Un grupo de estudiantes toma mate y lee apuntes mientras espera para rendir un examen. La imagen podría evocar el día a día de cualquier universidad. Pero enseguida se ven rodeados de malabaristas, jóvenes que hacen verticales en el pasto, uno que gira sobre su propio eje agarrado a una rueda metálica. En el Campus de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), un gran predio verde ubicado en antiguos terrenos ferroviarios, el alumnado de la carrera de Circo llena de arte y movimiento la vida académica. Las vacaciones de invierno suelen ser el momento de receso o de estudio para la población universitaria, pero para los integrantes de esta carrera es el período de Temporada Alta para mostrar sus habilidades y su formación a la comunidad.
La Licenciatura en Artes Escénicas focalizada en Artes Circenses fue creada en 2014 producto de la definición institucional de plantear diálogos entre la ciencia y el arte. Como antecedentes habían existido talleres de extensión y una diplomatura. Paralelamente, la comunidad manifestaba el deseo y la necesidad de acceder a una carrera de grado.
“La posibilidad de formarse en artes escénicas, y en particular en artes circenses, con un plan de estudios académico de manera no arancelada en un partido del Conurbano no abunda”, resume a Tiempo su director Gerardo Hochman.

La Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) también ofrece una licenciatura en Artes del Circo, de 4 años con materias como Acrobacia, Malabares, Biomecánica, Danza, Anatomía Funcional e Historia del Circo, entre otras. El resto de la formación de muchos de los y las artistas que se lucen desde el fin de semana pasado en espectáculos de las vacaciones proviene de escuelas, clubes, instituciones culturales o legados familiares.
Lo que antes era un oficio práctico de círculo íntimo hoy es una rama profesional institucionalizada, universitaria y gratuita, lo que también la vuelve muy elegida por estudiantes extranjeros, por ejemplo de Chile. Hochman señala que, en el caso de la carrera que dirige, hubo “una captación de jóvenes que querían dedicarse al circo o a las artes y que no hubiesen tenido formación universitaria si no hubiese habido una oferta de este estilo emplazada en su territorio”.
La licenciatura de circo: asociativa, cooperativa, colaborativa
De acuerdo al artista y docente, a través de la puerta del circo “estos jóvenes se encuentran con toda una experiencia universitaria que los enriquece muchísimo”. La cursada es diaria y extensa: de 9 a 14 horas. Tiene una lógica similar a la escolar: “Cada cohorte está conformada por un grupo al que invitamos a cursar juntos toda la carrera. La actividad artística es muy asociativa, cooperativa, colaborativa”.
La propuesta curricular apunta tanto a la producción y profundización teórica en torno a los hechos estéticos como al desarrollo de la praxis escénica. Hay materias troncales, compartidas por los estudiantes de las tres focalizaciones -Artes circenses, Danza y Títeres y objetos- y otras específicas.
Hochman comenta que, al principio, había más sorpresa al ingresar a la carrera: “Personas que iban a practicar circo y se encontraban con todo ese bagaje de contextualización y apreciación del arte, de escritura académica e investigación, y tal vez les costaba o preferían la parte de entrenar, subir al trapecio, hacer acrobacia”. Con el tiempo, la licenciatura comenzó a hacerse más conocida y las resistencias disminuyeron.

Nadie puede montar una carpa solo
María Victoria Schenone tiene 22 años y vive en Villa Bosch, partido de Tres de Febrero. Desde niña vive colgada en una tela y ahí es donde mejor se siente. Tal vez eso explique su apodo: “Monito”. Sus referentes de la acrobacia aérea estudiaban Circo en la UNSAM. Por eso mismo, y porque comenzó a dar clases, decidió que ella también lo haría. Incluso aunque tuviera que esperar, ya que el ingreso a la carrera se abre cada dos años. “Necesitaba un entrenamiento que me llevara a un nivel más alto para seguir avanzando como profe”, explica a Tiempo.
La teoría también le gusta: “¿Por qué los artistas circenses tenemos que estudiar cultura y sociedad? Porque como artista estoy generando cultura. Y una tiene que ser capaz de analizar obras a partir de los conceptos, de reconocer por ejemplo qué hay de bello o siniestro en una escultura, pintura o puesta en escena”.

A la inversa, de acuerdo con Hochman, hay carreras en otras universidades que sólo miran al arte como objeto de estudio y están por fuera de la práctica: “Queremos formar artistas creadores, artistas productores y artistas gestores con una serie de herramientas tanto para estar dentro de una pista de circo como para ocupar otros roles, ya sea técnicos, de asistencia o de conducción de proyectos”.
No es sólo una declaración de principios. Una vez al mes, el área de Circo ofrece un espectáculo abierto a la comunidad organizado por estudiantes de manera voluntaria y docentes. “Todo eso te da experiencia para el mundo laboral. Aprendés a guionar, a producir, a delegar, a trabajar en equipo, gestionar conflictos y recursos”, subraya Victoria. En ocasiones, las funciones buscan generar cruces con otras áreas de conocimiento, como “la gala anatómica” que se hizo en junio junto a la Licenciatura en Música Argentina de la Universidad o una obra sobre la vida de Leonardo Da Vinci.
En todos esos proyectos, el trabajo grupal es fundamental. “Los de circo pasamos mucho tiempo en el campus. Nos quedamos a almorzar cuando termina la clase y a la tarde la universidad nos deja la carpa para entrenar. Una frase que se escucha mucho es ‘la salida es colectiva’. Hay mucho compañerismo y sentido de grupo. Es que sí, nadie puede montar una carpa de circo solo”, sintetiza la estudiante, quien también reconoce el trabajo y la cercanía de sus docentes: “Los profes saben nuestros nombres. Nos evalúan de acuerdo a nuestro punto de partida”.

