Desarrollamos -los humanos- una cierta tendencia a asegurar el futuro antes que a vivir el presente. Las amistades se hacen promesas de estar siempre juntas más que de disfrutar la suerte
de tenerse hoy. Las parejas plantean el ideal de “hasta que la muerte nos separe” y no de “mientras seamos felices el uno con el otro”. En otro orden, muchos buscan el empleo público no porque les gusta sino porque promete “trabajo eterno”.
¿Por qué esa necesidad de asegurarnos a veces es más fuerte que la vivencia del día? ¿Hay algo ancestral, una protección que no queremos perder? ¿Miedo a la soledad o a caer en una situación frágil que nos desestabilice? Es potente ver cómo funcionan las redes sociales en este sentido: retoman contacto personas que hacen décadas que no se ven y todos aseguran quererse mucho, añoran recuerdos, vuelven a enlazarse en seguridades afectivas. Sin embargo, comparten poco de su hoy, charlan de lo que ya fue pero no de lo que son. Siempre un tiempo distinto al presente.
Yo caía en las generales de la ley. Durante mucho tiempo me resistí a creer que algunas amistades que había considerado infinitas podían dejar de serlo. Intenté vanamente continuar algo que estaba desgastado, como si tuviera miedo a perder el pasado, que ya no me perteneciera (…pero nadie te lo quita). Cuando “solté”, sentí cierta liberación: los artificios no son buenos para nadie.
Los últimos años me sorprendí. Quizás sea la edad. He hecho nuevos amigos, sí, pero no tanto con la lógica de lo compartido sino de la posibilidad de hablar, de dialogar miedos, alegrías, dudas. Charlas de café con alguien que nos inspira empatía y confianza. Saber que ese otro está ahí y que contamos con él. En un mundo que está tan atravesado por el interés se hace difícil encontrar espacios -y relaciones- de pura simpatía y amistad. Eso es lo que valoro, antes que nada.
Lo significativo de estos dilemas es que Tamara no se arrepiente de sus amistades que ya no son. Las toma como parte de un universo dinámico en el que todos cambiamos y las promesas se deben vincular con el sentir de hoy y no con un pagaré a futuro.
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