Durante décadas, los republicanos en Estados Unidos fueron el partido de las grandes empresas, trabajando arduamente para alinearse con las corporaciones en sus preferencias por impuestos más bajos y menos regulaciones.
Esta semana, adoptaron una nueva forma de crecimiento económico: “cancelar” el capitalismo cultural.
En un giro político, los líderes del Partido Republicano de todo el país pasaron la semana pasada prometiendo represalias contra un trío de marcas estadounidenses famosas: Coca-Cola, Delta y Major League Baseball, después de que criticaron una nueva ley que busca restringir la posibilidad de votar en el estado de Georgia.
Los legisladores estatales republicanos en Georgia exigieron la eliminación de los productos Coca-Cola de sus oficinas. Al mismo tiempo la Cámara de Representantes del estado, controlada por los republicanos, votó para despojar a Delta de una exención fiscal de 35 millones de dólares y hubo acciones similares contra la influyente M.L.B. porque mudó su “torneo de las estrellas” de Georgia, justamente.
La liga de básquet, en reclamo, decidió no jugar un partido que tenía previsto en Atlanta, en Georgia, y hacerlo en otro estado.
El senador Mitch McConnell, el líder de los republicanos en el Capitolio, advirtió a las corporaciones estadounidenses que se mantuvieran al margen de la política, amenazando con sombrías “consecuencias” si se ponían del lado de los demócratas y de lo que él llamó las “turbas de extrema izquierda”.
Claro que se apresuró a aclarar que eso no significaba reducir las donaciones, una bandera histórica de los republicanos.
Una fila para votar en las elecciones para senador en Marietta, Georgia, el 5 de enero pasado. Foto: REUTERS
El estilo del ex presidente Donald Trump, con una base política impulsada por agravios culturales, mensajes populistas y una falsa creencia en una elección robada, hizo que atacar a las corporaciones se haya convertido en un buen negocio para el G.O.P. (Grand Old Party, como se conoce al Republicano).
Restricciones al voto de minorías
Es una táctica que además cambia el eje de la discusión, por ejemplo respecto a una ley que efectivamente dificultará la votación de las minorías en Georgia, que fueron determinantes para la notoria victoria demócrata en ese estado en noviembre y luego con la cosecha de dos senadores que fortalecieron el poder legislativo de Joe Biden.
No es solo respecto al derecho al voto donde las corporaciones se ven atacadas por los conservadores.
Después de que el gobernador Asa Hutchinson de Arkansas, un republicano, vetó un proyecto de ley que restringía el tratamiento médico para los jóvenes transgénero, Tucker Carlson, el presentador de Fox News, lo acusó de ceder a la presión corporativa. En una entrevista, Hutchinson dijo que no había hablado con ninguna empresa sobre el proyecto de ley, aunque defendió su derecho a plantear preocupaciones.
Las empresas dicen que el entorno político ha creado una situación compleja especialmente por el alza del activismo político.
Rebelión en el básquet
Para la liga de básquet, su decisión de mudar ese partido de Georgia provocó una reacción violenta de los conservadores pero si hubiera decidido mantener la competencia en el Estado, había temores de que la controversia acabara afectando al propio deporte.
Fuentes de la liga describen un escenario insostenible: varios jugadores se hubieran negado a participar en el juego. Al resto se le habría preguntado, una y otra vez en entrevistas, sobre sus posiciones sobre la ley de votación.
El juego y el béisbol, se habrían visto consumidos por la controversia durante meses. Ya sea que el partido se mantenga o se vaya, será visto como político.
Los conservadores pasan mucho tiempo denunciando lo que llaman la “cultura de cancelación”, argumentando que la libertad de expresión sin restricciones debería ser amplia para la sociedad.
Los republicanos intentan aplicar una reforma electoral que restringiría el voto de las minorías en varios estados, como Georgia. Foto: BLOOMBERG
Pero cuando las empresas expresan su desaprobación de las ideas republicanas, como una ley electoral, no parecen aplicarse las mismas reglas.
Los conservadores piden boicots y revocación de beneficios gubernamentales como exenciones de impuestos. (Tal vez con cierta teatralidad poco ensayada: después de exigir que los partidarios se cambiaran a Pepsi, Trump fue visto con lo que parecía una botella de Coca Cola parcialmente escondida detrás de un teléfono en su escritorio).
Ni siquiera está claro qué significa exactamente “ser cancelado (anulado)” para una persona o una marca, aparte de tener que pagar un costo económico después de una declaración o acción ofensiva.
¿Se puede cancelar a un senador, una de las personas más poderosas del gobierno estadounidense?
El senador Josh Hawley de Missouri se apresuró a culpar a la “cultura de la cancelación” cuando Simon & Schuster dejó caer un contrato de libros del legislador por el papel que tuvo en buscar anular los resultados de las elecciones de noviembre pasado que perdió Trump.
Hawley acusó a la editorial de silenciarlo con un “asalto directo a la Primera Enmienda”. Sin embargo, cuando se trata de la liga del M.L.B. y sus posiciones, es este legislador el que pide una dura sanción económica.
“Los capitalistas despiertos continúan su campaña de represalias y represión contra cualquiera que defienda la integridad electoral”, dijo recientemente en Twitter.
Hawley llama “integridad electoral” al papel que desempeñó en sostener las acusaciones infundadas de Trump y las teorías de conspiración en torno al resultado de las elecciones.
The New York Times
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