—Por favor, Carla, decinos algo.
El vuelo AR 1062 de Aerolíneas Argentinas con destino a Moscú llevaba varios días de postergaciones. El último parte, el que ahora sí parecía
definitivo, había anunciado que la nave despegaría el lunes por la noche y que traería 600 mil vacunas Sputnik V. Pero ese mismo día, a medida que pasaban las horas, las versiones se multiplicaban en los pasillos de la Casa Rosada y los rumores se expandían en las gobernaciones de todo el país.
Los portales de noticias y los zócalos de los canales de TV empezaban a anticipar información que muchos gobernadores desconocían. ¿Mentían los medios? ¿Exageraban? ¿O una fuente importante filtraba información? Se sabría luego, para disgusto de quienes ven en los periodistas al eje del mal, que se trataba de la tercera opción. En el celular de Carla Vizzotti, la viceministra de Salud nacional, se acumulaban mensajes.
Vizzotti comparte junto a su jefe, Ginés González García, un grupo de WhatsApp que nuclea a los ministros de Salud de las 23 provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es ella la que informa, la que brinda los detalles logísticos del recorrido de las vacunas en tiempo real, la que lleva la voz cantante. Es, también, la que a veces sucumbe en largos silencios. Esos silencios suelen ser reveladores. Lo fueron en la última semana: los ministros asumen que, cuando eso sucede, es mejor encender las pantallas para saber qué está ocurriendo.
Ginés casi no interactúa en el grupo. Su segunda se ha ganado el respeto de la mayoría de los participantes del chat, no solo el de quienes lideran gestiones de su mismo signo político. Contesta siempre con buen tono y si es necesario abre una conversación privada con alguno de los ministros. Desde fines de la semana pasada, sin embargo, fueron muchas las ocasiones en las que los funcionarios provinciales no encontraron respuestas rápidas. Las preguntas se repetían. Varios ministros se exasperaron. Los gobernadores les pedían explicaciones que ellos no podían darles.
—Estamos esperando respuestas. Ni bien sepamos algo les voy a decir —prometía Vizzotti.
Las inquietudes no cesaron. Se hicieron más tensas el lunes por la noche, cuando volvió a anunciarse la postergación del vuelo, que al cabo despegaría 24 horas más tarde. Los gobernadores relegaron a sus ministros de Salud y empezaron a pedir respuestas a Olivos. Más de uno decía haber intercambiado mensajes con Alberto Fernández y con Ginés. Tampoco ellos estaban en condiciones de dar respuestas contundentes. Simplemente, en un momento, desde Rusia dejaron de contestar los llamados.
Los ministros se mantuvieron siempre on line con Vizzotti. Las preguntas tenían todas el mismo espíritu y variaban a medida que llegaban novedades: “¿Qué pasa con el avión de Aerolíneas que no sale? ¿Por qué se demora tanto? ¿Qué está pasando? ¿Es cierto que no vienen las 600 mil dosis? ¿Qué pasará con mi provincia si solo llegan 200 mil? Nos habían prometido… ¿Cuántas me van a tocar a mí?”.
Vizzotti, González García y voceros informales (uno de ellos operaba casi como un ministro en las sombras, con información desoladora pero sumamente precisa, según un gobernador de la zona centro del país) ensayaban explicaciones. Decían que la provisión de vacunas se había trabado en todo el mundo y que Argentina no podía quedar al margen. No decían toda la verdad. No en todos los países se trabó como en Argentina. Para no ir tan lejos: Chile, con una población de menos de 19 millones de habitantes, acaba de recibir dos millones de dosis provenientes de China.
