Una estancia patagónica, junto al lago Cardiel, es escenario de una admirable fábula sobre la envidia que lleva a alimentar rencores que crecen en presunciones y sospechas. Cuenta una historia de hombres rudos que ya solo saben vivir en soledad, en trabajos interminables y despiadados, para cada tanto darse el tan esperado recreo de visitar prostíbulos y darse el gusto de innumerables alcoholes. Posibilidad que se le da cada tanto de alejarse por unos días de la estancia anidada en la estepa en que viven.
Un quinceañero, sobrino y nieto de colonos europeos, tiene que acompañar a su tío en la recorrida que hace para vender a los peones de estancia, en el momento en que, tras concluir las tareas de esquila, cobran. Les ofrece artículos que para ellos son de primera necesidad, que a veces también cambia por cueros. En ese territorio de hombres solos existe una mujer soñada, conocida, perdida, pero no olvidada. Una puta idealizada que alimenta ensoñaciones y competencias, y que llega a ser fetiche, marioneta, personificación.
El muchacho que relata la historia se cruza con otro de su edad que se llama Fabián, como el autor, nieto de la dueña de la estancia, que se propone escribir una nouvelle (que es la que se está leyendo). A partir de ahí una reacción inesperada vuelve al narrador protagonista, o partícipe, de un drama. Fabián Martínez Siccardi ha sostenido que “somos las narraciones que heredamos y la literatura es la belleza de esas narraciones” y una vez más el gran escritor santacruceño -autor de, entre otras novelas, ”Bestias afuera” y “Los hombres altos” muy elogiada por Coetzee- lo confirma con su admirable riqueza narrativa y su atrapante capacidad descriptiva que lleva al lector a vivir la Patagonia e intimar con su dispersos austeros habitantes. Un relato imperdible que remite a fuentes clásicas de nuestra literatura y puede colocarse entre ellas.
Fuente Ambito
