“Estábamos ocupando las posiciones en Monte Longdon con el Regimiento 7 de Infantería de La Plata. Los británicos avanzaron sobre las defensas de Puerto Argentino. Ese día conocimos lo peor de la guerra. Un pibe de 19 o 20 años no está preparado para morir, lo que se le ofreció a la juventud que vivió ese momento y durante toda la dictadura fue un proyecto de muerte”, dice a Tiempo Ernesto Alonso, excombatiente de la Guerra de Malvinas y fundador del Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas (Cecim), filial La Plata, que hoy tiene otra lucha: seguir visibilizados, luchando por derechos perdidos en este año y medio como la cobertura de medicamentos. Y lo peor: el incipiente proceso de desmalvinización.
El recuerdo inicial de Monte Longdon se centra en ese 11 de junio de 1982. Un par de días después, el 14 de junio, el gobierno genocida argentino negoció los términos de la rendición con los británicos. Días antes los medios afirmaban: «Estamos ganando».

“La guerra nos alejó de Malvinas, le vino como anillo del dedo a los intereses del imperialismo ya que en la década de los ’80 tenían planes de ocupar una posición geopolítica y militar en el Atlántico Sur que les permitiera controlar el pasaje bioceánico y el posicionamiento hacia la Antártida”, asegura. Antes de que estallara el conflicto bélico, recuerda Alonso, en Malvinas había maestras argentinas y existían vuelos regulares de YPF hacia la isla. Incluso, sus habitantes viajaban al área continental argentina para estudiar, atenderse en hospitales o vacacionar. Todos esos lazos se rompieron, mientras «se desmantelaba el aparato productivo y las desapariciones”.
A 43 años del fin de la guerra, todavía hay cuentas pendientes y derechos sin ser reconocidos hacia “los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. Dos años y medio después del Mundial volvieron al olvido. Tintes similares a aquel junio de 1982 cuando no los recibieron con asistente sociales o psicólogos, sino con «lo peor del aparato represivo de la dictadura. Allí se trata de hacer la imposición de silencio». Los primeros años, Alonso los recuerda como tiempos muy duros, años de olvido, de ausencia del Estado.

Los pibes de Malvinas, alcanzados por la motosierra
Durante la posguerra, Alonso y muchos exsoldados fueron parte de la juventud que veló por la llegada de la democracia. “Nos organizamos, en mi caso formo parte del Cecim. Tuvimos que hacernos cargo de generar políticas públicas para atender las secuelas que había dejado ese conflicto, tanto físicas como en el alma y también, la incorporación a la vida normal de quienes querían seguir estudiando o incorporarse al trabajo”, señala.
A partir de la organización de los exsoldados, se aprobaron algunas leyes especiales que hoy se encuentran desarticuladas. “Al principio, uno veía a los excombatientes mendigando en los trenes, vendiendo revistas o algo para subsistir. Hubo una discriminación absoluta por parte de la sociedad, no se hicieron cargo de esos pibes de Malvinas que cantaban en el mundial de fútbol. Olvidarse de la defensa de la soberanía es olvidarse de nosotros, que fuimos los que pusimos el cuerpo en 1982 y de aquellos que murieron allí”, asevera.

En este sentido, apunta que la gestión de gobierno de Javier Milei concretó un retroceso de políticas para el sector, en especial, en relación a la obra social PAMI. “Estamos sufriendo un terrible ajuste. Nosotros cobramos una pensión de ANSES y por eso tenemos PAMI hace muchísimos años. Nos han cortado gran parte de la medicación que está en la órbita del Programa Nacional de Atención a Veteranos de Guerra y su Grupo Familiar”, revela.
Ese programa se creó en 2005, para atender las patologías prevalentes de los exsoldados, ocasionadas en el conflicto bélico, las secuelas físicas y psicológicas. “Hemos sido alcanzados por la motosierra. La cobertura que ese programa debe garantizar se dejó de lado y tuvimos que recurrir a la justicia para que se respeten nuestros derechos”, asevera. El reclamo aún espera resolución en la Cámara de Apelaciones de La Plata.
La desmalvinización avanza
Alonso ve en la gestión de gobierno actual, un proyecto de país donde la desmalvinización avanza: “Tenemos un presidente que no reivindica ni se referencia con San Martín o Belgrano sino con la figura nefasta de Margaret Thatcher que nada hizo por el sostenimiento de la paz en 1982 y escaló el conflicto, ordenando el hundimiento del crucero General Belgrano. Observamos cómo se le rinde pleitesía ante la visita constante de los jefes del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos donde ya tienen una pretensión directa de instalar una base militar extranjera en nuestro territorio en aras de posicionarse en relación a la Antártida”.
Con los veteranos la Corte elige mirar al costado
Una de las principales consecuencias vigentes de la guerra es el reclamo judicial por las violaciones a los derechos humanos cometidas por autoridades de las Fuerzas Armadas en contra de los soldados que estuvieron en las islas. “Casos de tortura, asesinatos, antisemitismo, violencia sexual, de soldados enterrados, picaneados, muertos por el hambre como castigo y una infinidad de hechos que nos dan mucha pena. Aún hoy seguimos reclamando por un proceso de memoria, verdad y justicia”, apunta Alonso.
La investigación, que tiene más de 200 militares denunciados, gran cantidad de victimas y testigos, no presenta ningún avance. “Mientras la Corte imprime inusitada celeridad a una causa de alto impacto político, lleva cuatro años sin resolver si deben investigarse las torturas sufridas por soldados argentinos durante la Guerra de Malvinas”, denunció el Cecim.

Fuente Tiempo Argentino