Madrugada de terror para una familia en Villa Ortúzar: los golpearon, los amenazaron y de pronto se fueron sin robar nada

en otro dormitorio. De golpe, dos hombres armados los despertaron a todos a los gritos. Les pegaron y los amenazaron con armas. “Señora la mato, señora la mato…”, le decían.

De golpe, los ladrones, vestidos de negro, con capucha y barbijo, se fueron como llegaron sin decir una palabra y sin robar nada.

“Pedían dinero, nos insultaban todo el tiempo. De pronto, se tocaron y desaparecieron. Y salieron como entraron, por la ventana de la cocina”, contó en diálogo con TN este domingo Juan, asombrado por la pesadilla que les tocó vivir pero también por cómo se fueron los ladrones.

Según el relato del dueño de casa, ubicada en Holmberg 1600 de ese barrio porteño, y en base a lo que vio en las cámaras de seguridad de los vecinos, los ladrones eran cinco.

Dos delincuentes entraron a la casa de la familia de Juan y Alejandra, tras romper la reja de la entrada y meterse por la ventana de la cocina.

Otros dos ladrones quedaron de campana y el tercero los esperaba a bordo de un coche, sobre la calle Carabajal.

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“De la nada, se fueron y al minuto llegó un patrullero de la Comisaría N°15”, explicó el hombre, que estaba acompañado por su mujer y su suegra, a quien golpearon sin piedad.

“Mi mamá escuchó los alaridos de mis hijas, salió y uno de los ladrones la agarró y la empujó hacia mi cuarto: ‘Señora la mato, señora la mato’, le decía”, recordó Alejandra.

Para Juan y para su familia, además del terror de lo vivido, la forma en la que se fueron los delincuentes fue “una situación realmente confusa”.

“De manera bastante violenta nos despertaron, comenzaron a golpear a nuestras hijas, que comenzaron a gritar”, narró Juan y contó que los vecinos escucharon esos gritos.

Juan contó que “uno de los ladrones se tiró encima” de sus hijas “para callarlas, ellas lo patearon y salió del cuarto”.

En ese momento, las chicas se encerraron y la de 17 años llamó al 911 mientras su hermana trabó la puerta con el cuerpo para que el delincuente no entrara nuevamente. “Fue lo que nos salvó”, cerró Juan.

“Fue un momento de muchísima tensión. A mi suegra la arrastraron por las habitaciones mientras golpeaban a nuestras hijas, también me golpearon en la cabeza un par de veces”, señaló Juan, que recibió dos culatazos.

Pero de golpe, mientras la adrenalina con la que pedían plata y los insultaban crecía, algo pasó y los delincuentes se fueron: “Salieron como entraron, por la ventana de la cocina…”.

AFG