Tras ingresar a los libros de récords el año pasado como el primer ministro con más tiempo en el cargo en Israel, Benjamin Netanyahu volverá
a hacer historia cuando se convierta en el primer gobernante del país en ser enjuiciado mientras ocupa el puesto.
Rodeado de seguridad, y manteniendo las distancias y protocolos de seguridad para evitar contagios en medio de la pandemia de coronavirus, el premier deberá acudir este domingo a la corte del distrito de Jerusalén para la lectura de cargos. La asombrosa escena empuja a Israel a un territorio político y legal no recorrido antes, lanzando un proceso que finalmente podría llevar al final de la carrera de un líder que ha sido invencible en las urnas durante más de una década.
Netanyahu está acusado de fraude, violación de la confianza pública y aceptar sobornos en una serie de casos. Se le acusa de aceptar regalos costosos, como cajas de champán y cigarros, de amigos ricos y ofrecer favores a empresarios de los medios a cambio de coberturas de prensa favorables para él y su familia.
En la causa más grave está acusado de promover una legislación que resultó en centenares de millones de dólares en ganancias para el dueño de una importante compañía de telecomunicaciones, quien mientras tanto lo favorecía con titulares elogiosos en el principal portal noticioso de la compañía.
Netanyahu ha negado los cargos, diciendo que es víctima de “un intento de golpe” por parte de una policía excesivamente agresiva, fiscales prejuiciados y una prensa hostil.
El mandatario llega envalentonado tras la reciente formación de un Gobierno de unidad con su ex rival electoral Benny Gantz. Lo logró gracias a la autorización del Tribunal Supremo, que optó por no impedirle ejercer su cargo a pesar de las acusaciones.
La promesa del nuevo gobierno es lograr la anexión de gran parte de Cisjordania ocupada en la segunda mitad de este año. Este es el caballito de batalla de Netanyahu para conseguir el respaldo de un importante sector de la población, pese a la oposición de la Autoridad Palestina y de los organismos internacionales. El proyecto se encuadra en el plan de paz lanzado por el gobierno del estadounidense de Donald Trump.
Gracias a la coalición formada con Gantz, Netanyahu espera ahora obtener el respaldo del Parlamento frente a la embestida de la Justicia.
“Netanyahu ha convertido esto en un voto de confianza en la Justicia”, explica Yehuda Shaffer, ex vicefiscal del Estado para crímenes financieros. “Por eso lo que está en juego, además de su libertad, es el estado de derecho y la confianza de la población en el poder judicial”.
Shaffer, con amplia experiencia en casos de esta naturaleza, considera que “el caso contra Netanyahu es muy sólido, con muchas evidencias y muchos testigos” y que, “aunque todo está abierto, si tuviera que predecir diría que se le va a condenar en la mayoría de los cargos”.
Con respecto a la duración del juicio, cree que, mientras que la Fiscalía intentará acelerar el proceso todo lo posible, la decisión del primer ministro de intentar prolongar la vista es una cuestión de estrategia.
“Por un lado, estirar el juicio le puede servir, pero, por otro, escuchar a todos los testigos es exponer al público israelí a relatos sobre su corrupción, datos de los regalos que recibió y otros detalles que pueden dañar mucho su imagen”, señaló.
Mientras que las habilidades políticas y manejo de la opinión pública de Netanyahu han quedado más que probadas en múltiples ocasiones, y que sigue contando con un apoyo incondicional de un importante sector de la población, esta vez su rival no es un parlamentario inexperto o un medio de comunicación, sino un sistema judicial decidido a demostrar su determinación, no dejarse amedrentar y proteger su reputación de imparcial e independiente.
Fuente: EFE y AP
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