados, uno estaba solo en calzoncillos y lo tapo con mi manta. Todos rescatados con vida. La cantidad favoreció mucho para mantenernos los cuerpos calientes con calor. Nunca tuve en cuenta la cantidad que subía arriba, podría haber sido un peligro por superar la capacidad. Uno ve como si fuera dueño de la vida del que está en el agua… donde uno tiene el poder de decidir: vos vas a vivir, vos no vas a vivir. Decís: si el agua lo congela… Ves hombres desesperados por sobrevivir… Pero en ese momento no te preguntás nada, lo único era subir a todos los que puedas en medio del frío, las olas y el agua helada. En ese proceso había dos hombres al alcance del remo. Uno me dice: ‘a mí no, puedo aguantar un cachito más, levantalo a él’. Al final pude levantar a los dos, pero después veo la grandeza del ser humano. Ese hombre que me decía ‘levantalo a él que está en peores condicones’ era casado, con hijos, si venía una ola no lo hubiese podido salvar, o si pasaban más de 5 minutos, que es lo maximo que podés estar ahí en el agua porque morís congelado. En esas circunstancias el tiempo es clave, tenés que hacer todo rápido porque en una cuestión de segundos la persona puede morir. Una vez arriba, este hombre se encargó de obligar a rezar a todo el mundo, fuimos 3 las personas que tomamos cartas en el asunto para tratar de mantener a tiro a toda la gente, el que se quedaba quieto se congelaba. Había que moverse todo el tiempo dentro ahí adentro. Como sea. La balsa tiene dos cierres, en proa y otro en popa. El viento y el oleaje lo rompieron, entonces hubo que poner un hombre ahí cada 10 minutos que estuviera cerrando, para que no entrara viento ni agua, y los de adentro tirando agua con una jarrita, había olas de hasta 10 metros, y un temproal terrible nos sacudía. La balsa subía y subía la ola, y cuando llegaba a la cresta se ponia a caballito, y cuando bajaba prácticamente se juntaban las dos puntas.

-¿Cuántas horas estuvieron así?
-Yo alcancé a estar 24 horas, hubo gente que estuvo hasta 72 horas, y muchas balsas cuando tenían muy poquita gente murieron congelados.
-¿Y a ustedes cómo los rescatan?
-A nosotros el viento y el oleaje nos lleva 70 millas en dirección a la Antártida. Son 140 kilómetros más o menos… Fueron 24 horas siempre esperando algún buque que apareciera a rescatarnos. La balsa tiene en el medio una barrica, con dos elementos. No están hechas para una zona como el Atlántico Sur, estaba hecho para zonas cálidas tropicales, donde estaba Pearl Harbor. Había equipos de pesca de tiburones, potabilizadores de agua por evaporación. Pero acá era todo bajo cero. Y nos íbamos hacia la Antártida. Como a la 1 de la tarde aparec eun avión que nos ve. Hizo señas y se va. Después pude conversar con esos pilotos, y nos dijeron que era el último cachito de combustible que les quedaba, entonces ampliaron un cachito el recorrido y ahí encontraron nuestra balsa. A las 5 de la tarde llega Burruchaga con un buque chico tipo pesquero y nos empieza a rescatar. Uno cree que está en condiciones normales, que tiene toda la fuerza, pero cuando se quiere mover está duro. Cuando nos empiezan a rescatar… de Burruchaga no tengo palabras hasta el día de hoy de lo que hicieron por todos nosotros. Nos dieron su ropa, nos dieron la comida que tenían, nos cuidaron, nos ayudaron. Y el apoyo emocional. De ahí nos llevan a Ushuaia, donde nos vuelven a cambiar la ropa, con más abrigo porque e buque tenía tanta calefacción que no hacía falta algo tan grueso. Y nos trasladan al continente, al hospital de Puerto Belgrano. Nos hacen revisión médica. Y los que teníamos familia nos podíamos ir esa noche. Mi mujer se había ido a lo de sus padres, ahí le avisan que yo estaba vivo, entonces se va para allá y nos pudimos ver.
-¿Cuántas personas perdieron la vida en el Belgrano?
-Fueron 323 las personas que murieron. Casi un tercio. Las que levanté no recordaba la cara. Era levantar, metete, levantar, metete. Un día voy a hacer un trámite a Capital, me sobró tiempo esperando el colectivo, así que fui a caminar por calle Florida. Atrás había una parejita. Me siguió hasta la avenida Córdoba. Frenaba, y ellos frenaban. Caminaba, y ellos caminando atrás. Hatsa que vi un agente de policía. Me paro. Ellos se paran al lado. “¿Te puedo hacer una pregunta?”, les digo. “Sí”. “¿Vos me venís siguiendo?”. “Sí”… “¿Y yo te puedo hacer una pregunta ahora?”, me dice. “Sí”. “¿Vos sos uno de los sobrevivientes del General Belgrano?” “Sí”. “Yo estoy vivo gracias a vos”. Era uno de los 28. Nos abrazamos y lloramos.
Fuente Tiempo Argentino