Desde Olivos instaban a no perder la calma con los laboratorios y, mucho menos, con los lazos políticos internacionales. Entre los argumentos que esgrimían citaban que las cajas térmicas de la empresa DHL escasean. Que hay que hacerse a la idea de que, así como en un momento no hubo vidrio para las ampollas y las compañías que las fabricaban no dieron abasto, ahora está pasando lo mismo con otros elementos vitales para el embalaje y los traslados. Que los operativos de fabricación y traslados son demasiados complejos, en suma. Más en reserva hablaban de una guerra sin cuartel entre los laboratorios y los países más poderosos, que se plantan con mayores exigencias en detrimento de los que están en vías de desarrollo.
“No sabemos si le mienten al Gobierno o si el Gobierno nos mienten a nosotros”, decía uno de los mandatarios de Juntos por el Cambio a mitad de semana. Es cierto que las promesas del Gobierno se desvanecen con frecuencia. Que la acumulación de traspiés comunicacionales no ayuda. El 6 de noviembre Alberto Fernández aseguró que en diciembre el país estaría en condiciones de vacunar a 10 millones de personas. Días más tarde debió corregirse. Dijo que a esa cifra se llegaría entre enero y febrero. Ginés blanqueó más tarde que habían hecho un mal diagnóstico y confió que en enero recibirían la vacuna 5 millones de personas. Hasta hoy, último día del mes, y según números oficiales, los argentinos vacunados son menos de 400 mil.
El cronograma de vacunación de las provincias entra en un compás inquietante. Algunos ejemplos. La provincia de Buenos Aires ya tiene 1.549.652 de inscriptos que quieren vacunarse y Axel Kicillof estima que existen 5.800.000 personas de riesgo en su distrito, sobre un total de 12 millones de bonaerenses que deberían recibir las dosis. Hasta el viernes habían vacunado a 111.517. Córdoba tiene 1.200.000 personas de riesgo y vacunó a 22.084. Santa Fe se plantea el mismo objetivo que Córdoba y vacunó a 22.008 santafesinos. Igual cifra manejan en la Ciudad de Buenos Aires, donde recibieron la primera dosis 24.300 porteños.
Las heridas en el oficialismo por el manejo y la información de la vacuna coincidieron con las denuncias que sacuden a Gildo Insfrán, uno de los gobernadores preferidos del Presidente, a quien en mayo del año pasado consideró “uno de los mejores políticos y seres humanos”.
El tour provincial de Horacio Pietragalla no hizo más que profundizar las contradicciones del relato kirchnerista. Para el secretario de Derechos Humanos es “casi un chiste” lo que se denuncia. Referentes indiscutibles del Frente de Todos, incluso los que hicieron de la política de derechos humanos su principal bandera, brillan por su ausencia. Callan. Dejan correr la posición de Pietragalla como única verdad, pese a las imágenes y a los testimonios. Y a que Amnistía Internacional alertó sobre “privaciones de la libertad de facto” en Formosa.
Insfrán ya pasó varias crisis durante los 25 años que lleva como gobernador. Lo que nunca esperó fue que, después de obtener victorias holgadísimas en las elecciones, muchos formoseños se rebelaran y realizaran marchas frente a sus propias narices. Lleva varias semanas refugiado en su casa del barrio Emilio Tomás, a 30 cuadras del centro, una mansión pintada de blanco y muy custodiada las 24 horas. Se la conoce como “el búnker de Gildo”. No ingresa prácticamente nadie.
Poco se sabe de la vida privada del gobernador. Es un hombre de gustos sencillos. En los últimos tiempos también se ha convertido en un enigma su estado de salud. Hace muy poco sufrió un pico de presión. Hay quienes sospechan que tuvo algo más. Sus colaboradores lo manejaron como una cuestión que no podía trascender.
Hasta las últimas denuncias, Insfrán se dejaba ver los domingos a la tarde a bordo de una Toyota Land Cruiser. La maneja él. Le gusta dar vueltas por el centro y bajar las ventanillas para saludar a los vecinos. A veces estaciona para sacarse fotos en la plaza principal. Dicen que es una rutina que extraña. Que la retomará cuando la tormenta pase.
Será pronto, aseguran en su entorno, y no habría por qué pensar lo contrario.
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