Por qué te lo recomendamos Junto a Duncan Dhu, Héroes del Silencio debe ser la mejor banda española que haya existido jamás. Y con Senderos de traición lograron que ya no sintiéramos
vergüenza como cuando escuchábamos a Barón Rojo o Mecano.
Si hay que hablar de la segunda división del rock, hay que hablar de España y, sin dudas, de un grupo que asumió todos los complejos ibéricos en esa materia dándose en llamar, consciente o inconscientemente, Héroes del Silencio.
De alguna manera esos muchachos liderados por un cantante parecido a Jim Morrison (Enrique Bunbury), la pegaron porque sonaban distintos, frescos, impensadamente sutiles, ingleses casi. Con Senderos de Traición, su segundo disco, hubo un momento en que ya no sentimos vergüenza como cuando escuchábamos a Barón Rojo o Mecano.
Salió en 1990 y acá se editó en long play y casete. El álbum terminaba de hispanizar nuestro equipo de música donde venía rindiendo parejo Mentiras piadosas, del tal Joaquín Sabina.
Bunbury cantaba todas las canciones como si fuera a conquistar algún continente del TEG. Junto a Duncan Dhu, Héroes del Silencio debe ser la mejor banda española que haya existido jamás.
Usaban pañuelos en la cabeza a lo Axl Rose y el cantante –aún lejos de Ricardo Arjona– se mostraba sexy hasta cuando pestañeaba. En cuanto al álbum, un hit tras otro: Entre dos tierras, Maldito duende, Con nombre de guerra, Hechizo, La carta –literatura cantada-, Malas intenciones –empieza como 15 temas de Soda Stereo-, Oración, etc.
Todas las canciones más emblemáticas de la banda están en este disco.
Además de la épica vocal del Bono que cantaba en nuestro idioma, se anexaba la primera guitarra de Juan Valdivia, “el rey del arpegio”, un tío peligroso que escapaba de los característicos solos consiguiendo que los temas sean conspiraciones musicales.
Así es la tapa de “Senderos de traición”, el álbum publicado por Héroes del Silencio en 1990.
Con el tiempo, y la obra, comprenderemos que Héroes del Silencio era Maná. Pero en ese entonces, Senderos de Traición resultaba perfecto, pulcro, contundente, emotivo, febril, triste, atormentado.
Se ajustaba al resplandor metálico de Soda y eso los volvía aproximadamente nacionales. Las guitarras te estampaban contra la pared. La batería sonaba fuerte y monotemática. Algunos temas parecían boleros cantados por AC/DC, y la sensibilidad de Bunbury colaboraba para que tu novia alcanzara el orgasmo.
Sin importar cuál fue el primero, este trabajo es considerado el segundo más importante del rock de España (y bien merecido que lo tiene). Salió y la rompió de inmediato: triple platino en su país, 250 mil placas vendidas en Alemania, otras 150 mil en Italia y en la Argentina, una rotación de tres simples en la radio donde el rock vive.
¿De qué hablan las letras? Imposible saberlo, pero deben tratar sobre cosas medio depresivas porque Bunbury, introspectivo, para nada turístico, sufría horrores en cada surco.
Con este álbum, Héroes del Silencio fueron los X-Men gallegos. Cerati y Valdivia tocaban parecido. Sonaban como campanas. Hasta que entraba la voz de Enrique, podías llegar a confundir las bandas. Las revistas especializadas jugueteaban con ese equívoco; de todas formas, los españoles obviamente miraban a U2 o a The Cult.
Hit de hits, Maldito duende es una canción sorprendente. Fue la preferida de Phil Manzanera, ex integrante de Roxy Music y productor británico de un LP que enganchó a los Héroes del Silencio haciéndolos desfilar por buena parte de la tradición anglosajona.
Maldito duende resiste el paso del tiempo como una campeona, y merece sonar sin pausa en la Aspen de Madrid. Inclusive le va de perlas la versión gardeliana que hizo Rapahel.
E.S.
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