Correr los límites
El circo es el lenguaje de las hazañas humanas. El arte de lo difícil. Así lo describe Hochman: “Para que haya circo tiene que haber un desafío que el resto de los humanos no pueden hacer. Es un entrenamiento que invita a incorporar estrategias para correr los propios límites y enfrentar temores”. Se trata de un movimiento cultural tan grande como diverso: “Hay malabaristas en los semáforos, escuelas de circo, circo en la televisión y en actos políticos”.
“Es un ambiente súper lindo en el que hay mucho respeto por el cuerpo y libertad de expresión. Y es entrenamiento para la salud”, reflexiona Victoria. Todo eso trata de transmitir en sus videos de TikTok, donde cuenta cómo es un día en la vida de una estudiante de circo de la UNSAM y recibe consultas de jóvenes de otras provincias y países. Aunque no está exenta del hate en comentarios: “¿Eso pagan con nuestros impuestos?”.
En diálogo con este diario, remarca el cansancio frente a la pregunta “para qué sirve el circo”: “¿Cuando pensás tu propósito de vida sólo pensás en lo que es ‘útil’ para la sociedad? Yo soy feliz haciendo arte, soy un ser humano libre, no estoy dañando a nadie, al contrario, mi contribución puede ser esa”.
También da la discusión en redes sociales: “La cultura construye la identidad en un país. El circo educa, transmite valores y genera inclusión. Todos tenemos derecho a estudiar lo que nos apasiona sin importar en qué clase social nacimos”.

Primera Generación
En la UNSAM, la mayoría de los estudiantes son primera generación universitaria en sus familias, al igual que en otras universidades del conurbano y a contramano del discurso del presidente. El año pasado, en el intento de justificar el desfinanciamiento educativo, Milei dijo que la universidad pública sólo le sirve a los hijos de los ricos.
En vacaciones de invierno, para grandes y chicos
En estas vacaciones de invierno llega a la Ciudad Cultural Konex Fulanos, alguien, algunos, nadie, ninguno, un espectáculo para toda la familia dirigido por Gerardo Hochman de gran reconocimiento internacional. En el elenco hay cuatro graduados y dos estudiantes de la carrera de Circo de la UNSAM.
Personajes sin nombre, sin edad, sin época y sin clase social, conjugan coreográficamente sus asombrosas destrezas acrobáticas. Son fulanos porque lo que les pasa puede pasarle a cualquiera. Con escaleras que utilizan de infinitas maneras, transforman el espacio y transitan diferentes estados de ánimo mediante el teatro, el humor y la poesía en movimiento: “El desafío era cómo transmitir y provocar emociones muy humanas de vulnerabilidad y curiosidad con un lenguaje tan eficiente como la acrobacia”. Otra de sus propuestas es Sonata Corporabile de la «Orquesta De Acróbatas»: 12 artistas hacen sonar sus cuerpos en el espacio guiados por la música clásica de Beethoven, Vivaldi y Bach, entre otros. Hoy a las 19 en la Sala La Argentina (Rodríguez Peña 361, CABA).
Los hermanos que crearon la primera escuela
El circo moderno fue creado por el jinete inglés Philip Astley en la segunda mitad del siglo XVIII. Las compañías extranjeras se encargaron de exportar esta clase de espectáculo a otros países como el nuestro. Argentina desarrolló este tipo de arte durante el siglo XIX. De hecho, el 6 de octubre se celebra el Día Nacional del Circo en homenaje a Pepe Podestá, gestor del circo criollo. En la primera parte, se presentaban distintas técnicas –malabares, acrobacias y parodias–, para luego exhibir piezas teatrales de género gauchesco que celebraban la identidad rioplatense.
La primera Escuela de Circo Criollo se fundó en 1980 gracias a los hermanos Videla. Hoy se encuentra en el barrio porteño de Monserrat y la dirige Jorgelina Gabriela Videla, cuarta generación de circense por parte de su familia paterna. “El circo es una disciplina que se enseña de familia en familia. Los que abrieron el juego para romper esa tradición y que puedan participar otros fueron mi papá y mi tío. Vieron que había un éxodo muy grande de artistas a otros países con el afán de ganar más dinero y tuvieron el sueño de sacar niños de la calle para transformarlos en artistas –relata a Tiempo–. Fueron los creadores de un movimiento gigante. En Argentina, vayas a donde vayas, hay una escuelita de circo”.
En sus inicios, la Escuela sólo formaba artistas profesionales. Actualmente, también ofrece talleres de acrobacia, tela, palo chino, verticales y circo integral para niños, niñas, adolescentes y adultos que lo viven como un pasatiempo: “Tenemos desde chicos de tres años hasta escribanos, odontólogos y juezas. Esa gente viene a tener una vida totalmente distinta, a desconectarse de sus trabajos para conectar con su yo interior, intentar ser trapecista o payaso”.
Fuente Tiempo Argentino